Sola

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Los días siguientes empecé a planificar mi nueva vida. Al parecer íbamos a ser sólo yo y mi bebé. Nunca había tenido tanta certeza sobre mi soledad ante la vida que en aquellos momentos, y tampoco me importaba, tenía una motivación, una responsabilidad, no iba a dejar que nada me hundiera.

Mis madre, que decía que me iba a apoyar en cualquier decisión que tomara... se ve que sólo se refería a si tomaba la decisión que ella consideraba correcta, y se ve que era abortar. Se dedicaba a recordarme constantemente las responsabilidades que iba a tener, todas las cosas que no iba a poder hacer, las cosas que ellos no iban a pagar, las que no iban a consentir, lo que iba a tener que sacrificar, que ellos no iban a cuidar al bebé por mí, que iba a tener que hacer sacrificios... en fin, que era una campaña constante para que cambiara de opinión. Mi padre permanecía al margen, pero le oía discutir de vez en cuando, a él le parecía que me estaba presionando demasiado, que no era decisión suya y que mi madre se estaba equivocando. Pero tampoco decía nada. La situación era muy tensa, hasta dejé el gimnasio para no oír a mi madre diciéndome que si era adulta para tener un bebé también lo era para pagarme mis aficiones.

Nico había conseguido que bloquease su número en el móvil y después de tantas broncas con mis padres había dejado de llamar a casa y de venir por allí. Aún no había decidido qué hacer con él, pero no tenía ganas de más dramas.

Con la madre de Nico también había problemas, al parecer, mis padres ya no se llevaban con ella, había intentado contactar conmigo para ofrecerme su ayuda, y dinero para mantener al bebé, cosa que mi madre interpretaba como meterse dónde no la llamaban y darme a mí municiones para acabar de acabar con mi vida... de todas formas, no quería dinero de nadie, estaba empezando a estar cansada de que todo el mundo opinara y quisiera dirigir o meterse en mi vida.


Cuando cumplí las 8 semanas de embarazo por fin empezaron a mejorar las cosas, al menos en cuanto a lo que yo esperaba. Conseguí un trabajo. Además era el tipo de trabajo que necesitaba. El padre de uno de mis compañeros de facultad trabajaba en el periódico local y mi recomendó para trabajar para ellos. El trabajo consistía en que ellos me enviaban una memoria externa con los periódicos antiguos escaneados y yo tenía que hablar con su informático para crear una base de datos interactiva de las noticias. Es decir, ir copiando los titulares de cada noticia, clasificarla y ubicarla para que desde un buscador que estaban creando, los usuarios de la hemeroteca del periódico pudieran encontrar las noticias que desearan. Lo mejor, podía hacerlo desde casa, y la carga de trabajo estaba pensada para que fuera un trabajo de media jornada, lo que me permitía continuar estudiando y, cuando naciera el bebé, poder atenderlo y sacar tiempo para hacer el trabajo igualmente. El sueldo, 400 euros netos, no era como para tirar cohetes, pero era más de lo que me esperaba conseguir.

Mi plan estaba en marcha. Estudiar a tope, si todo iba según lo previsto tendría tiempo de acabar los exámenes antes de dar a luz. Mi objetivo era llegar a la matrícula de honor, porque el curso que viene pretendía matricularme en un par de asignaturas para no dejar la carrera por completo y tal y como estaban las cosas por casa, no quería pedirles dinero a mis padres, ni gastar yo demasiado.

El dinero que ganaba lo ahorraría por completo hasta que tuviera que comprar cosas para el bebé, porque si todo seguía igual, me venía necesitando pagar un alquiler más bien pronto que tarde.



Llevaba sin ver a Nico 2 semanas, se me hacía raro, pero la verdad, con todo lo que estaba pasando por casa, intentaba no pensar, iba a clase, estudiaba y trabajaba. A veces me sentía como un robot.

Pero un día, cuando bajaba a casa de la Universidad en autobús, allí estaba, viniendo directamente a sentarse en el asiento de al lado mía. Estaba más delgado, pálido, la verdad es que parecía enfermo.

Se sentó a mi lado, mientras yo miraba por la ventana. Y no dijo nada. Solía hacer eso para darme tiempo a calmarme, a perdonarle antes si quiera de pedirme perdón. No creía que aquella vez fuera a funcionar, pero lo cierto es que notar su respiración, su calor, su compañía hizo que me relajara y mi día fuera un poco mejor. Llegó mi parada, él se bajó para dejarme salir y me fui. No nos dijimos nada, y se lo agradecí, no quería discutir.

Al día siguiente se repitió la escena, y lo mismo pasó el resto de la semana, y la siguiente iba por el mismo camino, pero esa semana era distinta, tenía la primera ecografía oficial, la de las 12 semanas. Iba a ir sola porque no quería que mis padres vinieran, no me iban a arruinar ese momento; pero no sé, decidí dejarme a un lado a mí y pensar en mi bebé. No quería que me odiara por alejar a su padre de él, o de ella...

–Esta tarde tengo la primera ecografía, ¿quieres venir? –le noté dar un respingo cuando oyó mi voz, y se puso visiblemente nervioso.

–Me encantaría.

–Vale, pues si quieres quedamos a las cinco en mi portal y vamos juntos, es a las cinco y media.

–Claro... esto... Ana... yo... –no estaba acostumbrada a verlo tan incómodo conmigo, me dio pena ver cómo había cambiado nuestra relación –sólo quería darte las gracias.

–¿Qué? –eso sí que no me lo esperaba. –¿Gracias por qué?

–Por seguir adelante con el embarazo. Tenía miedo de que, por lo que pasó entre nosotros tú no quisieras... no sé... absolutamente nada conmigo...sé que no es lo que teníamos planeado, sé que no hay un teníamos ahora, y es probable que nunca vuelva a haberlo, pero... gracias. No imagino por lo que estarás pasando. Mi madre me ha contado que tus padres no están a favor de que lo tengas y yo... siento tanto que ya no sientas que puedes contar conmigo... pero puedes... dime lo que quieras que haga, cualquier cosa, lo que sea, lo haré, da igual qué me pidas, haré lo que necesites, lo que te apetezca... no te voy a pedir que me perdones, no merezco que lo hagas, pero si hay algo que pueda hacer por ti, lo que sea...–respiró hondo –Vaya, con tantos días de silencio se me han acumulado las cosas que decirte y ya no sé si cómo hilar un párrafo coherente.

–Bueno, me he quedado con lo importante, gracias –sonreímos. –No te he perdonado lo que hiciste –volvió a ponerse serio y asintió con la cabeza –pero te echo de menos, siempre hemos sido buenos amigos, podemos intentar recuperar eso. Nada más. Sólo amigos... y poco a poco.

–Claro, claro –parecía emocionado. –Yo encantado. Por cierto, he empezado a trabajar en una pizzería. Es un trabajo de fin de semana, no he encontrado otra cosa, pero estoy buscando algo a tiempo completo para poder cuidaros.

–Para, para, no vas a dejar la carrera.

–Haré lo que haga falta.

–Te lo agradezco. Pero este bebé va a querer que su padre tenga la carrera acabada para que pueda decirle que aunque le tuvimos jóvenes, pudimos seguir con nuestra vida y que no renunciamos a nuestras vidas por él... además, yo también tengo trabajo. No necesito que te preocupes tanto, puedo salir adelante sola.

–Sé que puedes con todo, y que podrías hacerlo sola y lo harías perfectamente... pero no quiero que lo hagas sola, quiero poder vivirlo contigo. 

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora