Era sábado por la mañana, había amanecido muy soleado, la noche anterior llamé a Luna para que viniera a visitarme, de esa forma no me la pasaría aburrida, al menos con ella tendría con quien perder el tiempo y además tendría a quien criticar, ella como era de esperarse aceptó gustosa, sé que le es difícil conseguir el permiso porque sus padres no aprueban nuestra amistad, todo después de aquella pequeña fiesta en donde terminé desnuda en la alberca, en completo estado de ebriedad, ¿qué tiene de malo?, soy joven, y puedo hacer lo que me venga en gana, así que me vale lo que ellos piensen, para mi suerte Luna me apreciaba y hacía todo lo que le pedía siempre.
-Ven vamos, ponte el bañador -le supliqué a Luna, me estaba dando jaqueca escucharla quejarse de que mis bañadores estaban muy descubiertos.
-Lena, me da pena. -dijo ella viendo con horror los diminutos bikinis que compré hace dos veranos en Brasil.
-Mierda mujer, luce ese cuerpo.- le dije dándole uno negro un tanto más cubierto, y la envié a cambiarse.
Bajé despavorida, estaba ansiosa por sambullirme en la piscina, el clima estaba perfecto, y la tonta de Luna tardándose, apenas mis pies tocaron el césped sentí la necesidad de despojarme de la blusa que me cubría, la lancé al suelo y me sumergí en el agua, salí a flote rápido y sacudí mis cabellos, estaba helada pero no importaba, el sol en poco tiempo la calentaría.
-Muévete mujer -le grité a Luna, quien apenas venía hacia acá, estaba envuelta en una toalla, pero si será tonta, debe sacarle provecho a ese cuerpo que tiene, siendo así morirá virgen.
-Ya voy, Ya voy.- habló entre dientes, sus mejillas estaban hirviendo.
Dejó su ropa impecablemente doblada en el camastro y la toalla extendida, bajó por las escaleras hacia dentro de la piscina, ella a diferencia mía era más conservadora. Más mojigata eso era todo, a la mierda las apariencias, bien que ella se divertía cuando a veces nos íbamos de fiesta, podía sentir la libertad en todo su cuerpo, pero vivía temiéndole a su padre todo el tiempo.
-Está deliciosa Lena -dijo refiriéndose al agua.
-Lo sé, te lo dije.
Jugamos un poco en el agua, después me senté en el sofá inflable, apliqué la crema bronceadora sobre mi piel y dejé que el sol le diera colorcito a mi cuerpo, soy muy blanca así que un poco de color no me caería mal, me puse mis gafas y cerré mis ojos mientras flotaba sobre el agua.
-¿No has hablado con tus padres? -preguntó con miedo.
Apreté con dureza mis labios, como se atrevía a echar a perder la maravillosa tarde con esos temas, suspiré con profundidad removí mis gafas y volteé a verla, vi su cara llena de curiosidad y supe desde entonces que no me iba a escapar de sus preguntas.Joder Luna, ¿Porqué eres tan metiche?
-No. -contesté seca mientras rodaba mis ojos, ahora ya me había fastidiado de estar expuesta al sol, ella había arruinado todo.-¿Los has llamado?- cuestionó nuevamente.
-No.
-¿Quieres llamarlos?- ¿acaso no piensa dejar de hacer preguntas idiotas?, me está tocando los cojones, y eso me ponía de muy mal humor.
-No.- respondí nuevamente de la manera más fría posible. Esperando que se callara de una maldita vez.
-Lena por Dios, son tus padres. -gritó exhaltada, claro como ella tenía la familia perfecta, tenía los padres perfectos que procuraban su bien en todo momento.
-¿Y?, a ellos no les importó dejarme aquí.- contesté irritada, perfecto había arruinado mi tarde. Me quedé viéndola por unos segundos, esperando que respondiera alguna estupidez, pero lo único que hizo fue bajar la mirada, maldita idiota.
Me aventé de nuevo al agua y salpiqué a Luna pero no me importó, me sumergí y aguanté la respiración un momento, cuando salí a la superficie ya no la vi, ¿a dónde mierdas se fue?. Giré mi rostro buscándola por todos lados, hasta que la vi, venía con el teléfono pegado a su oído.
-Si, señora Keaton, aquí está -dijo la muy perra. Encima la saluda por su apellido de soltera. Esta me la pagará caro. Le lancé una mirada asesina antes de arrebatarle el teléfono.