S E I S

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La protagonista esta a oscuras, privada de luz,

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Estoy harto, harto, ¡harto! ¿Cómo puedes tratarte de esa manera, menospreciarte tanto? Te acuestas en tu cama y la empapas, el vestido se pega a tu cuerpo aún húmedo e intentas tomarte otra selfie. Pones una pose provocativa que no hace más que mostrar lo desesperada que estás. Tus curvas resaltan de una manera abrumadora y aprietas los brazos contra tu pecho para que parezca que tienes más busto del que ya tienes.

Abres los mensajes de nuevo, el otro chico no hizo más que enviarte un emoji que saca la lengua. ¿Era eso lo que querías? ¿Era eso lo que buscabas? ¿Por qué no te das cuenta de que no necesitas de sus adulaciones? Ya eres lo suficientemente hermosa por tu cuenta, con tu total naturalidad. No finjas, sé tú misma.

Abres mi conversación, y ¿relees mis mensajes? ¿Por qué? ¿Tal vez, piensas en que soy el único que te respondió con la verdad y te dijo lo bien que te quedaba el vestido? Mi corazón se acelera, mi dedo juega sobre el teclado. ¿Debería responderte? ¿Cuánto tiempo podrá seguir nuestro juego?

[¿Podrías decirle que me estoy quedando sin batería? Estoy esperando una llamada suya]

El dolor en mi pecho es tangible, real. ¿Sigues con eso? Suelto mi teléfono y cae al suelo, no me importa si se rompe. Golpeo de nuevo la pared y esta vez no lo hago para callarlos, sino por la desesperación que me causa saber lo ciega que estás, lo ilusa que eres.

O, tal vez, el iluso soy yo. ¿Cómo puedo estar tan ciego de amor por alguien cómo tú? ¿Mereces mis lágrimas? ¿Mereces mi preocupación? Porque te aseguro que ningún hombre te amará de la misma manera. Nadie podrá colocar cámaras de seguridad con tanto esmero como lo hice yo, nadie te cuidará a tal nivel porque nadie te valora como la frágil y hermosa mujer que eres.

Llegué a mi límite, estoy cansado de demostrarte por las buenas lo mucho que me importas. A veces, las personas como tú necesitan una lección que les haga ver el error que están cometiendo. Sueno mis nudillos y me pongo manos a la obra, mi sonrisa se refleja en la pantalla. Ahora, tú aprenderás.

Todos estos años en los que armé y desarmé aparatos electrónicos me ayudaron, ¡qué conveniente que hayas instalado altavoces en toda tu casa! Pensaste que lo habías hecho por la música, para poder escuchar en todo momento lo que quisieras reproducir; pero lo cierto es que una pequeña parte de ti sabría que este momento llegaría.

—¿Me escuchas? —digo, y sueltas un grito. Mi voz distorsionada retumba contra las paredes. Tengo que apretar el silenciador para que no me escuches reír, ¡no puedo evitarlo! Tu reacción ha sido adorable.

¿Me miras?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora