Capítulo 6 | Odio el amor

648 82 3
                                    

«Ojalá alguien me hubiera dicho: Si quieres amor, tendrás que pasar por el dolor. Si quieres amor, tendrás que aprender a cambiar. Si quieres confianza, vas a tener que dar algo a cambio» 

Daniel.

Podía sentir el viento chocar contra mi rostro mientras mis ojos se deleitaban con la vista de la cristalina agua.

La laguna reacomodaba todos mis pensamientos y yo adoraba eso. Se podían oír las hojas de los árboles chocando entre sí y a algunas aves que volaban alrededor.

Mi mano izquierda sostenía una libreta que apoyaba en el barandal de seguridad de la laguna, y la derecha movía el bolígrafo sobre la hoja. Buscaba escribir una nueva canción, pero siempre tenían la finalidad de letras deprimentes. ¿Qué más podía hacer? Sólo describía cómo me estaba sintiendo.

Una chica se colocó a mi lado. Su negro cabello volaba en el aire, e intentaba respirarlo tanto como fuera posible. Se sujetó del barandal y me dio un rápido vistazo, con esa aura de despreocupación tan característica suya.

—Aquí venías con ella, ¿verdad? —preguntó Tatiana con un deje calmado.

*Flashback*

Los ojos de Natalia están en la manta a cuadros, donde se encuentra su mano. Observa con detenimiento sus uñas rosadas, tratando de evitar mi mirada.

Tomo su mentón y lo elevo, para que sepa que no tiene nada que temer.

Su mirada es como la de una niña asustadiza. Ella jamás besó a alguien y le aterroriza fallar en algún movimiento. A mí no me importaba en lo absoluto si ella aún no había aprendido, todo lo que viniera de ella sería perfecto.

Porque no era la acción lo que me emocionaba, sino la persona que lo empleaba.

Nats se siente insegura, pero sé que muy dentro de ella, está impaciente por descubrir cómo se siente un beso. Y así fue, pese a la lucha interna que ella tenía, yo uní mis labios con los suyos. Tardó un tiempo en corresponderme, quizás porque estaba sorprendida.

Yo sentía que era un sueño, aún no podía creer que estaba pasando en verdad. Después de todo este tiempo, yo la estaba besando, yo había sido el primero en besarla.

Al separarme, volví a ver sus ojos, que se encontraban perdidos en la laguna. Algo en ellos me indicaba que ya nada sería igual.

*Fin flashback*

Y no me equivocaba.

—Sí —suspiro y tacho todo lo que estaba escribiendo, siento que nada de lo que está en la hoja tiene sentido. Sólo son palabras sueltas, con las cuales no me puedo identificar.

—¿En este sitio se hicieron novios?

Esa pregunta hace que dé una sonrisa de nostalgia, todavía recuerdo la alegría que sentí al oír su "Claro que acepto", mi pecho se había hinchado de una emoción inexplicable que lo único que hizo que disminuyera fue un grito dándole gracias a la laguna.

—Sí. La laguna es cruel; cumplió mi deseo, pero no fue permanente.

Y es verdad. Ella no tiene piedad. Piensas que todo va de lujo y de repente te das cuenta que un deseo no dura para siempre, que tiene una fecha limitada y si no supiste apreciarlo y disfrutarlo, lo habrás desperdiciado.

—Fabián no me quiere volver a ver —suelta.

—Por lo menos no sufres al verlo con su actual pareja, como lo hago yo.

—Pero Natalia sigue siendo tu amiga, puedes hablarle o simplemente observarla.

—Y cada vez que lo hago, me causo más daño. Jamás se cierra la herida porque continuamente la recuerdo y no tengo nada que me detenga. Su amistad es insana y tóxica para mí. Intento alejarme de ella, pero sin saberlo, regreso.

Preferimos callarnos luego de eso, sabíamos que si jugábamos a descubrir cuál de los dos tenía más dolor en su corazón, no terminaría siendo para nada divertido.

—Ambos estamos jodidos —declaró y giró su cuerpo para estar frente a mí.

Y otra vez estábamos acortando la distancia por instinto, nos dejábamos guiar por el momento, pues sabíamos que era algo que necesitábamos.

¿Para qué negarlo? También lo queríamos.

Su nariz rozaba la mía, mis ojos se cerraban con lentitud. Ese momento me pareció eterno, nos tardábamos en unir nuestros labios porque nos preparábamos para el cambio que se produciría en nuestros cerebros.

Nuestras respiraciones a punto de cortarse hacían que sintiera desesperación, no podía aguantar más tiempo. Me parecía una tortura, el deseo se intensificaba cada vez más.

Estábamos a una milésima de segundo de olvidarlo todo, pero un chillido a lo lejos, nos detuvo.

—¡Es Daniel Lisboa! —una niña (de no más de doce años) exclamó con emoción e incredulidad. Sus dos amigas que la acompañaban se unieron a los gritos.

—Olvidé que eres un cantante famoso —susurró contra mis labios antes de separarse, tenía una mirada divertida—. Ve —hizo un ademan para animarme—, debes contentar a tus fans.

Fui hasta ellas, nos tomamos fotos y les firmé unos autógrafos. Luego, con una sonrisa de agradecimiento, se alejaron. Supongo que no la vieron a Tati porque no me hicieron ninguna pregunta acerca de ella.

Cuando volví a la laguna, ella ya no estaba, se había ido.

***

Estaba forzando la escritura y era ostensible. Nada salía como quería, yo no disfrutaba las palabras porque no las sentía. Mi corazón no estaba en esas letras, sólo una estructurada y poco creativa mente que hacía suposiciones acerca de lo hermoso que era el amor.

No me podía explayar o escribir sin pensar. Comenzaba con algo positivo, pero siempre en un punto de la canción se tornaba desesperanzador y negativo.

Me movía de un lado para otro en la casa y fuera de ella, creyendo que así encontraría un destello de inspiración y me aferraría a él hasta terminar la canción.

Pero no. Nada de eso ocurrió.

Estaba recostado en el sofá de la sala, cambiaba de posición cada tres minutos y desechaba todas las ideas que veía sin futuro.

El timbre sonó y mi hermana mayor no tardó en pedirme que atienda yo. Con un suspiro de cansancio me levanté e hice lo que me ordenó.

—Amber —digo como saludo y ella se adentra a la casa con una sonrisa carismática—. Luci está en su habitación.

Amberly es amiga de mi hermana; Luci. Ambas están en clases de baile juntas y una vez por semana ella viene a mi casa a ensayar las coreografías.

—Gracias, Dani —voltea en la dirección que le marqué.

—Espera —una brillante idea nace en mi cabeza—, ¿qué piensas acerca del amor?

Quizá las personas pueden darme su perspectiva acerca del tema y pueda comprenderlo.

—Odio el amor —contesta sin siquiera verme o detener sus pasos—. O quizás el amor me odia a mí.

¿Acaso existe algún adolescente que crea que el amor es único y maravilloso?

Una estrellita aquí significa: El amor me odia.

Hasta un BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora