Capítulo 10

8 1 0
                                    

He dedicado la última hora a organizar todo en mi nuevo apartamento, desde colocar mis ropas en el armario, hasta acomodar los libros en su respectivo orden, mientras Willie Colon me acompaña con su popular canción Idilio, decido re acomodar la cocina a mi gusto.

Saco los sartenes del anaquel y los coloco junto al fregadero recitando la letra en mi cabeza,

"Que a besos yo te levante al rayar el día y que el idilio perdure siempre al llegar la noche..."

Mi móvil suena repentinamente, reemplazando la canción por el tono de llamada, leo en la pantalla Emiliana y me apresuro a responder, es mi madre.

- Hola mamá - Le respondo en un tono alegre.

- ¿Cómo está mi neoyorquina favorita? - Ruedo los ojos, mamá y su singular sentido del humor.

- Estoy bien, justo me encuentro ordenando mi nuevo apartamento - Decido preguntar por mi familia y así enfoco la conversación en alguien que no sea yo - ¿Qué tal están por allá? -

Ella resopla por lo bajo y sé que intenta contener una sonrisa - Estamos muy bien, Ted y Patito están reparando algo en el motor del auto, ya sabes que yo de eso no entiendo casi nada. Ya los vieras, son más aceite de motor que persona -

Me río a carcajadas, esos son ellos, mecánicos fallidos, al final, papá y Patito siempre terminan por llevar el auto con un mecánico. Hay unos segundos de silencio que mamá interrumpe.

- Hija, sé que no debo meterme en estas cosas, pero, sal, diviértete un poco, se joven, conoce chicos de tú edad, no todo es trabajo y estudios -

De inmediato la interrumpo, no quiero ir por allí.

- Mamá, debo colgar, he ordenado pizza y están timbrado. Adiós, te amo-

Cuelgo sin darle oportunidad a responder.



Es casi media noche y yo estoy completamente rendida, decido darme una ducha antes de irme a la cama, mañana domingo tengo mil cosas por hacer.

Quito mi polera y la coloco en el cesto de ropa sucia junto a mi sostén, desabotono mi pantalón de mezclilla y lo deslizo por mis piernas, de repente veo un pequeño papel caer a mis pies, lo había olvidado, es la tarjeta de presentación que me encontré en el taxi esta tarde.

Es negra, la tomo con mis dedos y puedo notar que es de un material exclusivo, de superficie lisa.

Escrito sobre ella con letras doradas que resaltan de la superficie puedo leer Varick Jannssen, más abajo un número y un correo electrónico con su nombre, volteó la tarjeta la cual tiene una frase de tres letras "Atrévete a intentarlo".

Le doy la vuelta nuevamente y releo su nombre, Varick, no me suena, es más diría que nunca he escuchado ese nombre. Giro la tarjeta entre mis dedos una y otra vez, es como si creyera que con leerlo repetidas veces encontraré una respuesta: atrévete a intentarlo, repito la frase una y otra vez en mi cabeza como un mantra.

¿Intentar qué?, ¿Un negocio? ¿Un juego? ¿Y si es un vendedor de armas? O peor aún...

El pitido de mi celular anunciando que tengo un mensaje me distrae y sonrío con lo patética que debo parecer tirada en medio de mi cama en bragas meditando sobre una simple tarjeta que encontré tirada en la parte de atrás de un taxi.

Es Jenna:

Acaso puedo saber ¿Cómo llegó mi mejor amiga a Nueva York?

De inmediato sonrío al imaginar su contagiosa alegría. En Utah deben ser las diez de la noche, tenemos dos horas de diferencia. Respondo.

He llegado bien. Te extraño.

Me levanto y termino de desvestirme para irme directo a la ducha. Una vez dentro, levanto la manija y de inmediato la lluvia artificial abunda la estancia.

Dejo que las gotas de agua caigan por mi espalda y permito que su tibieza me relaje, no puedo evitar desviar mis pensamientos hacía la pequeña tarjeta y no logro entender de qué trata.

Es muy extraña, no deja entrever nada por más que he observado cada cuidadoso detalle de ella.

Me alejo de la cascada y tomando el jabón lo deslizo por todo mi cuerpo, limpiando cada parte de mí, luego colocándome nuevamente bajo la ducha, lo retiro todo de mi cuerpo, y veo como se va en forma de espuma por el desagüe.

Al salir, veo que tengo una respuesta de Jenna.

Yo te extraño mucho más, ya no tengo a mi consciencia cerca de mí. Sólo quería saber que estabas bien, te escribo mañana. Me iré a la cama, he salido con Renzo todo el día y estoy rendida. Besos.

Leo su mensaje el cual respondo con un simple guiño, bloqueo el móvil y lo tiro a mi cama para ponerme mi típica bata de dormir, escojo una celeste con flores moradas, luego de ponerme mis bragas la coloco sobre mí y me lanzo a la cama.

Tomo la tarjeta nuevamente, ¿Y si llamo? Puede ser peligroso, me dice mi consciencia, no sabes si es un delincuente y tú te estás poniendo en bandeja de oro para sus fechorías. Omito su comentario y dejo la razón de un lado.

Por primera vez en mi vida, decido ignorarla, nunca lo he hecho, mi vida siempre ha sido correcta. Nunca hice algo malo, nunca. Esta vez, quiero arriesgarme, quiero hacer algo incierto. Con 24 años de vida, es la primera vez que lo haré: me atreveré a intentarlo.

Presiono el símbolo de llamada y llevo el teléfono a mí oído.



Atrévete a IntentarloWhere stories live. Discover now