Kami moría por ese cuchillo, era hermoso. Sentía que con él podía asesinar a quien se atravesara en su camino fácilmente, sin embargo, cincuenta bendiciones de oro era un precio que no podía pagar ni siquiera si terminaba aquél trabajo, y no iba a ser mal remunerado, precisamente.
Eso de ser una caza recompensas le encantaba, aunque el hecho de que le pagaran menos por llevar siempre sólo la cabeza de sus víctimas no le gustaba, creía que carecía de sentido, al fin y al cabo, los iban a matar de igual forma.
Se encontraba esta vez en Nachi, lo más al norte del reino de Hap posible y, a su vez, su ciudad natal. Estaba tras la huella de un ladrón, bandido y asesino buscado por el reino. Todos los cazarecompensas le temían, y con razón, ya había matado a unos cuantos, no obstante, Kami era cuento aparte. No le importaba si moría o no, ella simplemente quería una nueva aventura... Y si el matar estaba de por medio, mucho mejor. Ahora, si era alguien a quien podía torturar sin recibir alguna represalia por parte del reino, es que simplemente no se podía resistir.
Mylo era un tipo listo, escurridizo, Kami le había seguido la pista por todo el reino. Gracias a sus informantes y a uno que otro soborno sabía que Mylo iba a intentar salir del reino ese día. Nachi, la puerta norte, sería la que atravesaría, ella sólo debía esperar cerca pacientemente y estar atenta.
Se paseaba por el mercado de armas, veía katanas, cimitarras, dagas, arcos, de todo. Sin embargo, no podía sacarse ese cuchillo de la cabeza. Había dado la vuelta completa al lugar y se encontraba al frente de ese cuchillo, de nuevo. Acero damasco de la más alta calidad con los patrones distintivos de su hoja, una empuñadura de cuero cómoda y que brindaba un buen agarre y la firma de nada más y nada menos que Hattori Hanzo, el más célebre herrero de Hap.
- Es un hermoso cuchillo, ¿No crees? -. Escuchó. - ¿Qué haría una chica tan bella y delicada cómo tú con él?
- Asesinarte, Mylo. - Dijo Kami al volverse hacia él. - Eso haría.
- Pues entonces qué bueno que no lo tienes. Tenemos que hablar.
- ¿Supones que sin él no podría matarte?
- Supongo que sin él, tendré tiempo para hablarte. Sé perfectamente que puedes matarme con tus propias manos.
- Qué bueno que lo tengas presente. ¿Qué quieres decirme? Te mataré de igual forma, sólo que no puedo torturarte como quisiera al frente de toda esta gente.
- Vamos a un lugar en el que estemos solos, entonces.- Dijo sujetando la mano de Kami.- No sabemos qué pueda estar pasando.
kami se soltó bruscamente y justo en ese momento, antes de que Mylo pudiera hacer algo, las campanas de la ciudad retumbaron por el ambiente en señal de alarma.
- Joder, se suponía que llegarían mañana. - Mylo maldijo y luego tomó la mano de Kami, de nuevo.- Era esto lo que trataba de decirte; Greco planea hacerce con Nachi. Tenemos que irnos.
- ¿Tiene algo qué ver conmigo?- Preguntó Kami mientras corría tras Mylo.
- ¡No! pero morirás si te quedas. ¡Vamos!
- ¡Pues me quedo!- Kami se soltó y detuvo su marcha, se volvió en dirección a la puerta que daba a Greco, la frontera que el ejercito invasor debía cruzar.- Puede que muera, pero me llevaré a unos cuantos de ellos conmigo. Ese placer no me lo arrebatará nadie.
- ¡No lo entiendes, maldita sea! ¡Eres más importante de lo que crees! Debes vivir a toda costa.
Justo en ese momento las puertas de Nachi cayeron tras un fuerte golpe. Oleadas de soldados arremetían en contra de los ciudadanos quienes eran dominados por el pánico.
Kami comenzó a correr en aquella dirección al mismo tiempo que los pocos soldados del ejercito Hapenita que habían allí lo hacían.
Mylo trataba de alcanzarla pero ella era rápida, más de lo que había podido esperar de la portadora de la perla fuera de un campo. Kami se aproximaba al ejercito Grecoita a toda velocidad, tomó las dagas que escondía amarradas a sus muslos y arremetió contra el primer soldado que vio cortando su yugular con un suave movimiento de la mano. Uno de ellos la atacó de frente haciendo descender su espada sobre ella, Kami lo esquivó inclinándose rápidamente a su derecha, amagó un golpe a la cara del soldado, quien al subir su escudo para cubrirse el rostro sintió como la daga de Kami penetraba en su muslo izquierdo. En el momento en que el soldado cayó de rodillas ella enterró una daga en su cuello mientras esquivaba otro ataque que venía desde atrás. Giró sobre sí y pateó en el rostro a su nuevo contrincante, el cual se tambaleó mientras sarandeaba su espada horizontalmente de manera torpe. Antes de que pudiera tocarla, Kami saltó por encima de él apoyándose en sus hombros y, con un leve movimiento de su mano, ya eran tres cuellos rebanados sin esfuerzo.
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Corazón De Piedra
FantasíaSu misión no es buscar pelea. Su misión no es buscar problemas. Su misión es simplemente no morir. Pero... Qué difícil es hacerlo estando ya en el infierno, ¿Verdad?