Capítulo I "Las Estrellas del Cielo"

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La luna su luz entregaba a las hermosas regiones de la Tierra Media, los hermosos destellos que Varda había creado, adornaban la bóveda nocturna que cubría como un manto a toda Arda. Se podría decir que se sentía una tranquilidad en la Tierra Media...

Menos en el reino de Gondor y Rivendel...

Elrohir cabalgaba con desesperación, seguido de Lindir y cinco elfos mas, cruzaban Tierras Brunas dirigiéndose hacia el norte para ir a Rivendel, el rey elfo, su capitán y sus guerreros que le seguían estaban agotados por la gran búsqueda que habían hecho, sus piernas les dolían por tanto cabalgar, sus estómagos gruñían, pues desde la mañana no habían probado alimento y no tardaría en amanecer. Pero todo eso era mitigado por la desesperación que sentían en sus corazones al no poder encontrar nada de aquello que buscaban, habían ido al reino de Rohan a solicitar ayuda del rey Eomer hijo de Eomund, quien había mandado a una gran tropa de jinetes a recorrer todas sus tierras buscando aquello preciado por el señor de Rivendel, pero la búsqueda fue en vano, no encontraron nada en su reino, con decepción en el corazón, Elrohir agradeció la ayuda del rey y marchó de regreso a su hogar esperando que al menos su hermano tuviera mejores noticias.

Después de unas horas llegaron al Glanduin, cerca de las Montañas Nubladas, allí desmontaron, dejaron a los caballos beber agua y descansar, mientras ellos encendían una fogata y preparaban algo para cenar.

—Mi señor, debe comer—dijo Lindir mientras le acercaba un pequeño recipiente con un poco de sopa.

—No tengo hambre Lindir, gracias—respondió Elrohir.

—Pero no ha probado bocado desde hace días—insistió el elfo—¿cómo piensa continuar con la búsqueda si se llegara a enfermar? su hermano no me perdonaría si algo le pasa.

Vencido ante las palabras de su capitán, Elrohir tomó el tazón entre sus manos y comenzó a comer, la comida y el agua le sabían a amargura, eso se debía a que la preocupación no le dejaba degustar bien, era normal, no estaría bien hasta que encontrara respuestas. Levantó la vista al cielo para ver el momento perfecto en el que la estrella de Eärendil surcaba el cielo, "abuelo, por favor, ayúdanos" dijo en sus adentros mientras dejaba salir un gran suspiro.

Todos comían con tranquilidad pero con un poco de desesperación, el silencio estaba presente desde hace tiempo y ninguno había dicho una palabra, se dejaron acoger por el sonido del agua, el cantar de los grillos y el ulular de las aves nocturnas, cada uno perdido en sus pensamientos.
Hasta que el sonido de alguien abriéndose paso entre los arbustos los puso alerta. Todos se pusieron en pie, desenfundaron las espadas y miraron en dirección de los árboles.

Cada vez, los pasos se escuchaban más cerca, poco a poco los matorrales se abrieron para dar paso a...

—¡Tío abuelo!—el grito de una voz delgada y suave llegó a los oídos de Elrohir. El elfo vio como de las sombras la silueta de una doncella de quince años se iba formando, cuando reaccionó, ésta lo había abrazado por la cintura y recargando su cabeza en su pecho.

—Falsa alarma—dijo Lindir a sus hombres, quienes guardaron sus armas al reconocer a la niña.

—¿Gilirien? ¿qué estás haciendo aquí?—Elrohir se separó de la joven con suavidad, aun estaba aturdido por su aparición.

—¡Gilirien!—de entre los mismos arbustos salió Eldarion, completamente furioso, seguido de Glorfindel, Elladan, cinco elfos y cinco hombres de Gondor—¡¿Qué parte de no te alejes no entendiste?!

La jovencita, asustada ante el regaño se escondió detrás de Elrohir.

—No esperaba encontrarte aquí—dijo Elladan saludando a su hermano—íbamos a pasar de largo por aquí, pero ésta belleza quiso venir al río—y señaló a Gilirien que sólo sonrió tímidamente.

La Tumba de Cerin AmrothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora