¿Qué ocurriría si una tarde, mientras estás sola en tu casa, te quedas sin luz?
Primero, supondrías que es un corte normal, ¿cierto?
Pero, te aseguro, que esta vez no es así.
Porque estoy yo.
Aquí, contigo.
Cuando no hay nadie más está a tu lado.
I...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Encendiste las catorce velas aromáticas que tenías en el baño. Me gustaría saber a qué huelen, a qué hueles. Apuesto que tu sudor es más embriagador y excitante que los perfumes exóticos que usas.
Abres la ducha y tocas el agua, regulas las canillas y mientras esperas que salga a la temperatura deseada, te quitas los shorts, que son de esa tela holgada que tanto usan las chicas cuando hace calor. Tengo que hacer zoom en la cámara que está sobre el marco de la puerta porque tu ropa interior es más pequeña de lo que creía y casi no la noto. Un shock eléctrico recorre mi cuerpo: Dios mío, eres preciosa.
Tus curvas son asombrosas, todo tu cuerpo es perfecto. Descubro que los rumores son ciertos y que tus senos son tan redondos como había escuchado. ¿Es verdad que te los regaló tu padre cuando cumpliste dieciocho, el año pasado?
Pruebas el agua con una mano y te mojas los brazos y el rostro. Te quitas tu ropa interior y la arrojas a un costado. Caminas hacia el espejo. Te sueltas el pelo de una manera sexy y entierras tus dedos para separar los mechones apelmazados. Creo que me voy a desmayar por la ternura que me da tu mirada huidiza. Acabas de evitar mirarte directamente en el espejo porque te da miedo, ¿verdad?
Tomas tu móvil y pones música. Escoges algo melódico, suave y romántico. Necesitas calmar tus nervios y quieres relajarte. Lo noto. Veo cómo te abrazas a sí misma para darte calor, ¿tuviste un escalofrío? ¿Fue por mi mirada? Quisiera ser yo el que toque tus brazos y abrace tu cuerpo desnudo. Se me paralizaría el corazón.
Entras en la ducha y dejas que la lluvia te inunde las ideas. Empapas tu cabello y disfrutas del momento. No haces nada más que quedarte quieta debajo del rociador. ¿Tanto te gusta el agua? ¿La compartirías conmigo?
Quiero jugar con tus emociones, cambiar la música a mi antojo, modificar la atenuación de las luces y ver cómo cambian las sombras que bañan tu desnudez. Muero por verte llorar, asustada, a punto de volverte loca. Necesito desquiciarte poco a poca, solo para mí; pero no me atrevo. Temo arruinar el momento porque no sé cuándo podré volver a verte tan vulnerable; te tengo desnuda y soy el único espectador. En estos minutos eres mía. Estamos solos y nadie más que yo puede disfrutarte.
De hecho, fui el primero que te vio.
Te vi cuando comías sola aquella tarde, aunque pensabas que no había nadie a tu alrededor. Vi tu mirada apagada, el temblor en tus manos. Vi como apoyabas la frente en el metal helado de la mesa y tu cuerpo se contraía gracias al llanto. Te vi porque, de hecho, siempre te veo. Decidí, entonces, que no te iba a dejar sola y me convertí en tu guardián silencioso. Pero empujar por las escaleras a la niña que te insultó en primaria por tu corte de cabello, no fue suficiente. Tampoco, colocar clavos en la silla del profesor que te reprobó o pinchar las ruedas del coche de la consejera escolar que dijo que eras una puta, mientras tomaba el té con las otras profesoras. Nada de lo que hacía, sirvió. Tú nunca dejaste de llorar. Y por eso, ese día mientras te veía desde los agujeros que abrí en el menú de aquel café, supe que ser tu ángel guardián silencioso no era suficiente.
Casi puedo notar como las gotas se deslizan por tu piel. ¿Sigues temblando? ¿En qué piensas? Te puedo decir, con seguridad, que él no piensa en ti. Lo escucho en su habitación. Habla con sus amigos de cosas superfluas, muy poco merecedoras de alguien como tú. Conversan de chicas, las evalúan, pero ninguno te menciona. Cuentan sus revolcones como si fueran trofeos y las cosas repugnantes que les han hecho a otras mujeres. Se sienten superiores, campeones.
¿Y tú todavía quieres ser parte de esas conversaciones?
Tu móvil escupe música, sin embargo, a ti no te importa que la batería cada vez sea menor. ¿Qué harás cuando se acabe? ¿Sabes, acaso, por cuánto tiempo tengo planeado privarte de electricidad? Me haces todo más fácil, enloquecerás y casi no habré tenido que mover un dedo. Al final, él es el que te desquicia.
Pero tranquila, mi princesa. En ese momento, cuando estés sola y apunto de quebrarte, cuando toda tu comunicación se haya cortado, yo entraré para rescatarte.
Seré tu ángel guardián. El príncipe azul que no pediste y que no sabías que necesitabas. El mismo que instaló el espejo unidireccional en tu baño ese día que te quedaste estudiando hasta tarde en la biblioteca. ¿Cómo actuarás cuando sepas que yo soy siempre el que te ve? Eres el único pensamiento de mi mente, ese que aleja mi lado más oscuro.
Pero, por ahora, siguedisfrutando de tu baño, de tu música relajante y de las gotas de agua tibia.Porque yo sí estoy contando las barras de tu batería y sé que se está drenandocada vez más rápido.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.