El ático de los miedos

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La música sin letras puede ser la que mejor comprenda cómo te sientes, ahora bien, ¿qué tan revuelta debes estar para que ninguna melodía, ni con la que siempre has llorado pueda entenderte? ¿Qué tan llena de sentimientos estoy que ni una lagrima resbala por mis mejillas pero siento el dolor como si cada sentimientos bailara con cuchillos por todo mi cuerpo?

Si pudiera hacer una metáfora de cómo es todo dentro de mí lo compararía con una niña, una niña muy singular, con muchos años (al menos más de los exigidos para ser una niña) siendo dueña de una hermosa casa y por años ha estado recolectando todo eso que le atemoriza y lo guarda lejos, en un ático, para que nunca vuelvan a molestarla.

Una noche un lindo recuerdo se quedó atrapado entre todos sus miedos en esa habitación que en lugar de ser oscura es muy clara, con paredes y techo de espejos, un olor fuerte a memorias, a personas que ha conocido durante toda su vida. En el centro hay una montaña desprolija de inseguridades que a simple vista algún aficionado del arte puede verle diferentes formas, como si de una nube o el dibujo de un infante se tratara, pero lo cierto es que allí yace todo aquello que la ha hecho temblar desde que sus pies empezaron a andar.

Al entrar puedes ver la casita que ella quería construir dentro de la escuela, luego el transporte escolar y un ruidoso niño de quizás sexto grado que la empujo y le dijo cosas muy feas. ¡Mira!, en un estante de madera esta la foto de Andrés. Que humillación tan grande sintió ese día.

Algo que no entiendo pero en ese ático ocurre es que en las pantallas se reproducen los recuerdos de esa niña como si de un tercero se tratara, como si alguien más estuviera viendo todo esto, y así, esos malos recuerdos terminan y vuelven a comenzar. Que lindos y enternecedores pueden ser los recuerdos de una niña, que lindo sería volver a cuando esas eran las preocupaciones.

Más adelante encuentra su pubertad, y decide pasar sin ver y se tapa los oídos fuertemente, con temor de tropezarse con un mal día.

Saliendo de allí la luz se vuelve opaca, parpadea hasta apagarse y quedar en lo que sería un abismo donde curiosamente no se ve nada pero los sentimientos están a flor de piel. El miedo a este punto la paraliza, sabe que hay algo allí en esa oscuridad, y aunque la luz no existe lo ve moverse y jugar a acercarse a ella y alejarse. Se arrodilla y entre llantos comienza a clamar el nombre de su Dios, su Creador y... no sé cómo explicar esto pero otra vez vuelve a ser la niña misma quien se ve allí en el suelo vuelta un manojo desde otro lugar no muy lejos, parada como espectadora y de pronto se alegra al ver una luz encenderse.

La niña se levanta del suelo y sale corriendo con esas ganas que la caracterizan hacia esa luz con una sonrisa en sus ojos que cualquiera podría decir que estaba a punto de recibir ese regalo que tanto estuvo pidiendo, y la verdad es que así fue. Agarra el teléfono y escucha su voz, vuelve a llorar mientras intenta contarle a él lo aterrorizada que estaba. Él le responde que no tiene que tener miedo, y le cuenta esa historia de espíritus, sip, la que le contaba siempre para calmarla y sip, la misma que a ella le daba más miedo.

Entonces ambos estaban de acuerdo en algo, que en ese momento ninguno de los dos quería estar en la realidad y hablaban de una casa, una hermosa que construirían juntos donde en vez de esconder en una habitación todos sus miedos, en ella pondrían juntos todo eso que ellos amaban, incluyéndolos el uno al otro.

Muchos se preguntaran que hace un recuerdo tan lindo en el ático de los miedos, yo en este momento me pregunto lo mismo, es que yo no sabía que esa casa jamás seria construida, que la palabra "jamás" me costaría tanto escribirla, que ese chico hoy día me odiaría tanto y que yo estoy todavía allí, en ese ático pero ya no con miedo a esa oscuridad sino a mí misma.

Yo podría enviarle esto pero no quiero dar lastima, y menos hacerle más daño, tampoco me permito volver a ser lastimada por haber amado tanto. El final del recorrido es que la niña se levantó con ganas de dejar todo eso en el pasado, abriéndole la puerta a todos sus miedos para que se dieran cuenta que ya no la aterrorizaban y que cada noche antes de dormir ve las sombras para calmarse, les sonríe y en un momento sin notarlo, no se da cuenta que se hicieron. Los recuerdos si siguen allí, y ojala siempre lo estén, ya tengo una pequeña historia que contar cuando el niño curioso llegue a preguntar.

Aurora líricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora