Capítulo 10 - Mirame.

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Abrí la ventana con desprecio a ver la luz. Era un domingo, de mayo. Si, el tiempo vuela. En el colegio todo vuela, ya que todo los días son iguales. Notas, no me a ido excelente podría destacar, pero no lo suficientemente mal para repetir el año. Me levanté de la cama a paso lento, acercándome a mi colgador de pared, saqué mi bata. Sí, hacia frío, entonces tenía que usar ropa abrigada para procurar no enfermarme. Me quedé en el living leyendo "Graceling" de Kristin Cashore un rato. Al paso de rato, me llegó un mensaje de Pau, invitándome al mall, junto -por supuesto- con Santiago. Leí con desganas el mensaje. <<Es domingo, día de relajo, pero sería muy feo decirle que no>>. Tomé mi celular y le pedí los datos de la ubicación del mall, y fue justo el que siempre voy. Me encaminé hacia el armario.

Subí las escaleras dirigiéndome a mi habitación para vestirme y antes de almuerzo, salir. Saqué de mi armario una polera de manga larga entera blanca, un poleron celeste y unos jeans negros, y unos bototos. Al entrar al baño me lavé los dientes y me peiné el pelo, haciendo una cola alta. Ya lista, fui por mi iPod que yacía en el living aún junto al libro, diciendo que tenía un mensaje nuevo de Pau. -También viene Francisco- Salía en el mensaje recién enviado.

Francisco, hace tiempo que no escucho ese nombre. Por más raro, nos hemos visto poco en el colegio. Sólo 2 veces. Una en la que el estaba él en las canchas de fútbol enlongando para un futuro partido, mientras yo corría con mi grupo de deporte alrededor de la cancha. Y la otra fue en recreo. Dudo que llegue a estar con Francisco, o acercarme a él durante el colegio, ya que, yo soy la "plebeya", y él el príncipe, por ser uno de esos tíos populares del nivel 11º. Si, Romeo y Julieta.

-Ok.- Escribí aceleradamente sin ninguna razón.

<<EH, QUE VIENE FRANCISCO>>, pensé, y abrí los ojos. Viene Francisco.

Subí las escaleras rápidamente estilo ninja, liviana pero rápida. Abrí la puerta de el baño tan bruscamente que todo el aire que paso al abrir hizo volar las cortinas de la ducha. Me mire al espejo a ver mi cara. Nada. De perfil. Ja. Como lo suponía. Un granote. Sólo aplico un poco de crema y ya, no pasa nada.

Salí del baño algo nerviosa. Francisco. No, no me gustaba, o no esperaba estarlo. No quiero estar en esa montaña de sentimientos y emociones, que por más la sienta, el vértigo va a ceder en mí.

Mire hacia la ventana y toqué mi brazo. Sentía frío, tanto, que se me pararon los pelos. Sentí un cosquilleo en los hombros, tan espeluznante, que salté y me di vuelta con una patada. Pero, al parecer solo fue el viento.

NARRA BRUNO

Era temprano, las 6:30 am, lo cual es raro, digo, despertarse a esa hora un fin de semana. El internado a sido tan intenso que sus costumbres se quedan plasmadas en mi rutina. Levantarme 6:30, hacer la cama, vestirme, desayuno, lavar loza del desayuno, lavar dientes, y ordenar habitación. Así continuamente todos los días, hasta que sean las 7:25, y empiecen las clases, pero en fin de semana simplemente me quedo en el sofá del living, a pensar. Pensar en la vida. Sonará muy filosófico, o muy sabio, pero es lo más conveniente hacer en la vida de hoy. Planear, tu futuro. O pensar... En ella. Una noche más. Ya que esta (supuestamente) más lejos de mí. La única forma de volver a verla es a través de mis pensamientos. Si, visitarla es una opción, pero la mayoría de las veces, escaparse del internado es difícil, y cuando me han pillado no solamente la paso mal yo, sino mi madre, que está hasta la coña conmigo y mi conducta. ¿Por qué no puedo estar tranquilo? Por ella, no puedo dejarla. Suspire. Yo nunca quise esto.

Me paré del sofá y pasé mi mano por el pelo. Soltando un suspiro. Caminé hacia la pieza de mis hermanos y abrí la puerta cuidadosamente. Seguían durmiendo tranquilamente. Vaya hermano que tienen. Sí, lo sé, últimamente estoy muy negativo conmigo mismo.

Porque ella hace falta. Laura. Sé que nunca me perdonará. Y ella no lo hará si no empiezo perdonándome a mi mismo. Miré hacia la ventana de el pasillo. Estaba nublado, con algo de sol. Veía como los árboles soltaban las hojas naranjas, amarillas, tonos cálidos. Me dirigí hacia la terraza, para salir al patio trasero. Ahí, en la esquina, había un roble. Un roble probablemente grande. Que hacia sombre a los pies de él. Un mar de hojas rojas, naranjas y amarillas, estaban a sus pies. Me dirigí hacia el roble, y me senté a sus pies. Empecé a mirar a el cielo, nublado, sin color, sin emoción. Pude ver, a través de las rejas de la casa, una chica, que se dirigía a su casa. Sonreí y cerré los ojos, para descansar un rato. Alas, solo vi alas, y un cabello con rizos.

Desperté algo cansado. Fue la lluvia que me hizo despertar. dormí 45 minutos debajo del roble, y mi piel estaba congelada. Entré rápidamente a la casa, para no resfriarme. Alguien toco el timbre, ya sabía quien era.

NARRA LAURA

Me fui a el mall caminando con un paraguas. Si, lo sé, fue estúpido, pero no tenía otra forma. Otra forma hubiese podido ser ir en bus, o en metro, pero nunca en mi vida e ido por esos tipos de transportes. Tal vez e ido, pero no se me hace nada "placentero".

Por supuesto, al caminar, siempre pasa que hay un estúpido auto que pasa al lado tuyo y te deja empapada. Si. Es la vida. Ahí estaba yo quieta, entumecida por el frío del agua que el auto me tiró. Estaba a la mitad de un parque, y no tenía lugar donde secarme, así que decidí caminar hasta el mall y ahí secarme en los baños.

Al llegar, divisé a Pau, con Santiago, y al lado de ellos, Francisco. Pau salió corriendo hacia mí, y Santiago y Francisco detrás de ella.

-¡Laura!- Dijo mirándome con preocupación.- ¿Qué te pasó?

-Un auto pasó al lado mío y tu sabes el resto...- Dije soltando un suspiro.

-Ven conmigo al baño.- Dijo-. Ustedes dos también.- Dijo señalando a Santiago y a Francisco.

Subimos por las escaleras y llegamos a un pasillo, largo, con lozas blancas, y al fondo, estaba el baño. Entramos todos, porque era un baño con lavamanos comunes, y de ahí, los inodoros se dividían en las habitaciones correspondientes según el sexo.

Santiago fue al baño, y Pau y Francisco ayudaron a limpiarme y secarme con las toallas del lugar. Solté un estornudo.

-Hay dios, ya te resfriaste...- Dijo Pau.

Seguían limpiándose los brazos y la cabeza, hasta que Pau decidió ir al baño también.

-Esperen vuelvo al tiro.- Dijo corriendo hacia la habitación de los inodoros de mujeres.

Quede sola con Francisco. Él me seguía secando con una toalla.

-Hace tiempo que no nos vemos...- Dijo mientras limpiaba mi hombro.

-Si.- Dije quieta. Me sentía algo incómoda.

Hubo un momento de silencio.

-Y... ¿Cómo has estado?- Dije algo nerviosa.

-Bien.- Respondió.

Silencio de nuevo.

-Em...- Dijo al fin.- ¿Puedo limpiarte tu cara? Que esta muy mojada.- Dijo titubeando.

-S-si.

Sacó una nueva toalla y la empezó a restregar suavemente por mi cara. Me secó el pelo, las mejillas, todo. No podía ver nada, solo oscuridad. Cuando Francisco terminó de secarme la cara, quitó la toalla y me encontré con sus ojos. Miel, que me miraban tan fijamente como yo lo hacía a ellos. Podía sentir que mi cara se ponía caliente, y por lo tanto, supongo que roja. Él trago saliva, y respiró hondo. Se acercó lentamente hacia mí y pronunció:

-Laura... Yo...- Y paro al escuchar que la puerta del baño de los hombres se abría, y dio un salto para atrás.

Santiago salía del baño normalmente. Nos miró con extrañeza. Entonces, Francisco empezó a limpiarme nuevamente.

-Creo que ya estas mejor.- Dijo Francisco.

Yo sonreí y afirmé con la cabeza.

-Que bien.- Y me sonrió de vuelta.

Unbroken [LR #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora