Capítulo 11- Un hilo de silencio.

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Ya eran las 6:46, y estaba oscuro por el horario de invierno. Me despedí de todos y salí caminando con mi paraguas hacia mi casa. Llovía como un diluvio. Las calles estaban inundadas y la gente estaba mojada. Yo, por suerte traje una parca, que al principio la había guardado. Y por supuesto un paraguas y los Bototos.

Al caminar pude notar que mi mochila no estaba. Entré en pánico. Ahí tenía dinero, lápices, libretas, cosas privadas. Me di la vuelta y corrí en dirección al mall. Corrí hasta a un punto al creer que podía volar de la rapidez. Abrí las puertas del mall y entré. Me dirigí hacia los lugares en cuales había estado con Pau, Santiago y Francisco, pero no había rastro de mi cartera. Le pregunte a extraños, pero nadie aseguró de a verla visto. Nadie.

Nadie.

Salí del mall en llantos. Ahora sabía que mi madre me mataría. E perdido todos mis ahorros que por idiota los lleve todos y mis fotos.

Al llegar a casa, mojada pude ver que la casa entera estaba apagada y que no había nadie en ella. Entre y me dirigí al baño a ducharme con agua bien caliente para pasar el frío que agarré afuera con la lluvia. Mirando el vacío de la bañera me imagine la reacción de mi mamá. El enojó de su cara podía destrozar montañas. Eso me pasaría por llevar su mochila. Si, era la suya. Que genial idea se me había ocurrido, pero quería traer algo nuevo.

Me tapé la cara con ambas manos y y me senté en la bañera mientras el agua caía sobre mi cabello. Todo estaba en silencio dejando a parte el agua de la bañera caer. Miré hacia el frente y me hundí en mis rodillas, soltando un suspiro. Podía ir el canto del silencio, mientras sentía el calor del agua recorrer mi espalda. Podía sentir algunos escalofríos, pero los ignoraba. Me quedé con la mirada fija. En la otra punta de la bañera, como una estúpida, junto al silencio, hasta que de repente alguien tocó la puerta. Ese golpe, hizo que mi mente vuelva, haciendo mover el agua de la bañera. Estaba algo asustada por el golpe, ya que, por lo visto, la casa estaba vacía.

-¿Q-quién es?- Dije con una voz débil y cortada.

No hubo respuesta. Sólo un hilo de silencio que apretaba la atmósfera, hasta que tocó nuevamente, pero más fuerte, y empecé a tener miedo a un nivel alto.

Empezó a tocar aún más fuerte, haciendo que saliera de la bañera y me pusiera una toalla. Pero antes de abrir, saqué unas pinzas y un peine para defenderme. Mis ojos empezaron a estar llorosos. Estaba realmente nerviosa. Al abrir la puerta, no quise ver quien era para golpearlo con el peine y después enterarle las pinzas en el brazo. Se escucho un grito desgarrador. Al abrir los ojos, vi a Bruno tirado en el suelo, con un moretón color morado en la mejilla, y una herida en el brazo, donde salía sangre.

Dejé caer el cepillo y las pinzas al suelo y me lleve las manos a la boca.

-¿¡Estas loca!?- Dijo él con los ojos abiertos.

Me arrodillé y me puse frente él.

-¡Bruno yo lo siento mucho!¿Pero cómo maldiciones llegaste acá?- Dije algo Rabiosa.

Bruno miró hacia la ventana.

-Igual que la última vez.- Dijo seriamente mientras miraba su brazo.

Me acerqué para ver su herida. Era un hoyo, algo, no tan, en realidad, no sé cuanto profundo. Empecé a ver su herida más de cerca, y la palpé con mis dedos. Él soltó un chillido.

-Lo siento.- Dije algo callada.

El silencio abundo nuevamente. Podía oírse el viento soplar por la ventana, haciendo que mi piel se erizara.

Bruno se levantó mientras yo seguía arrodillada y cerró la ventana. Tosió sarcásticamente, pero yo seguía sin entender.

-Debes tener frío.- Dijo algo ruborizado.

Me di cuenta que seguía en la toalla, y enseguida saqué un pijama y me cambié en el baño diciéndolo todo con un portazo.

Rato después, estaba en la cocina sentada junto a él, tratando su herida. La desinfecté y le puse un parche curita para que no manchara su poleron.

Después de guardar lo ocupado, me senté a su lado.

-¿Por qué estas acá?- Dije enojada.

Él suspiró.

-Sólo quería verte.- Soltó con un alivio que rebotó en su pecho.

-Pero yo no.- Dije algo fría. No estaba de un buen humor para recibir gente del pasado. Ya no más.

Él sin decir nada más, se paró de la mesa y se dirigió a la puerta principal. Al abrirla, se detuvo, y miro vuelta atrás.

-Adiós.- Dijo sin ninguna expresión.

Yo repetí su mensaje, y me levanté y me fui a mi pieza. Al abrir la puerta, me senté en mi cama, y sin darme cuenta. La mochila estaba en el escritorio, junto a un dulce de miel. Tomé ambas cosas extrañadas, hasta escuchar los pasos de Bruno caminar por afuera, en la calle. Baje rápidamente por las escaleras en pijama, hasta llegar a la puerta principal y salir a la calle, y pararme frente Bruno, y le di un abrazo. Me acerque a su oído y deposité algunas palabras.

-"Gracias".- Y con una sonrisa plasmada en mi cara, me devolví a mi casa.

Gracias, Bruno.

Unbroken [LR #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora