Capítulo 8 | Pacto

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«Escucha, hagamos un pacto aquí y ahora. Mantén tus esperanzas altas de que puedo cambiar, mientras yo permaneceré honesto, tú harás lo mismo. Mantendré mi propósito, tú conserva tu fe en que podemos superar esto, estos días duros»

Daniel.

No era un secreto que un beso era lo que necesitábamos.

La pregunta era: ¿Para qué?

¿Para olvidar? ¿Para dejar de sentir? ¿Para enamorarnos, quizás?

Tatiana lucía tierna e inocente. Sus ojos brillaban y su nariz estaba roja a causa del llanto. Su rostro estaba levemente húmedo por la lluvia, pero de todo eso, a mí lo único que me importaban eran sus labios.

Me llamaban de una forma sobrenatural, sentía que me pedían a gritos que los besara. Yo no me podía negar.

Y la besé. La besé con intensidad y deleite.

Olvidé por segundos el nombre "Natalia" y todos los recuerdos que se le parezcan. Era mágico y asombroso como unos labios ponían mi mente en blanco. Buscando la comodidad, tomé su cintura y la coloqué sobre mí. Ambos estábamos acostados en mi cama y, si no hacía eso, estaba seguro que pronto nos alejaríamos.

Nuestro contacto era tan adictivo que no podíamos detener el beso, respirábamos de vez en cuando, pero siempre regresábamos a nuestra forma de suprimir el mundo.

Cuando en una de esas bocanadas de aire, me puse a pensar si esto era realmente lo correcto.

—¿Esto está bien? —cuestiono con la respiración pesada y agitada.

—Yo no le veo nada de malo —su aliento está tan cerca de mi boca que me provocan ganas de seguir besándola.

—Me refiero a que... No lo sé, quizá no deberíamos hacerlo —me encuentro tan confuso e indeciso que ni siquiera yo sé qué es lo que le quiero comunicar.

—¿Por qué no? —se deja caer a mi lado, guardando distancia entre nosotros.

—Somos mejores amigos y ya sabes cómo acabó todo la primera vez que nos besamos.

—Esto es diferente, ahora ambos estamos solteros y no hay nadie a quien le pudiéramos hacer daño —me observa mientras analiza la situación.

Aunque tenga un mal presentimiento y sienta que esto traerá consecuencias que no querré ver, no dejaré de besar sus labios, no podría resistirme a tanta tentación. Tatiana no me gusta, pero sus besos... ¡Joder! Me encantan.

—Si vamos a seguir con esto, debemos tener un pacto —propongo.

—¿Un pacto?

—No te preocupes, no será uno satánico —coloco mi mano sobre su pierna para que se tranquilice. Mi comentario logra sacarle unas risas.

—Bien, dicta las condiciones —en su voz hay un poco de emoción, es poco notorio, pero allí está.

Hago un sonido con mi garganta mientras que pienso cada norma que tendría que existir para que nada se salga de control.

—Primero; nadie más que nosotros puede saberlo. Debes mantenerlo en secreto.

—¿No quieres que Natalia se entere que nos estamos besando? —pregunta de forma juguetona mientras alza una ceja.

No podría estar más en lo cierto. Sé que a Nats le importaría poco lo que esté sucediendo entre Tati y yo, sin embargo, esa no es la imagen que le quiero dar.

—A nadie —repito con un tono de voz más grave, ella asiente sin tomarle importancia—. Y segundo; esto sólo es una manera de olvidar, no somos novios, ni nada que se le parezca.

—Entendido. No involucraremos sentimientos románticos.

Intentaríamos con todas nuestras fuerzas que lo último no sucediera, aunque sabemos que no tenemos el poder sobre ello. Nosotros no podemos obligarnos a no sentir, porque somos seres humanos y no poseemos el control sobre ello.

—¿Pacto? —extiendo mi mano hacia ella.

—Pacto —confirma mientras esboza una sonrisa. Estrecha mi mano, sellando nuestro acuerdo.

Tampoco era para tanto; dos simples normas con las que podíamos vivir. ¿Cuánta complejidad puede haber detrás de un beso?

***

Apenas la lluvia se detuvo, Tatiana abandonó mi casa. Luego le siguió la cena familiar. Todo transcurría con normalidad, con comentarios de todo tipo, algunas burlas e imprescindibles risas. Hasta que un tema nos hizo desear salir corriendo a mi padre y a mí.

—Mi madre vendrá de visita mañana —anuncia mamá con un tono autoritario, lo que significa que no podemos reprochar nada al respecto.

—Bien —extrañamente mi papá luce calmado—, mañana trabajaré horas extras —es su solución.

Juro que algún día averiguaré por qué él aborrece a mi abuela. Quizá haya algo en el pasado de lo cual no estoy enterado.

Yo no la odio, pero sí a sus obsoletas costumbres que nos obliga a seguir. ¿Por qué es malo tener tecnología?

—Dani, ¿cómo vas con el nuevo disco? ¿Tienes alguna canción escrita? —mi hermana intenta aligerar el tenso ambiente que el aviso de la nueva visita había traído.

Lucía o como yo suelo llamarla; Luci, tiene 16 años, un año más que yo. Su parecido con mi madre es escalofriante, lo que marca la diferencia es que ella tiene el cabello completamente castaño, mienta que mi mamá lleva algunos reflejos rubios.

Mi hermana y yo nos tenemos la confianza suficiente para decirnos las cosas y tomarlas con seriedad, así se traten de amor o de cualquier secreto que queramos ocultar. Su aspiración en la vida es la danza, aunque creo que ya lo mencioné. Allí es donde conoció a Amberly, y desde entonces han sido grandes amigas.

—Sólo una que escribí hace un tiempo. Me siento estancado con las supuestas canciones alegres, siento que arruina todo y no me deja avanzar —contesto con sinceridad.

—¿Y si te guías de canciones que tengan esas cualidades? Busca playlists en internet y analízalas, quizá te sirvan de inspiración —me aconseja.

Como si fuera palabra santa, cuando la cena acabó, fui a mi habitación y apagué las luces. Con mi celular en manos y audífonos en mis oídos, le di comienzo a las canciones que podrían considerarse felices.

Parecía que estaba leyendo un libro de fantasía en vez de oyendo música. No sentía que las letras eran honestas, me parecía puro palabrerío sin sentido. No me daban esperanzas porque sabía que todo eso tenía un final infeliz.

Todas narraban un romance perfecto y yo no podía creer en él.

No voy a negar que el ritmo era satisfactorio y repartía energía con sólo escucharlo, sin embargo, no me terminaba de convencer. Quizás estaba siendo muy exigente y le buscaba cualquier imperfecto, pero realmente sentía que ese no era mi estilo.

Jamás se me dificultó escribir una canción, esta era la excepción.

Mi cabeza comenzaba a familiarizarse con el concepto de "bloqueo de escritor". Y sabía qué era lo que tenía que hacer si no quería que aquel estado mental pasase a un grado mayor o incluso irreversible.

Natalia siempre era la respuesta. Odio admitir que ella es mi inspiración, pero no es más que la verdad. Ella consigue que sea más creativo, haciendo exactamente nada, sólo siendo ella misma.

Necesito verla, oír su voz y olfatear su peculiar aroma que amo. A veces siento que la estoy usando para escribir, aunque no creo que sea algo que le moleste. Se supone que somos amigos y una visita no debería ser una molestia o un sacrificio.

La necesito porque siento que estoy perdido en un mar de negatividad y con ella todo son risas y optimismo que elevan mi ánimo. Cuando no es acompañada por su actual novio, claro está.

¿Recordar un viejo amor me haría creer en él?

Hasta un BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora