Capítulo 18 | Su voz

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«Ojalá pudiera borrar mis recuerdos para poder dejar de sentirme tan vacío. Desearía que esa mierda no fuera tan tentadora, pero es difícil resistirse cuando hay muchas cosas que podría hacer para joderme. Quiero olvidarlo, pero me siento tan atrapado»

Daniel.

Dos besos de chicas desconocidas fueron el equivalente a la escritura de dos canciones alegres, recuerdos ahogantes y destruyentes, atracos de comida en secreto y noches con pérdida de sueño.

Claramente, este día no sería la excepción. Pues, otra vez, me veía obligado a mantenerme despierto, con locos e irracionales pensamientos yendo de allí para acá, dentro de mi cerebro.

Oscuridad, silencio; factores que nos hacen pensar, reflexionar, llorar. La madrugada tiene un efecto especial, si no logras dormirte, realmente te afectará.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez? ¿Un mes? ¿Dos? ¿Quizá tres? Estaba tan perdido que acurrucarme en mis sábanas no fue lo suficiente para refrescar mi mente.

Cierro los ojos e intento visualizar su rostro en mi memoria, con los vívidos recuerdos que llegan sin mucho esmero.

*Flashback*

Sus ojos me escanean, ella pronto debe ingresar a la escuela. Me entristece ese hecho, de mi salida a su entrada únicamente nos separan 15 minutos, los aprovechamos al máximo, pero eso no basta. Necesito más tiempo con Natalia.

—Nuestro segundo mesaversario se acerca —le anuncio con una sonrisa gigantesca—. Esta vez espera chocolates.

—¿Tú quieres que me salga acné para que luego nadie se fije en mí? —pregunta de forma juguetona. Ella ama el chocolate, o, mejor dicho, todo lo que tenga que ver con comida— Buena estrategia, Daniel Lisboa.

—Rey, para ti.

—Oh, lo siento —se disculpa con fingida pena. Con el afiche enrollado que tiene en manos, toca mi hombro, lo pasa sobre mi cabeza y toca el otro, como si estuviera nombrándome o algo así—. Mi rey, Daniel Lisboa —se corrige entre risas.

Le quito su afiche por la mala broma, logrando que se ofenda y esfuerce en atraparlo. Corremos alrededor de la calle, yo con su objeto y ella detrás con la meta de conseguirlo.

Sus sonoras risas y carcajadas son música para mis oídos. Finalmente llega hasta mí, luego de alejarnos considerablemente del colegio.

—¿Lo quieres? —una sonrisa de poder sale de mis labios. Lo alzo sobre su cabeza, ella no es tan alta como para alcanzarlo. Asiente reiteradas veces, mostrándose un poco agitada por "tanto" ejercicio— Tendrás que pagar un precio.

—Estoy dispuesta a pagar el precio que sea —acepta a la vez que acomoda su largo cabello negro detrás de sus hombros.

—¿El que sea? —alzo mi ceja, descubriendo cuánto provecho puedo sacar de esto.

—Sí. Desde goma de mascar... —me enseña el paquete que tiene en manos y luego parece pensar cuál sería el máximo precio— Hasta un beso.

—Eres muy buena convenciendo a las personas —murmuro mientras me acerco a sus labios. Ella los entreabre y cierra los ojos, a la espera de un renovador beso—, pero esta vez quiero la goma de mascar —tomo el paquete que sostenía, dejando la tentación latente en su boca.

Sin embargo, sólo me encuentro con el envoltorio, no contiene nada dentro. Me ha estafado.

—Lo siento —agarra su afiche—. ¡Para la próxima deberás elegir mejor! —grita mientras se aleja en dirección a la escuela.

Hasta un BesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora