Capítulo 12

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Tenía el castaño cabello despeinado, las mejillas sonrojadas, su boca era una línea recta y sus ojos mostraban confusión. Un nudo se alojó en su estómago, ¿le habría pasado algo?

Laura se fijó en las jugosas gotas de agua que bajaban por el pecho de Ross y quiso lamérselas... aquella toalla no tapaba mucho, y lo peor era que ella lo había visto todo, y no tenía que hacer mucho esfuerzo para recordar nada. Con cerrar los ojos lo podía ver.

Sacudió la cabeza con un gesto de frustración.

-¿Estás bien? -preguntó Ross confundido.

Una inseguridad extraña se apoderó de ella, ni siquiera sabía que hacía allí. Hacía unos minutos había estado vagando bajo el frío de la noche, el aire le había sacudido el pelo y enfriado la cara, pero había estado bien, libre.

Y su mente se había puesto a pensar. Preguntas. Propuestas. Dudas. Mucha confusión. Todo se había apoderado de ella, y había llegado a una conclusión, aquello no podía seguir así.

-¿Laura? -preguntó él, se comenzaba a preocupar.

-Esto no puede seguir así -dijo ella.

-¿Qué?

-No puede seguir así -repitió.

- ¿Qué te pasa?

- Se acabo.

-¿Qué? -preguntó él. Pero ella no dijo nada, simplemente se giró y se metió en su casa, dejando a Ross pasmado.

Tenía demasiado lío en la cabeza, no sabía por qué se había presentado en casa de Ross. Estaba loca. Se estaba volviendo loca.

Se tiró sobre su cama y cerró los ojos.

Ross miró por la ventana de su despacho una vez más, no podía quitarse a Laura de la cabeza. Aún recordaba el extraño ataque que había tenido ella presentándose en su casa.

«Se acabó» Había dicho, y luego se había ido, había cerrado la puerta de su casa, y ahora todo era extraño.

No había vuelto a tener contacto directo con ella durante casi una semana. Era jueves. El tiempo había pasado lento, lento y tortuoso, y era extraño, porque él no había salido en busca de una chica, algo impropio en él, en cambio si había estado pendiente de la puerta de enfrente.

Sabía que ella no había salido, una suave música se escuchaba desde el interior de la casa cada noche, y él se había echo consciente de todos los ruidos. La había visto llegar con la compra, vestida con un chándal marrón chocolate que le quedaba ancho, su pelo castaño recogido en una coleta alta, e iba sin una pizca de maquillaje; estaba preciosa, tuvo que hacer un esfuerzo enorme por no salir a ayudarla con aquellas pesadas compras.

También la había visto muchas veces en la cafetería de debajo de su casa, sus miradas se habían cruzado, y una sonrisa amable había sido el saludo. Ninguna palabra. Se había sentido tentado a coquetear para ver si se acercaba, pero no lo había echo. Cuando una fabulosa rubia se le había acercado, no había podido evitar en fijarse en lo superficial que era.

Todo era extraño, su mente solo estaba ocupada por ella, y eso le enfurecía. Más de una vez, se había sentido tentando a acostarse con la primera que se le pasara por delante, pero todas esas veces se había excusado a si mismo, al fin y al cabo las excusas eran reales... «Mañana madrugó» «Tengo que preparar un documento» «Estoy cansado» «Mejor mañana»

Malas excusas, pero reales al fin y al cabo.

Una vez al ver la mirada de Laura puesta en él se sintió tentado, y se presentó delante de una fabulosa morocha, de largas piernas y voluptuosos senos, se había puesto a hablar con ella, a la espera de la interrupción de Laura. Pero ella no había interrumpido nada, todo lo contrario, había salido de allí.

Y eso lo había frustrado, le gustaba más cuando ella se le acercaba para molestarlo.

Una llamada a la puerta lo sacó de sus pensamientos.

-Ross.

-¿Si, Calum? -preguntó al saludo.

-Vamos a ir unos cuantos a tomar algo, ¿te apetece venir?

-No, gracias.

Los ojos de su amigo se abrieron de par en par, si los hubiera abierto un poco más se le hubieran salido. Calum entró al despacho y se sentó en la silla de enfrente.

- Habla.

-¿Qué? -preguntó Ross.

-Confiesa.

-¿Qué tengo que confesar? Creo que no he hecho nada.

-Pues tenemos dos opciones; o ya tienes planes, o alguien te espera en tu cama.

-Ninguna de las dos.

-Entonces te pasa algo -analizó su amigo.

-Estoy perfectamente.

-No lo estás. Algo te pasa. Hace días que no sales, y tu normalmente no te recoges.

-Tengo trabajo.

-¡Dios! ¿Quién fue?

-¿Perdona?

-Si, alguien te ha cambiado. ¿Te has enamorado y me lo he perdido?

-¡No digas tonterías! ¡No me he enamorado!

-¿Quién es ella?

-Calum...-le advirtió Ross.

-Soy tu amigo, ¿por qué no me lo dices?

-Porque no hay nada que decir, y ahora si no te importa tengo que acabar con este documento.

-Te lo arrancaré si hace falta -dijo levantándose- pero averiguaré quien es ella, Ross Lynch, lo averiguaré.

-Ya, ya... avísame para conocerla yo también.

-Si, si, ríete -Ross sonrió, e hizo un gesto para que se fuera- me voy, pero volveré.

-Adiós, Terminator.

- Lo averiguare.

Calum salió del despacho, y Ross se tiró sobre el respaldo de su silla respirando profundamente. No se había enamorado, que no tuviera ganas de salir no significaba nada de nada.

-No significa nada -dijo en voz alta- Nada.

Playing with fire. |Raura|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora