IX. El Rescate de Almas Extraviadas - Las Vegas / EE.UU. 🇺🇸

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El vuelo que me llevó hacia Las Vegas fue una prueba de resistencia. Desde el despegue en con escala en Houston, me vi atrapado en el confinamiento de un asiento estrecho y duro, reminiscencia de los autobuses urbanos de mi pueblo. Mi espalda se quejaba con cada minuto que pasaba, y mis piernas ansiaban estirarse. Sin embargo, la comodidad no era mi prioridad, viajar de la forma más barata posible lo era.

Cuando el avión finalmente aterrizó en Las Vegas, una oleada de luces y sonidos me asaltó. El aeropuerto era un hervidero de actividad, un microcosmos de la ciudad que se extendía más allá de sus puertas. Salí del aeropuerto y abordé un autobús urbano repleto, cuyas ventanas me ofrecieron mi primera vista de la ciudad. No tenía intención de explorar Las Vegas en sí; buscaba llegar a California desde donde viajaría a Japón. Las Vegas no era más que una escala económica en mi ruta.

Las luces parpadeantes y los neones brillantes competían por mi atención, creando un tapiz de colores que me hipnotizaba y desconcertaba al mismo tiempo. El contraste entre el deslumbrante esplendor de los casinos y la sencillez de mi autobús no podía ser más marcado.

Mientras el autobús serpentaba por las calles, cada giro revelaba una nueva capa de la ciudad: extravagantes letreros de hoteles y casinos, grupos de turistas emocionados, y una energía vibrante que parecía impregnar el aire. Sin embargo, a pesar de la ostentación y el brillo, no pude evitar sentir una desconexión. Había algo en el aire, una mezcla de euforia y desesperación, que me hacía sentir como un extraño observando un mundo ajeno.

El autobús finalmente se detuvo, no en una estación de autobuses como esperaba, sino en una concurrida parada en el corazón de Las Vegas. Al descender, el impacto de la ciudad se intensificó. El aire era un cóctel de sonidos: música estridente de los bares, risas, gritos de entusiasmo y el constante zumbido de la actividad. 

Caminando desde la parada del autobús hasta la terminal donde pronto tomaría el bus a California, me vi sumergido en un mundo que desafiaba mis expectativas. Las calles de Las Vegas se desplegaban ante mí como telón de colores vibrantes y luces parpadeantes, una jaula de luces, destellos y un ruido incesante que ensordecía la mente y con ello quizá la decencia. Mujeres danzando en las calles, sus cuerpos desnudos adornados con pinturas coloridas, me llamaban con sus voces seductoras, invitándome a sumergirme en el frenesí de casinos y bares. 

La ciudad era un espectáculo de contradicciones entre la indulgencia desenfrenada y la vida cotidiana: padres llevando a sus hijos de la mano, pasando junto a escenarios de hedonismo puro, nudismo, alcohol, gente ebria, fumadores, ludópatas y frenesí, creaban una dicotomía desconcertante. 

Mientras caminaba por esa calle que parecía no tener fin, las dudas y las reflexiones me asediaban. ¿Qué estaba buscando realmente en este viaje? ¿Hasta dónde estaba dispuesto a explorar antes de perderme en el laberinto de mis propios límites?

Mi corazón se debatía entre la curiosidad y el escrúpulo; aunque había resuelto explorar más allá de mis límites y creencias, algo en ese espectáculo me hacía querer desviar la mirada, ignorar los llamados y acelerar mi paso. Me sentí como un observador en una obra de teatro, donde cada escena ofrecía una visión más profunda y a menudo más desconcertante de la humanidad.

La caminata a la terminal de autobuses, aunque breve, pareció eternizarse. En mi mente, la imagen de Las Vegas quedó grabada como un collage de luces y sombras, un lugar donde la euforia y la desolación se entrelazaban en un abrazo inquietante.

Con cada paso hacia la terminal de autobuses, Las Vegas se revelaba como un enigma: un lugar donde la luz y la sombra se entrelazaban, invitándome a explorar sus secretos y, al mismo tiempo, a mantenerme a una distancia segura. Este capítulo de mi viaje, me di cuenta, sería uno de introspección y descubrimiento, un viaje no solo a través de una ciudad icónica, sino también a través de los recovecos de mi propia percepción y comprensión del mundo.

VIAJANDO ENCONTRÉ A DIOS [ ✔COMPLETA] [ EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora