2. Robin

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Robin

Dicen que Barcelona es una ciudad española, pero  la ciudad no es más que una mezcla de nacionalidades que llega a ser superior a la de Londres. Alemanes, suecos, americanos, franceses, argentinos… Apenas puedo escuchar a alguien hablar en español, por lo menos por el centro.

El autobús que nos ha traído desde  el aeropuerto nos ha dejado en medio de una calle sin tener ni idea de hacia dónde tirar. Agarro mi enorme maleta llena de un 80% libros y comics y otro 20% ocupado por ropa y sigo al profesor. Caminamos por estrechas calles antiguas, altas y dignas de una película de Wes Anderson, tan mágicas y tan de cuento.

—¡No me puedo creer que esté pisando Barcelona! —EL entusiasmo de Abril es contagioso. Sonrío ante su felicidad y seguimos a la manada—. Siempre he querido visitar Barcelona, y ya ves —abre los brazos como si quisiera abrazar la ciudad—, aquí estoy.

—Ya ves.

—…Joder, tío, ¿dónde habrá algún club de striptease?

—Pues a saber, pero seguro que encontramos alguno.

Escondo la sonrisa cuando paso al lado de Alberto y Lucas mientras cuchichean sobre club de striptease y sigo caminando en silencio por las calles. Ni siquiera Madrid está tan abarrotado de gente caminando en todas direcciones.

Me es difícil caminar con la maleta entre tanta multitud, pero cuando llegamos a la residencia dónde vamos a vivir durante el próximo mes y medio, me paro, anonadada y maravillada por el edificio.  Está situado en una plaza de baldosines, erigiéndose imperiosamente ante nosotros. Su estilo es muy parecido a una catedral gótica,  con el empleo del arco apuntado, la bóveda de crucería, agujas, chapiteles y gabletes como signo indiscutible del estilo gótico, utilizado para obtener la máxima luminosidad. Sonrío para mí misma ante mi capacidad para recordad algo sobre la arquitectura gótica que estudié en arte hace un año. Empezamos a subir por los escalones de piedra, pero un hombre, acompañado por varios chavales de no más de veintiún años, nos para. Me hago un huego entre la manada de estudiantes, con abril a mi lado, para legar a la primera fila y escuchar al hombre.

Antonio sale del grupo y se acerca al hombre. Se dan la mano y ambos quedan de frente a nosotros.

—Bueno, gente, me llano Ramón y seré en encargado de las actividades que realizaréis mientras estéis en Barcelona. También soy el jefe de personal y el encargado de que vosotros —nos señala— no hagáis el bestia por los pasillos de este histórico edificio que os hemos prestado. ¿Entendido? —Todos asentimos y seguimos callados, expectantes ante lo próximo que nos dice—. Estos cuatro merluzos a mi espalda serán vuestros monitores…Y nada de enrollaros con ellos, que me conozco la movida —mira a un grupo de chicas de mi clase que están cuchicheando mientras observan a los monitores masculinos, que están riéndose ante las bonitas palabras de su jefe—. Os dividiremos en cuatro grupos de trece. Por favor, esperad sentados mientras os nombramos y os asignamos un monitor. Gracias.

Cuando los murmullos y el griterío comienzan de nuevo, Abril y yo nos sentamos en uno de los escalones de piedra, observando y analizando a los monitores. Dos de ellos son chicos, y las otras dos, chicas. Uno de los chicos se sienta en las mesas donde ya están pasando alumnos. Su pelo peinado de forma desordenada y  rojo como los tomates brilla y lo hace parecer en llamas. Es alto y delgado, con unas manos finas, parecidas a las de un pianista; el otro chico es más bajo y con el pelo rubio tapándole la frente, es más ancho y más rellenito, pero tiene algo que lo hace atractivo. Una de las chicas parece la mayor de los monitores, bajita, con el pelo teñido de verde y rapado por un lateral, dejando que su cara llena de piercings parezca sacada de un comic. Ella está riéndose de algo que la otra chica, alta, delgada, con el pelo castaño y una cara bastante corriente, le está contando.

Ever Dream [PARADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora