¿Y qué le podes decir?

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"Profe disculpe que la moleste, pero no voy a poder asistir a su clase el viernes... no sé si sepa, pero el sábado pasado, mi hermano se mató."

Con estas crudas palabras empezaba el mensaje que me sacó de mi sueño matutino.

Siendo sincera, no agendo todos los números telefónicos de mis alumnos debido a que son muchos y pocas veces me comunico con ellos personalmente.
Pero me basta solo mirar la foto de perfil para reconocer quién envía el mensaje.

Pero esta vez, un fondo negro escondía el rostro de aquella persona.

Me senté en la cama y me dispuse a contestar... pero cuando iba a escribir, me pregunté a mí misma: "¿y qué le podes decir?"

¿Y qué le podes decir?

A un alumno que te cuenta un problema personal.
A un alumno que te pide un abrazo.
A un alumno que llora mientras te cuenta su historia.
A un alumno que deja de ser tu alumno y se convierte en una persona más que necesita de tu consuelo.

Redacté un mensaje que decía:

"No te disculpes, no es molestia.
Mis más sentidos pésames a vos y a tu familia... y en cuanto a tu asistencia, no te preocupes, primero prefiero tu bienestar."

Me dejé caer sobre la cama una vez más, esta vez mirando al techo.

Me acordé de las veces que me sentí sola, de las veces que busqué en alguien alguna clase de consuelo, de las veces que me escondí para llorar y de otras tantas en las que quise desaparecer del mundo.

Cerré mis ojos por un momento.

"Te quedaste por algo. Descubrí porqué."

La frase que una vez me había sacado del borde del abismo y llenado de esperanzas... volvió a mí con más fuerza que nunca.

Recordé cuando una siesta, mientras descansaba de un ejercicio espiritual, me dejé caer sobre el cesped verde del lugar.

Estaba bajo un árbol, la brisa fresca me envolvía y la naturaleza me deleitaba con el vaivén de las hojas verdes.
Respiré profundo, alcé mis manos y jugué a tapar el sol... ¿cuántas veces no quise, de la misma manera, tapar mis problemas? Muchas, quizás demasiadas.
Pero esa tarde, el sol me recordó que la luz es más fuerte que la oscuridad.

Me dormí en aquel jardín.
Lo bueno de aquel lugar, era que podías quedarte dormida y nadie iba a molestarte.

Soñé que estaba en el mismo jardín, pero esta vez acompañada. Muy bien acompañada.
Esa persona acarició mi alma, acarició mi cabeza, me susurró algunas cosas y entre ellas... me aclaró mis dudas.

El sonido del timbre me avisaba que mi receso había terminado y debía volver a poner mi atención en los ejercicios.

Desperté.
Pero no fue como antes.
Desperté y esta vez... desperté para siempre.

Desde entonces, sé que mi misión es una y que si me quedé... fue para poder cumplirla.

Abrí mis ojos, un sonido me avisaba que un mensaje nuevo había llegado.

"Profe, no sé cómo seguir. Me quiero morir."

¿Y qué le podes decir?

A un alma que está tan rota y sola.

A veces, cuando nos dicen algo así... tendemos a asustarnos y huir. Solo decimos un "vas a estar bien", como si eso alivianara un poco la carga.

"No digas eso.
Todos, y me incluyo, vamos a apoyarte y ayudarte para que salgas adelante."

Génesis. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora