Capítulo Veintitrés

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Por fin, después de tantos meses podía volver a admirar de nuevo la ciudad de Verona. Caminé por sus calles, exploré sus tiendas y disfruté de su comida como una turista más, tan maravillada como si fuese la primera vez que la veía. Iba sola, sin guardaespaldas, libre y feliz de saber que ya nadie podía hacerme daño.

-¿Adrienna Grimaldi?-me llamó la atención una señora muy bella de ojos oscuros y preciosas facciones-.

-Soy yo. ¿En qué puedo ayudarla?.

-Me gustaría hablarle de un negocio.

Temblé. ¿Qué clase de negocio sería?. Estaba más bien poco dispuesta a relacionarme de nuevo con nada que tramara la mafia.

-No se trata de nada peligroso-me comentó como si hubiese leído mi mente-. ¿Te gustaría acompañarme a tomar un café?. Así podremos hablar más tranquilamente.

-Está bien, señora...

-Eleonora-me sonrió-.

Nos sentamos en la terraza de una cafetería pequeñita donde nos sirvieron un par de cafés. Todo estaba extrañamente tranquilo y silencioso.

-Dígame, ¿De qué se trata?.

-No tenemos demasiado tiempo así que trataré de ser directa. Tengo un hijo y un nieto a los cuales quiero mucho pero me temo que ahora están sufriendo mucho. Me gustaría que los ayudases.

-Lo siento, señora pero no se de que modo podría ayudarles.

-Te mostraré una foto de ellos.

Empezó a rebuscar en su bolso haciendo caso omiso a mis palabras. Cuando al fin logró encontrar la fotografía, me la tendió sonriente. La miré consternada.

-¿Por qué tiene usted esta foto, señora?.

-Te lo he dicho. Son mi hijo y mi nieto.

-Pero eso es imposible. Son Jace y Dante, mi marido y mi hijo y por lo que se, usted está muerta.

-Y lo estoy.

-¿Entonces también yo me he muerto?.

Los recuerdos de la discusión con Gianbaptista se agolparon en mi mente.  Él me había disparado y había sentido como mi propia sangre recorría mi cuerpo. ¿Había logrado matarme?.

-Este lugar,  por muy familiar que te resulte, no es para tí, Adrienna. Es una trampa de los arcontes para que caigas en las redes de la muerte.

-¿Entonces qué es lo que hace usted aquí?.

-Le juré a mi hijo sobre mi lecho de muerte que lo protegería.  He venido a rescatarte porque él te necesita.

-¿Y qué hago?. ¿Coger un avión?.

-En absoluto-se rió-. Dame la mano, Adrienna. Yo te llevaré a su lado.

Le di la mano sin pensar. De todos modos,¿qué tenía que perder?. Si Jace estuviera presente, me diría que era extremadamente confiada. Fue una sensación extraña. De repente,  todo a mi alrededor se tiñó de una niebla blanca y opaca.

-Adrienna,  debes volver-me dijo Eleonora-.

-Tengo miedo. ¿Está segura de que este es el buen camino?

-Tan sólo piensa en Jace y Dante. En seguida estarás con ellos.

-Eleonora...

-¿Sí, Adrienna?.

-Gracias.

-Diles a Jace y Dante que los amo y que siempre los protegeré.

-¿Algo más?.

-Dile a mi hijo que yo tenía razón respecto a la libélula.

Me soltó de la mano y caí al vacío estrepitosamente sin tiempo a sentir miedo. De repente, volví a respirar. Abrí los ojos y me vi llena de cables en una sala de hospital. A mi lado estaba Jace hecho un asco. Había perdido varios kilos y las ojeras le comían la cara. Aún así, me pareció tan guapo como siempre.

-¿Jace?-lo llamé aunque mi voz sonaba ronca-.

-¿Adrienna?. ¡Has vuelto!.

Se abalanzó sobre mí llorando. Mi pobre mafioso había sufrido demasiado mientras yo me paseaba por la pseudoVerona. Miré al techo y pensé :gracias , suegra. Una luz se apagó de repente y supe que era su señal. La señal de que había recibido mi mensaje.

-Tan sólo dime una cosa. ¿Todo ha salido bien? 

-Todo perfecto-me sonrió-.

-Entonces lo conseguimos, Jace. Al fin somos libres de ser felices.

-Así es, Adri.

Nos fundimos en un beso lleno de lágrimas de felicidad. No había amargura, tan solo tranquilidad. Por fin todo esta bien.

El Jardinero(COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora