Epílogo

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Seis años después...

Ross

— ¡Papi, papi, papi! — gritan dos voces infantiles y yo me río al ver a Nathan y Emma correr hacia mi.

— ¿Cómo están mi princesa y mi campeón? — les pregunto, abrazándolos.

— ¡Feliz cumpleaños! — exclaman mientras me sonríen y besan mi mejilla.

— Gracias, mis amores.

Nathan y Emma Lynch son mellizos de cuatro años, y son completamente increíbles. Nathan me imita todo el tiempo, es un mini yo, mientras que Emma es la copia exacta de su madre en cuanto a su forma de ser.

Mis hijos me guían hacia el jardín, en donde está nuestra familia y amigos. Busco con la mirada a mi esposa, pero no la encuentro.

— Ross, al fin llegas. — dice Ellen, abrazándome. — Feliz cumpleaños, cariño.

— Gracias, Ellen. — respondo. — ¿Laura?

— En un rato viene, la tiene secuestrada tu prima en la cocina. — me comenta.

Ruedo los ojos riendo y asiento, para después seguir saludando a los invitados.

— ¡Tú, gran pedazo de mierda, feliz cumpleaños! — exclama Adam, sonriendo de lado.

— Gracias por tus dulces palabras, Adam. — digo sarcásticamente, mientras lo abrazo.

— Estoy feliz por ti, Ross. Tienes dos hijos adorables, una esposa increíble y un trabajo soñado y exitoso. Estoy realmente orgulloso.

— Gracias, Adam... En serio.

— ¡Mami, mira lo que Laura me hizo! — le grita Mackenzie a su madre, mientras sonríe ampliamente. — Me hizo trenzas y me maquilló, me veo casi igual de hermosa que ella.

— Eres preciosa, mi cielo. — responde Lydia, mirándola con adoración.

Decido entrar a la casa en busca de mi mujer, y la veo mirando por el balcón hacia la increíble vista que nos regalaba Grecia.

Me acerco a ella y la abrazo por la cintura por atrás, ella gira su mirada y me regala una de sus sonrisas.

— Has llegado antes... — murmura.

— Si, Ashon me ha echado del trabajo a patadas para que pasara mi día con mi esposa y nuestros hijos. — le comento, besando su mejilla.

— ¿Eres feliz, Ross? — pregunta, mirándome preocupada. — Sé que has pasado por demasiadas cosas y que tal vez no seas feliz del todo...

— Laura, jamás me imaginé que sentiría lo que es la felicidad absoluta, ni el amor por tu propia familia... No pensé que algún día tendría todo lo que alguna vez he soñado con tener, y tú me lo has dado absolutamente todo y más. Te amo, amo nuestra familia y no cambiaría absolutamente nada por esto. Sé que mis padres y mi hermana están felices por mi, sé que están orgullosos y que te habrían amado si te hubieran conocido. Nuestros hijos saben quiénes son, saben que son sus abuelos y que los aman, saben de Rydel. Uno no puede tener todo en la vida, pero yo siento que lo tengo todo... Al menos todo lo que quiero, y eso son tú y nuestros hijos. Soy feliz, soy completamente feliz, y no hay un día en el que me despierte y no me sienta el hombre más afortunado del mundo porque tengo una familia contigo. — respondo en voz baja.

Sus ojos se llenan de lágrimas y se da la vuelta para mirarme con una sonrisa.

— Te amo tanto, Ross... No te das una idea de cuánto, y me siento tan feliz y afortunada por tener una vida a tu lado. Jamás pensé que sería así de amada por un hombre tan increíble como tú, ni que tendría una vida tan hermosa... Te amo. — susurra llorando, antes de besarme con ternura.

Le correspondo el beso mientras la acerco más hacia mi, Laura profundiza el beso y sonríe levemente.

— Por cierto, estoy embarazada... — murmura, rozando sus labios con los míos.

La miro sonriendo ampliamente y la beso nuevamente, sin poder contenerme demasiado tiempo.

— Me haces tan feliz... — digo en el beso, y ella me sonríe.

En ese momento, Nathan y Emma vienen corriendo hacia nosotros y nos abrazan.

— ¿Qué están haciendo? — pregunta Emma.

— Le comentaba a tu papá que tendrán un nuevo hermanito. — le responde Laura, mirándola con ternura.

— ¡Oh, si! Espero que sea un nene así juega conmigo a la pelota y espanta a los chicos que Emma traiga cuando sea grande. — dice Nathan, provocando mi risa.

Emma se cruza de brazos y lo mira enojada. Adorable. — Yo no traeré chicos, soy la princesa de papá.

— Espero que mantenga ese mismo pensamiento a los dieciséis... — le digo en voz baja a Laura, provocando su hermosa risa.

— ¡Miren, ya está por empezar el atardecer! — exclama Nathan, sabiendo que su hermana y su madre adoran verlo.

En verano, vamos a la playa y nos quedamos hasta el atardecer para que nuestras chicas puedan admirarlo mientras nosotros jugamos a la pelota.

Abrazo por atrás a Laura, acariciando su vientre con suavidad. Nathan y Emma se ponen al lado nuestro, mientras vemos el bello atardecer de Grecia, donde pasaríamos nuestras vacaciones con familiares y amigos.

Teníamos hoteles a lo largo de todo el mundo, y cada vacaciones elegíamos un destino diferente para pasarlo en ese hotel.

— ¿Recuerdas que una vez te dije que no imaginaba mejor regalo que un futuro juntos? — le pregunto en el oído a mi esposa.

— Si, lo recuerdo... — susurra.

— Tenía razón... No hay mejor regalo que esto.

Him (Raura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora