Capitulo 13

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El goteo de un grifo es lo único que escucho antes de abrir los ojos.

No sé cuanto llevo dormida o desmayada o como quiera que hubiera estado, lo único que siento es que la cabeza está a punto de reventarme y tengo un frío que me ha calado hasta los huesos.

Es una habitación oscura y húmeda.

Una cama es la única decoración existente en la habitación junto una largas cortinas de color burdeos que tapan todo rastro de luz existente.

Me levanto con cuidado y a tocarme la cabeza tengo restos de sangre seca en la frente y me duele el costado. Cuando me levanto la camiseta para ver los daños un hematoma enorme se extiende por mis costillas. Justo donde está la cicatriz. Y mi cuerpo empieza a temblar. 

¿Dónde se supone que estoy? A penas recuerdo nada solo el destello de unos faros de coche y caer al suelo desde gran altura tras ser arrollada por él pero los anteriores acontecimientos están borrosos en mi cabeza.

Mi ropa esta rota y apesta. ¿Llevaría allí mucho tiempo?. Intuyo que por el color de mis moratones llevaré a lo sumo dos días.

Me levanto de la cama de golpe y la cabeza me da vueltas, me mareo y me veo obligada a encaramarme al cabecero de forja que hay a mi lado. Pero necesito llegar hasta la ventana. De nuevo intento levantarme y esta vez lo consigo con más éxito que el anterior intento.

Las piernas me flaquean y me cuesta doblar la rodilla izquierda y entonces cuando me miro descubro un raspón enorme. 

¡Estoy hecha una pena! Pienso mientras consigo llegar hasta la ventana y entonces corro las cortinas con un tirón seco.

No puedo creer lo que estoy viendo. Ante mi hay un enorme muro de hormigón. Y la luz que reflejaba la ventana era el de un foco que apunta directamente hacia aquí. ¿Qué es este sitio?

– Veo que ya te has despertado.

– ¿Quién es usted?

– ¿No me reconoces?

– ¿Acaso debería?

– Veo que tu madre ha sabido mantener en secreto muchas cosas.

– ¿Por ejemplo?

– La identidad de tu padre.

– ¿Klaus?

– ¡Vaya! Por lo menos sabes mi nombre.

– No por gusto créeme. - dije con cierto desprecio.

– No seas así conmigo. Jamás he tenido la oportunidad de hablar contigo y todo gracias a Bárbara.

– Sus razones tendría.

– Que equivocada estás Lena.

– ¿Ah si? ¿Y ahora que me vas a decir? ¿Que tú eres de los buenos?

– Soy de los buenos.

– Ya... por eso estoy aquí encerrada ¿no?

– Siento que te hicieran daño.

– Se te ve en la cara lo preocupado que estás. ¿Qué quieres de mi?

– ¿No puedo ver a mi hija después de 20 años?

– No lo sé. No me han hablado precisamente cosas buenas de  ti.

– La gente habla sin saber.

– Pues entonces todos los que me han hablado de ti no sabían nada. Es un lastima que sean tan ignorantes.

– Tienes el mismo tono arrogante de tu madre. - dijo con un matiz cariñoso en la voz mientras me miraba con lo que sospeché que era ternura. - te sorprendería lo parecidas que sois.

Stay Strong ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora