El cumpleaños

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Y el verano llegó a su fin, volvimos al instituto, a las clases, a entrenar seis días a la semana, a las concentraciones, a la rutina que, la verdad, no me desagradaba. En clase ese año las cosas me iban bien, los chicos parecían empezar a tener interés en mí, mis amigas y yo lo pasábamos genial cotilleando entre clases sobre a quién le gustaba una o la otra; volvía a casa con Nico y cotilleaba con él para confirmar teorías... aunque casi nunca se enteraba de nada.

En el gimnasio el ambiente entre las chicas seguía caldeado, algo más que en verano si me apuras, con lo que intentaba mantenerme al margen de los líos y eso hizo que me hiciera más amiga de los chicos, y descubrí que eran mucho más fáciles de llevar. Nico se celaba un poco, podía notarlo, de que fuera amiga de otros, pero tenía razón, él era mi favorito, no lo podía negar y todos lo sabían.

–Ana, ¿sabes qué? –Nico parecía emocionado al otro lado del teléfono.

–Dime.

–Al final se dejó. Carmen Gutiérrez, la de 4ºB. ¿Cómo te quedas, eh? ¿Orgullosa de mí?

–Lo que me quedo es sorprendida de que se dejara engañar por ti.

–Ya, ya... como si ella no quisiera, me dijeron que va presumiendo con las amigas por ahí de haberse liado con un tío como yo.

–Bueno, bueno, ya será menos. Entonces, ¿qué tal? ¿estáis saliendo o cómo va la cosa?

–¡Qué va! Ayer en el recreo fui a hablar con ella y le dije que podíamos quedar por la tarde y eso para dar un paseo por el parque.

–Que poco te pega lo de dar paseos...

–Cierto, por eso era solo una excusa, así como llegó le eché la boca, porque no quería pasarme la tarde perdiendo el tiempo para que al final me dijera que no quería nada, así que pensé "si no quiere nada, que me cruce la cara ahora y me voy a casa a jugar al ordenador" Pero funcionó, nos liamos sentados en un banco, mira el móvil, te he mandado una foto.

–¡¿Qué?! –Cogí el móvil y vi que me había llegado una foto de un banco del parque vacío. Pude oír como Nico se reía al otro lado de la línea.

–¿Qué creías?, que te iba a mandar una foto mientras me liaba con ella, para tanto no doy, pero pensé que sería gracioso que te creyeras eso y antes de venirme a casa hice una foto para mandártela.

–Es bastante raro que justo después de liarte con una tipa pienses en cómo me lo vas a contar a mí... es muy de pervertido.

–Puede ser, pero lo raro es que no me preguntes si puedo sumar otro par de tetas a mi cuenta.

–No pienso preguntarte eso.

–Porque confías tanto en mí que sabes que lo he conseguido, ¿verdad? Pues no te equivocas, en pleno parque, a plena luz del día. ¿Soy el mejor o no soy el mejor?

–En fin...¿y ahora qué?

–Ahora nada, a buscar el siguiente objetivo. Carmen ya sabe que no significó nada. No creo que se haga ilusiones de tener un novio tan fantástico como yo.

A lo largo de aquel año, Nico amplió su lista de tetas tocadas hasta casi veinte. Era su nuevo objetivo vital, al parecer. Nuestra relación sin embargo no cambió, seguíamos siendo los mejores amigos, me contaba todo, a veces más de lo que quería saber. Yo, por mi parte, empecé a medio salir con un chico del instituto, de nuestro curso pero de otra clase. Era emocionante. Todo era tan nuevo. Quedar con él y pensar si iba a besarme... notar cómo se me aceleraba el pulso cuando sabía que iba a hacerlo, la electricidad que parecía recorrer mi cuerpo cuando estábamos cerca el uno del otro, a sólo unos centímetros de besarnos. La verdad es que estaba encantada, aunque, siendo justa, estaba más encantada con las sensaciones que me provocaba, que con el chico en sí. Al final me di cuenta de que lo mejor era dejarlo y buscarme a otro con el que no sólo hubiera atracción física sino con el que notase las mariposas en el estómago tan famosas por ahí.

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora