XXI. Lo que Dios quiere sanar en la humanidad - Parte 1 -- Hong Kong 🇭🇰

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A pesar de haber viajado a muchos países, al aterrizar en Hong Kong sentía el temor natural de que no me dejaran entrar al país en migración.

A este temor normal, esta vez se le sumaba el susto de la experiencia que había vivido en el aeropuerto anterior, al salir de Corea del Sur.

Mientras caminaba hacia el oficial de migración con mi pasaporte y mis documentos en la mano, sentía cierto nerviosismo.

Temía que otra vez algo saliera mal, que se enamoraran de que soy colombiano, y que mis imprevistos continuaran.

Me paré frente al hombre en la ventanilla, le entregué mi pasaporte, y me sorprendí con lo que pasó.

El oficial a duras penas y me miró, no me preguntó absolutamente nada, y ni siquiera me estampó el pasaporte.

Lo que hizo fue entregarme un pequeño papelito sellado que decía mi fecha de entrada y la fecha en la que debía salir del país.

Me entregó los documentos, abrió la puerta y me invitó a seguir.

Fue así como con gran alivio descubrí que Hong Kong es una de las ciudades más amigables a los turistas en el mundo.

Hong Kong, a diferencia de lo que alguno pueda creer, no es un país, sino una región administrativa especial perteneciente a China, la cual es independiente administrativamente del resto del país.

Es por esto que tiene su propia moneda, su propio sistema administrativo y económico, y su propio sistema migratorio.

La historia de un pueblo que apenas empezaba a vislumbrar, pero que comprendería mejor más adelante durante mi estancia allí.

Al salir de migración, retiré algo de dinero en un cajero usando mi tarjeta de crédito, y me enfrenté a la nueva odisea de localizar el medio de transporte que me llevara a mi lugar de destino.

Aunque en el aeropuerto internacional de Hong Kong hay una línea de metro, se me había indicado que debía tomar un autobús para llegar adonde debía ir.

Me dirigía hacia la casa de CC63.

Ese era su nombre de usuario en Couchsurfing.

En nuestra plática por WhatsApp, esta persona me había enviado la ubicación de un sitio cercano a su casa.

Así que antes de salir, valiéndome de la wifi del aeropuerto, utilicé Google Maps para identificar el número del bus que me llevaría hasta allá.

El mapa me orientó hasta un gigantesco parqueadero ubicado junto al aeropuerto.

Allí había muchísimos paraderos de autobuses, todos en dirección hacia un sitio diferente.

Fue la primera impresión que me llevé de la inmensidad de Hong Kong.

Mirando para todas partes, en el inmenso parqueadero extrañamente inhóspito, intenté identificar una oficina donde comprar el boleto para el bus, pero  no vi nada parecido.

Por suerte, no mucho después, una persona llegó y se puso de pie en una de las paradas de autobuses.

Con suspicacia de que no me entendiera, le pregunté en inglés como podía comprar el boleto para tomar un bus.

La persona me contestó claramente, con un nivel de inglés que hasta ahora no había encontrado en la gente de la calle mientras viajaba por Asia, lo cual me sorprendió.

Me dijo que para poder abordarlo, necesitaba adquirir una tarjeta llamada Octopus Card.

Me explicó que era algo así como una tarjeta de transporte público, pero que servía para pagar  todo.

VIAJANDO ENCONTRÉ A DIOS [ ✔COMPLETA] [ EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora