El verano llegó hasta Italia y con él aumentaron los buenos momentos entre Dylan y yo.
Desde hacía meses nos habíamos dedicado en exclusividad a retomar el tiempo perdido y estaba muy feliz de conseguir aquello por fin.
Tras varios meses había decidido empezar con algo que siempre me había gustado. La pintura. No es que fuera la próxima Van Gogh pero tampoco se me daba tan mal.
Klaus aún me mandaba dinero así que decidí invertirlo en la apertura de un pequeño estudio en el centro de la ciudad, muy cerca de la casa que habíamos alquilado.
De vez en cuando vendía algún que otro cuadro pero no era gran cosa, era más bien algo que hacía por placer más que por conseguir algo de dinero que gracias a mi querido padre, no nos faltaba.
Dylan había conseguido trabajo como monitor en un gimnasio que no quedaba muy lejos. Allí impartía clases de defensa a todo aquel que lo necesitara de verdad. Ese trabajo le hacía sentir que no echaba tanto de menos los días como agente en Gregory Bucket. Todo era perfecto, podría decirse que era el tipo de vida que había deseado siempre desde que tuve que dejar de ser quien soy. Había pagado un precio muy grande pero por fin era realmente feliz con lo que tenía y sobre todo con lo que estaba haciendo.
Hoy era 23 de Agosto y eso significaba que el cumpleaños de Dylan estaba a la vuelta de la esquina. Cumplía veintisiete años y sinceramente viéndome a su lado me sentía como una enana desvalida. Extraño lo sé, pero era la pura verdad.
Como estábamos medio asados con esta nueva ola de calor, había pensado en hacer una pequeña excursión junto al río y tal vez rememorar viejos tiempos cuando se hacían aquellas expediciones en la academia en las clases de supervivencia.
Por un momento me acordé de los buenos momentos que había pasado en esas clases con mis amigos y sentí cierta nostalgia, pero ya nada se podía hacer. Todo había quedado en eso, un simple recuerdo.
El día 28, es decir el día del cumpleaños de Dylan me levanté temprano para darle la sorpresa, la cual le encantó. Dylan nunca celebraba sus cumpleaños o algo así me había comentado alguna vez mientras intentaba conocerle un poco mejor así que fue una de las mejores cosas que pude hacer por él aquel día.
Había preparado miles de cosas para comer, últimamente tenía un hambre voraz y si me daban un mamut me lo comería asado en menos de dos segundos. Pero tan pronto como aparecía el hambre, desparecía dejándome en su lugar una oleada de arcadas gigantesca.
No quería angustiarme con el tema pero llevaba días barajando la idea de estar embarazada y estaba realmente asustada. No quería hacerme la prueba hasta que no pasara el cumpleaños de Dylan así que ese día preferí no pensar en ello y dedicarme exclusivamente a que tuviera el mejor día de su vida.
Una vez llegamos al sitio que había planeado y le vi sonreír me sentí la persona más afortunada del mundo. Solo yo había conseguido que esa sonrisa apareciera en su rostro y es algo que nadie me podría quitar jamás.
Hacía bastante calor así que no tardamos mucho en meternos en el agua para refrescarnos un poco. Dylan había decidido que ahogarme mientras me tragaba gran parte del agua del río era una de las mejores cosas que podía hacer ese día, y mientras yo me cabreaba como una mona, él se reía a carcajada limpia.
Tras nuestra pequeña pelea acuática nos tumbamos sobre el mantel y nos comimos gran parte de lo que había traído, bueno, en realidad me lo había comido yo casi todo, sobre todo las cosas dulces. Si seguía así me convertiría en una bola de billar andante, ero era algo que no podía remediar. Era superior a mi y así me pasaba tras darme un atracón venían las malditas nauseas y con ellas pues bueno os podéis hacer una idea.
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Stay Strong ©
Adventure¿En quien puedes confiar cuando vives en un mundo lleno de mentiras? Es la única pregunta que me hago a mi misma desde que descubrí en realidad quien soy y de que mundo vengo. ¿Quieres saber mi historia? Entra y Acompáñame.