7. Tinta y Papel

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Quién sabe por cuánto tiempo te he amado,

Sabes que todavía lo hago,

¿Esperaré toda una vida en solitario?

Si lo quieres, lo haré.

Y cuando finalmente te encuentre

Tu canción llenará los aires,

Cántala en voz alta para que pueda oírte,

Facilítame estar cerca de ti,

Porque las cosas que haces me obligan a quererte.

Sabes que lo haré... lo haré.

"I Will"

Lennon – McCartney



Dorothy llenaba la maleta de Ailian mientras esta, sentada en las piernas de Eleanor miraba con desconfianza a Albert.

¡Vamos nena!... no pretendemos alejarte para siempre...

¿entonces por qué quieres que me vaya?

Para que Sarah no pueda hacerte daño

Ya lo hizo... me quitó a mi papá...

No mi niña, es al revés... vamos a recuperar a tu papá.

Por primera vez en muchos meses, la pequeña sonrió y sus verdes ojos brillaron con alegría.

** *** ** *** ** *** ** ***

Annie se esforzaba con gran ahínco en recordar la inscripción del medallón, caminaba por las calles tratando de buscar algún indicio que pudiera esclarecer el último paradero de Candy.

Por fin llegó al Archivo General de la Ciudad, a ciencia cierta no sabía qué estaba buscando, pero algo tendría que sacar la verdad a relucir.

Buenos días madame, ¿en qué puedo servirle? – dijo del otro lado del mostrador un hombre amable con pinta de bibliotecario.

Estoy buscando datos acerca de un accidente ocurrido hace unos seis años... el descarrilamiento de un tren en las afueras de la capital...

¡Ah, sí! ¡recuerdo esa tragedia!... creo que puedo ayudarle, sígame por favor.

La chica suspiró profundamente y susurró.

Por favor Dios... si está viva ¡ayúdame a encontrarla!

** *** ** *** ** *** ** ***

El puerto estaba lleno de gente, vendedores, cargadores, transportistas y pasajeros. Albert ayudó a descender a Eleanor y a Ailian del carruaje, George se encargó de que los agentes portuarios llevaran el equipaje a los camarotes.

Archie abrazó a la niña sosteniéndola en sus brazos con algo de dificultad, pues el vestido de lino se le resbalaba entre las manos.

¿Y mi papá?

No debe tardar cariño... no debe tardar – contestó Annie acariciando su mejilla.

El automóvil de Terrence se estacionó con prisa, el actor ayudó a descender a su prometida, quien llevaba en las manos una costosa muñeca ataviada con un precioso kimono de seda. Terry distinguió entre la multitud el carruaje y tomando de la mano a Sarah se dirigió hacia allá.

¡Creí que no los alcanzábamos!... Sarah insistió en detenernos a comprarte un obsequio de despedida – dijo extendiéndole el juguete

Vamos Ailian ¡tómala!... después podrás arrojarla por la borda – susurró en su oído Archie.

La niña sonrió, no por el obsequio, sino por la genial idea de su tío.

Que la tome el Abuelo Albert, yo prefiero llevar conmigo la que me dio la Abuela Eleanor... ¿ya nos vamos?... quiero dormir.

Terry trató de contener su tristeza por el rechazo de su hija, mas no quiso demostrarlo, abrazó a Albert y a ella se conformó con solo enviarle un beso y verla ascender por la escalinata.

Si no hubieran estado tan entretenidos despidiendo a ambos, se habrían percatado de que justo al otro lado del muelle, en el barco que recién llegaba de América, dos figuras descendían en busca de un carruaje que los dirigiera a su destino.

¡Edward! ¡ven aquí!... tu abuelo aún no llega...

¡Mamá... ahí está el abuelo!

Un elegante hombre de cabello entrecano descendió de un carruaje igual de imponente que el de los Andley, un escudo de armas inglés franqueaba ambos lados. Los ojos verdes del caballero se iluminaron al ver a su hija y a su nieto descender.

La jóven llevaba puesto un traje de seda oscura a dos piezas y su rostro blanco cubierto por un sombrero de ala ancha. El niño usaba un trajecito a dos piezas color blanco, sus azules ojos contrastaban con el cabello castaño que caía en sus hombros.

¡Abuelo! ¡Abuelo!

El chiquillo rió a carcajadas y ambos entraron en el carruaje.

Vamos a la villa Thomas.

Enseguida Sir.

Sin saberlo, Candy y Terry se habían vuelto a cruzar, mas ninguno de los dos se dio por enterado.


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