El Día...

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Un día, estando en clase, me puse a charlar con unas amigas de la facultad y una de ellas llevaba un día horrible porque tenía muchos dolores cuando le venía la regla... y me di cuenta de que yo hacía mucho que no tenía dolores. Cuando volvimos a clase saqué el móvil y me puse a ver el calendario. ¿Cuándo me había venido la regla por última vez? Mierda, había pasado mucho tiempo, ¿no? La verdad es que no estaba muy segura, pero lo mirara por donde lo mirara no me daban las cuentas.

Miré el bolso, había traído dinero. No tenía ni idea de cuánto podría costar una prueba de embarazo pero esperaba que me llegase. Me salté la siguiente clase y fui a la farmacia del campus. No estaba pensando, estaba tan nerviosa que actuaba casi como un autómata. Compré la prueba, vaya que cara... fui al baño más cercano e hice pis en el palito tal y como explicaban las instrucciones. Mientras esperaba me sorprendí pensando en qué reactivos químicos llevaría una prueba de embarazo y si podría haberme ahorrado el dinero haciéndola yo misma en el laboratorio... dos minutos ya podía mirar... dos rallitas... una y dos... mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Dos rallitas, estaba embarazada.

No podía volver a clase, apenas podía mantenerme en pie. Fui a la parada del autobús y cuando llegó me subí en él rumbo a mi casa. No era capaz de pensar. Era como si mi cabeza se negase a aceptar el hecho. ¿Y ahora qué iba a pasar? ¿qué iba a hacer? ¿iba a tenerlo? ¿iba a ser capaz de abortar? ¿qué dirían mis padres? ¿y Nico?... o Dios mío, ¿qué iba a decir Nico? ¿me odiaría?... no sé por qué me sentía tremendamente responsable, responsable y tonta por no haberme dado cuenta antes de que hacía un montón que no me venía la regla, ¿cuánto hacía? ¿6 semanas? ¿5? ¿7? ¡por qué no lo anotaré en la agenda!

Bajé del autobús y me fui a casa. Sólo me apetecía hacerme una bola en mi cama y esperar a que todo pasara, aunque suponía que eso no iba a solucionar nada.

Qué raro, la puerta de casa no estaba cerrada con llave. ¿Estaba Nico allí? A lo mejor con todo lo que había pasado no me había enterado y me había llegado un mensaje a móvil para que fuera... bueno, seguro que él podía aclararse las ideas mejor que yo, entre los dos decidiríamos que hacer.

La puerta de mi cuarto estaba cerrada. Sí, Nico estaba allí, pobre, seguro que estaba esperándome desnudo y yo venía con estas noticias... Abrí la puerta y sí, desnudo estaba, pero no precisamente esperando por mí. Estaba con otra. En mi cama.

Aquello ya sí que era sobresaturar mi cerebro.

Cuando Nico miró hacia mí no sabría decir qué emoción predominaba en sus ojos... quizás pánico, si eso parecía, no sabía dónde meterse. No sabía qué hacer, aquello era demasiado, ese tenía pensado convertirse en el peor día de mi vida, sin duda. Pensé en irme, pero luego pensé que era mi casa, mi habitación, mi cama, aquella en la que quería hacerme una bolita y desaparecer. Ellos debían irse. Los dos. Así que, con esa nueva ira que acababa de descubrir abrí del todo la puerta, entré en la habitación y les invité a marcharse.

–Fuera. Los dos.

–Ana yo... –la chica que no conocía empezó a vestirse rápidamente, Nico se puso de pie, aún con el preservativo puesto... bueno pensé, algo es algo, al menos ella no tendrá el mismo problema que yo.

–Fuera. –Yo seguía sosteniendo el pomo de la puerta, en parte para darle énfasis a mis palabras y en parte porque suponía un buen punto de apoyo y tenía la sensación de ir a desmayarme en cualquier momento.

–Por favor, Ana...

–¡Que os larguéis! –Nico por fin empezó a recoger su ropa. Ella ya estaba vestida y salió descalza hacia la puerta. Oí abrirse la puerta de la calle y me alivió un poco pensar que ella al menos ya no estaba en mi casa.

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora