CAPÍTULO 9

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Llevaba tres horas en la universidad y ya estaba deseando no haber venido, dos clases, las peores y más aburridas de toda mi maldita vida, gracias a una anciana bipolar que se quería desquitar de su maldita vida con nosotros, ahora deberé escribir un jodido ensayo de 2000 palabras, por si fuera poco, era para mañana, y un tipo arrogante con aires de influyente, pero más bien parecía un hombre frustrado, se pasó la mayor parte de la mañana hablándonos de la cultura romana y la griega. Como si a mí me importara una mierda saber lo que pasó en esas culturas.

Eran las once de la mañana y tenía un bendito y deseado descanso de dos horas, no sabía si regresar al departamento o buscar un maldito lugar, apartado de todo, para concentrarme en el estúpido ensayo, supongo que si el tema fuera, "Lo que odias de la maestra", fácilmente podría escribir más de dos mil palabras sin titubeos. Mientras navegaba entre mis revueltos pensamientos, mis pies caminaron hacia nigún lugar, pero me condujeron exactamente a donde quería, a un sitio alejado lo suficientemente de todo, quizá no de todo como yo quisiera, pero sí estaba solitario, me bastó un minuto para saber donde me encontraba, había unas gradas un poco desgastadas, el material del barandal estaba muy oxidado y la pintura seca se desprendía y se adhería a mis manos, estaba situada en el punto más alto, al fondo estaba una cancha de fútbol bastante descuidada, quizá éstas eran las antiguas canchas, ya que las otras estaban en perfectas condiciones y eran el doble de grandes que éstas, ¡Creo que he encontrado mi lugar favorito!, solamente pude divisar una figura masculina practicando, no podía ver exactamente quien era, y en sí no me importaba, mientras no se metiera conmigo todo estaba bien.

Bajé unos cuantos escalones y me senté en el frío concreto, aventé mi mochila a un lado y abrí el Arizona que compré momentos antes en la cafetería, saqué mi libreta de notas, aunque no supe porque lo hice, la pobre se encontraba en blanco, cerré mis ojos mientras giraba mi pluma entre mis manos, esperando alguna señal divina que me ayudara con esto. El tiempo avanzaba, y solo llevaba escritas doce letras, doce malditas letras...

INTRODUCCIÓN

Mi mente no podía concentrarse por más que lo deseara, este parecía ser un buen lugar para mantenerme centrada en mis pensamientos, me gustaba, estaba tan vacío, lo cual cumplía con mi primer expectativa, pero esos molestos ruidos del balón rebotando, me estaban volviendo loca, no sabía cuantas veces había intentado ese chico hacer el tiro, y no le salía, le estaba pegando mal al balón, si seguía pegándole en ese punto jamás tomaría la curva que necesitaba. Dejé mi libreta a un lado, y coloqué mi mano sobre mis cejas, haciéndome sombra para poder enfocar mis ojos en aquella persona, No, Joder, él no, el destino tenía que estar jugando conmigo, tenía que, cabellos rubios, y un chaquetín negro, con el nombre "Niall" en su espalda.

No sabía que hacer, ¿Correr antes de que me viera, o patearle el trasero y enseñarle como se debía cobrar un tiro libre?

-Lena, ¿eres tú? -su molesta e irlandesa voz dijo mi nombre, perfecto opción dos, aquí vamos.

Hondeé mi mano en un intento anti-Lena por saludarlo, inmediatamente levanté mi dedo de en medio, eso era más yo, suponía que jamás sería tan educada, siempre tenía que hacer alguna estúpida acción, pero ¿qué más daba?, así era yo. Tomé mis libros y mi arizona, mientras me encontraba bajando las escaleras para encontrarme con mi karma, porque eso era él, era mi jodido karma, si le permitía a ese chico entrar a mi vida, quizá él causaría más problemas de los que yo pudiera causar en la suya, pero precisamente por eso, esto se había convertido en el reto más excitante de toda mi vida, solo habría un ganador, y esa sería yo. Mientras más cerca me encontraba de él, su sonrisa más se ampliaba, no sabía si era porque me veía estúpida bajando las escaleras una a la vez, o porque mis senos rebotaban cada vez que saltaba un escalón.

-Hola -dije cuando me encontraba a escasos metros de él. Asintió hacia mí, y después metió las manos en los bolsillos de su bermuda, joder, de esa forma la tela del pantalón se restiraba y me permitía observar un bulto en su entre pierna. No evité pasar la lengua por mi labio lentamente.

Eres lo único que quiero (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora