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Era extraño volver a la escuela y ver aquel edificio en reparaciones fue aún más extraño. Mi hermana había sido retirada de la escuela por obvias razones, las cuales comprendo completamente. Entré al patio y todos empezaron a mirarme, sus ojos se clavaron en mi esquelético cuerpo y mi cerebro en cuestión de segundos se bloqueó completamente. Me quedé allí totalmente helada, me balanceaba de un lado a otro mientras mi mano sostenía el codo de mi otra mano que colgaba. Miré a mi alrededor y ellas me miraban fijamente sin yo saber qué hacer. Miré por encima de mi hombro y a lo lejos lo vi, vi a Alejandro, él me miraba a la vez igual que todos los demás. La brisa comenzó a acariciar mi pelo elevándolo junto con el viento, haciendo que unos flequillos chocaran con mi cara. Volví a mirar al frente y me encontré con cientos de ojos mirándome a la vez. Me sentí atrapada, lentamente empecé a caminar hacia atrás, mientras los miraba. Salí corriendo, no pude aguantar más la presión de sus miradas.

Corrí y atravesé todo el jardín, llegué hasta el pasillo, me detuve de repente al darme cuenta de que las personas que estaban allí también me miraban, ¿Qué le pasa a todos? Yo no hice nada. No paro de pensar. Había corrido tan tapido que me costaba respirar. Los flequillos sobre mi rostro cubrían una gran parte de él. Atravesé aquel pasillo y entré al baño, dejando todo un mar de estudiantes furiosos e incrédulos de lo que mi hermana había hecho.

Coloqué mi mochila sobre la encimera del baño y apoyé mi cuerpo de la pared, unas chicas entraron al baño y me miraron.

—Entonces ahora los locos nos ponen en peligro —dice una de ellas mientras se ponía labial mientras se miraba en el espejo.

Yo la miré y me enojé con lo que dijo.

—Pobre de nosotros, ahora tenemos que andar con cuidado porque podrían prendernos fuego.

Me acerqué a ella tan rápido que se dio cuenta de lo cerca que estaba cuando le agarré el hombro y con fuerza hice que se girara hacia mí.

—Escucha, ten cuidado de lo que dices —le advierto.

—Ella me empuja haciendo que la pared me sostenga —¿Por qué tengo que tener cuidado?

La otra chica nos mira asombrada por lo que está sucediendo.

—Esperen, deténganse. Pelear ahora no es lo más indicado —se pone en medio de nosotras.

Me paro derecha y la miro.

—No hables así de nosotras, no nos conoces —la señalo con el dedo acosador.

—Sé lo suficiente como para decir y tengo argumento de que tu hermana es una loca.

—Mira de ella no hablas mal —me acerco bruscamente a ella.

—Paren, paren ya —intercede la otra chica.

La miré fijamente a los ojos mientras apretaba los dietes. Me acerqué a ella y tomé mi mochila sin quitarle la vista de encima, para luego salir de aquel lugar. Tiré la puerta del baño a un lado. Todos me vieron salir realmente molesta, un grupo de chicas se me quedan viendo.

— ¡¿Qué ven?! —Les grito a ellas mientras continúo caminando.

En ese momento me di cuenta de que me molestarían si les mostraba debilidad, si ellos creían que estaba loca, pues, iba a ser que me respetaran un poco por lo menos, no dejaría que nadie me molestara por algo que ni mi hermana ni yo elegimos y ellos no iban a tener la libertad de molestarnos por algo que se escapa de nuestras manos, eso no lo iba a permitir.

Caminé hasta el patio del que había huido antes, caminé sin que me importara que me vieran, me senté en un banco donde había unos chicos sentados y saqué mi teléfono.

— ¿Qué haces? —Pregunta el chico junto a mí.

Seguí usando mi teléfono sin prestarle atención.

—Oye, no me escuchaste —toma mi teléfono.

— ¿Qué crees que hacer? Dame mi teléfono —los demás me miran.

—Marcos, dáselo, ven vamos a otro lugar.

Él me mira de arriba abajo mientras que yo mantengo la misma posición de antes. Él me entrega el teléfono y se va junto con sus amigos.

—Esto no podría ser posible, estas cosas no las permitiré —Digo mientras miro a los demás —Ojalá me convierta en una loca también.

Miré enfurecida a todo, el tonto de Alejandro se atrevió a ignorarme después lo que pasó, pero bien, ya no me importa, ojalá se joda. Estaba tan enojada con él que ahora no me importaba lo que fuera a sucederle. ¿Cómo me llegó a interesar ese tonto? Ni sé cómo, pero basta de lamentarse. Estas cosas no me iban a volver a pasar, a mí no. Él se burló de mí y yo no lo iba a permitir, para nada. A mí me hacen una vez, pero dos veces no.

Mientras estoy allí sentada lo veo coquetearle a otra chica, no puedo creer lo desvergonzado que es, ¿Quién se cree? Él no podría pretender que un día iba a estar conmigo y al otro iba hacer lo que él quisiera y yo lo iba a permitir. ¿Dónde está ese amor del que él tanto hablaba? ¿No que era el amor de su vida? ¿No que si no era conmigo entonces no era con nadie? Se equivocó, se equivocó conmigo, porque esto no podía quedarse así.

Me puse de pie y con mis puños apretados caminé hacia él. Alejandro levantó la mirada y se dio cuenta de que me estaba dirigiendo hacia él.

— ¡No seas tonto!, ¿Por qué haces esto? ¿Por qué? —Lo empujó con fuerza.

Ella se me queda mirando sin comprender que ocurre. No pasó mucho tiempo para que las personas se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo y qué él no dijera nada me enfureció aún más.

—No seas tonto, me usaste, me engañaste y encima de eso mira lo que me haces. ¡¿Eres tonto o te haces?! —Todos empiezan a acercarse.

Le doy una cachetada.

—Pero dime algo —le exijo.

Él me mira, sus ojos mostraban enojos y con los dientes apretados me dice:

—Ya no me interesas.


Y esa fue la gota que derramó el vaso.

¿Cuál es la realidad? (Nueva versión de Mil voces que me atormentan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora