-¿Eso es todo?-grité con furia al viento, tenía mis manos convertidas en puños golpeando contra mis caderas, podía ver mis nudillos tornarse blancos debido a la fuerza que estaba imprimiendo sobre ellos, debía concentrarme en no llorar.
Vi el auto de mis padres arrancar después de dejarme en la entrada de la casa de mi abuelo. Apenas alcancé a bajar la última balija , cuando mi padre estaba tomando su lugar al volante, mi madre como era de esperarse ni siquiera bajó. Siempre había sabido que no les importaba ni una mierda, pero, ¿dejarme así?, sin siquiera despedirse de mí, abandonarme como si fuera un saco lleno de escoria mal oliente, eso si que terminaba de quebrarme.Si es que algo podía quebrarse.
No pude contenerme más y sentí las lágrimas bajar por mis pómulos, arruinando mi rimel, dejando una línea acuosa y oscura sobre mi mejilla, corrí y me posé en medio de la calle viendo el auto hacerse diminuto cada vez más, pataleé con fuerza e hice una rabieta inmensa, tenía tanto coraje contenido, los odiaba demasiado, cada día más.
No es que vaya a extrañar vivir con ellos, pero hubiera querido que al menos tuvieran la decencia de entregarme a mi abuelo.
La vida en Londres era aburrida, lluvia todos los días, escuela, casa, escuela, comida, computador, libros, gritos de mamá, papá enfrascado en sus negocios, yo en la habitación martirizándome contra la pared cada vez que mamá me regañaba por alguna insignificancia, definitivamente no iba a extrañar mucho Londres, quizá solamente esas "escapadas" que me daba con Tomlinson.
Jamás me ponían atención, incluso había pensado que ni su hija era, me trataban con desprecio, más mi madre, la perfecta señora de sociedad, Margaret Smith, era una mujer de estatura mediana con figura esbelta, cabellos dorados y ojos enormes en tono azul, era la fina dama dedicada a su familia y a hacer donaciones a la caridad, una mierda todo eso, para evitar verme siempre salía, prefería pasar su tiempo en spas, centros comerciales, con sus amantes, en cualquier lugar menos a mi lado, todo era mejor que pasar tiempo con la pobre niña con miedo a socializar, con problemas de comunicación.Desde que yo recuerdo siempre he crecido con un complejo hacia mí misma, siempre había algo en mí que no terminaba por aceptar, primero mi físico flacucho y pálido lo cual era causa de burlas en el kinder, después cuando comencé a tomar la figura digna de una mujercita, me enfrenté con que mis senos se desarrollaron más rápido que en la mayoría de mis compañeras, así que ese fue otro tema para burlas, con el paso del tiempo el acné y mi sonrisa retorcida fueron debilitándome poco a poco, y a la suma de estas pequeñeces tenía que agregar las innumerables veces que mi madre hacía sus porquerías, sí, era todo un caso, y gracias a eso, crecí con un miedo inmenso a relacionarme con las personas, ¡gracias mamá, todo te lo debo a ti!
De papá, mejor ni hablo, era como si no existiera, siempre ocupado con los asuntos de la empresa, el intachable Charles Smith, alto, tono de piel blanco y con un enorme bigote en su rostro, cabellos negros y ojos del mismo tono que mamá, hombre de negocios y gran padre de familia, esa era la maldita pantalla que les hacían creer a toda la sarta de personas interesadas que formaban parte de la vida socialité en la que siempre hemos vivido dada nuestra buena posición económica, al menos de eso no me quejaba, para compensar la falta de tiempo a mi lado, me regalaban cosas costosas, y tenía todo lo que quería, por más ilógico que fuera.
Aún así los odiaba con todo mi ser, eran una porquería juntos, de los dos no se hacía ninguno, y no los necesitaba para nada, ya no, solo hicieron mi vida miserable, pero no más, eso se terminó, hace unos minutos cuando decidieron dejarme aquí fue que perdí todo rastro de "respeto" hacia ellos, que se pudran los dos.
-Deja eso atrás -dijo mi abuelo frotando mi hombro. Estaba parado detrás de mi en medio de la calle, limpié mis mejillas y volteé a verlo, me di cuenta que mis balijas estaban regadas por todo el concreto.
Lo abracé desesperadamente, no se que sería de mi sin este hombre, era un poco bajito, con demasiadas canas y su rostro tenía arrugas, cada que sonreía se le formaban en las esquinas de los ojos, siempre era muy elegante vistiendo sus finos trajes, me consientía, me mimaba, me educaba, cosa que mis padres no hacían, él era todo para mí, y sé que viviremos muy agusto aquí en Los Ángeles, es la única persona en la que podía confiar, después de las múltiples terapias en donde reafirmé mi autoestima renací de las cenizas, pero no para dejarme pisotear, si no para pisotear, era mi turno de repartir un poco del dolor que llevaba dentro, pero para poder llevar una vida tan vacía y austera necesitaba a una persona que creyera en mí y me amara aún a pesar de mi porquería, y ese era mi abuelo.
-¿Qué tienes ahora para mi? -pregunté sonriente, mientras caminábamos hacia la casa frente a nosotros, con paredes en tono blanco, un portón gigante de aluminio color negro limitaba la entrada, era enorme de dos pisos y con un extenso patio trasero, ya había venido varias veces durante mi infancia, conocía al derecho y al revés esta construcción.