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Me mantengo allí parada, escucho otra sirena, se estaba acercando a la escuela. Me acerqué al balcón del pasillo mientras todos se incendiaban. Uno de los bomberos me ve:

— ¡Hay alguien ahí! —Le grita a uno de sus compañeros.

Yo solo me mantengo serena y los miro correr como hormigas para salvarme. Ellos suben las escaleras rápidamente.

—Ya estamos aquí, te ayudaré a bajar —me dice él tomándome por un brazo.

El tipo fue muy amable, con sumo cuidado me ayudó a bajar las escaleras hasta que pisé tierra firme. El director se acerca a uno de ellos y le dice algo. Puedo verlos desde donde estoy, pero por todo el alboroto se me hace imposible.

Ese bombero se acerca al que me ayudó a bajar.

—Mantenla a ella ahí, ya vienen a buscarla —lo mira.

Él dejó de ser tan amable y me apretó fuerte por el brazo. Escucho las sirenas cada vez más y más cerca. Vi a un grupo de chicos sentados en el parque mientras yo estaba allí parada en medio del caos.

Una patrulla de policías llegó al lugar, yo solo miraba como los bomberos detenían el fuego que era creciente cada vez más.

—Tengan, ella es la chica —dice el hombre que me sujetaba.

— ¿Qué? ¿Qué? ¿Pero por qué? —Empiezo a moverme.

—Está usted detenida por daños a propiedad privada e intento de homicidios. Tiene derecho a guardar silencio, pues todo lo que diga en este momento se le pueda utilizar en su contra en un juicio. Puede permanecer en silencio hasta que se le asigne un abogado o usted tenga uno que la presente.

El oficial junto con otro compañero me sujeta fuerte por los brazos y me conducen hasta la patrulla. Todos me veían hacer el ridículo. Lanzo algunas patadas y puñetazos al aire, los oficiales me empujan y agarran tan fuerte que de seguro me dejarían marcas en los brazos. — ¡Yo no hice nada! ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! —grito mientras intento escapar de sus ásperas manos. —Señorita, no complique el trabajo —escucho que uno de ellos dice. En un momento dado me escapé de ellos y salí corriendo por todo el campus, no sé qué pretendía porque mis compañeros me cayeron atrás junto con los policías y me detuvieron. Me arrojaron al césped y en ese momento fui esposada. Me di cuenta que mientras más intentaba zafarme peor me iba. Respiré profundo y dejo de forcejear, tras varios empujones entré al carro esposada después de escuchar la multitud gritarme cosas como: asesina, loca, psicópata, terrorista y un sinfín de cosas que me dejaron marcada. Fuimos a la estación, pues era allí donde creí que me llevarían. Llegamos al lugar, fui dirigida por los dos oficiales. Me llevaron a tomarme una foto, si esas que les toman a los peores delincuentes. Había una oficial haciendo el trabajo de fotógrafa, está del otro lado del monitor, mientras la cámara está posicionada ya para tomarme la foto. Me indican que me ponga derecha, suena la cámara al tomarme la foto. Luego me piden que me ponga de lado y unos segundos después suena la cámara otra vez. Me sacan de allí y me llevan a poner la huella, una pantalla junto a mí la muestra mientras esta es tomada. Luego de terminan todo ese proceso

Me llevan hasta una pequeña celda mal oliente y descuidada que estaba ocupada por unas dos personas más.

—Ponte de espaldas —me indica para retirarme las esposas.

Me senté en una esquina de la celda, me imagino que ya mi caso estaba en el sistema, tenía frio y me sentía indefensa, las horas dos mujeres que estaban allí me miraban fijamente lo que provocada esa sensación de inseguridad me arropara. Esas mujeres estaban allí, quería saber qué había pasado con Travis, por qué me dejó ese tonto. Me puse de pie y caminé hasta los barrotes de la celda.

—Tengo derecho a una llamada, quiero llamar —grito.

Una mujer policía se acerca hasta donde estoy.

—Bien señorita, solo puede realizar una llamada —dice mientras abre la celda.

Ella me tomó por el brezo y me condujo hasta el lugar. Ella toma un folder y escribe algo allí, luego me pide que firme.

— ¿Qué es esto? —Pregunté

—Tenemos que tener tu firma cuando se te da el derecho a la llamada. Solo debes de hablar sobre los motivos o informar donde estas.

—No tengo problema.

Ella me indicó donde estaba el teléfono y se colocó a una distancia prudente, me daba mi espacio, pero estoy segura que escuchaba lo que decía.

El teléfono suena una y otra vez. Pero nadie lo toma.

— ¿Travis dónde estás? —Susurro.

Marco desesperada el número de mi madre.

—Mamá, hola.

—Hola Stheisy, ¿Qué ocurre?

—Mamá, estoy en prisión, me han detenido, por favor ven cuando puedas, no sé qué tanto estaré aquí, pero sé que estoy en problemas.

—Pero, Stheisy ¿Qué pasó? —La escucho sobre saltada.

—Mamá, Tamara lo sabe todo, ella te contará —Mira a la oficial — ya me tengo que ir. Te quiero —cuelgo sin escuchar su respuesta.

Me llevan a la celda y allí permanezco.

Un par de horas, no sé cuántas exactamente escucho a mi madre discutir.

— ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá, aquí estoy! —Digo mientras saco mi mano por la reja.

— ¡Stheisy! ¡Stheisy!, ¿Carió estas bien? —Ella corre hacia a mí y me agarra las manos.

—Sí mamá, estoy perfecta —le contesta feliz de haberla visto.

—Pero ¿Qué pasó? —Pregunta angustiada.

—Mamá, no sé estaba en la escuela incendié un curso, había personas ahí, llegaron los bomberos, uno de ellos me bajó luego vi al director hablar con uno de ellos y llegó la policía, me trajeron aquí. No sé cómo salgo de estas no, no comprendo cuando fue tan serio.

—Hija, —agacha la mirada— tres de tus compañeros están muy mal. No te preocupes, buscaré un buen abogado y veremos cómo nos hacemos para salir de esta, ¿Ok?

—Está bien mamá. ¿Sabes quiénes son?

—No, le preguntaré a tu hermana cuando vuelva a casa, todos fueron retirados de la escuela. Ya me iré a ver qué puedo hacer. Te amo pequeña —me mira a los ojos al decirlo.

—Yo también, mamá —dije mientras la vi alejarse.

Ahora estaba aquí, atrapada y el tonto de Travis me había dejado sola, debí de saberlo, se iría y me dejaría sola, pero lo peor de todo era que el plan había fayado, solo había personas en el hospital y por como vi las cosas de seguro no era nada grave.


Así comienzan mis primeras cuarenta y ocho horas. No podía creer lo que estaba pasando, realmente parecía una pesadilla, nunca pensé que a los diez y ocho años iba a terminar en la cárcel. Empecé a darme cuenta de lo que estaba pasando, podían acusarme de terrorismo, yo no era una terrorista, solo quería terminar con el sufrimiento de mi familia y mira como terminó.

¿Cuál es la realidad? (Nueva versión de Mil voces que me atormentan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora