Octavo Capítulo

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Minwoo estaba enredado sobre él, cuando se despertó Donghyun, con una posesiva mano extendida sobre su pecho, la boca ligeramente abierta y respirando suavemente contra su piel.

Por un momento, miró ansiosamente hacia el jodido reloj de la mesita de noche -las once de la mañana- antes de recordar que era sábado y que no tenía nada especial que hacer ese fin de semana. Donghyun se dejó caer sobre la suave almohada y miró a su amante de nuevo.

Hermoso, simplemente hermoso. El acto sexual de la noche anterior había sido otra cosa. Lleno de tanta emoción, tanta pasión, que había verdaderamente sacudido a Donghyun. Él no se iba a marchar a ninguna parte.

Alisó el pelo alborotado de Minwoo. Incluso soñando llevaba ese ceño fruncido, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. ¿Cómo podría perdonar a Donghyun por aprovecharse de él en su hora de necesidad? ¿Cómo pudo incluso haberle hecho eso a él?

Movió las piernas y sintió un gran peso en el extremo de la cama. En algún momento durante la noche, Tyron había requisado el espacio, a pesar de las instrucciones de Donghyun acerca de no saltar. Sus pacientes eran sus peores enemigos. El perro levantó la cabeza y parpadeó adormilado a Donghyun, haciéndolo sonreír.

Unas gruesas pestañas se abrieron, revelando esos sensuales ojos grises y el corazón de Donghyun saltó desesperadamente. Joder, él estaba loco. En algún momento entre la segunda noche en su cama y ahora, se había enamorado y fuerte. Ya no había vuelta atrás.

—Buenos días. —Minwoo estaba ronco, probablemente provocado por todo lo que había llorado.

—¿No trabajas los fines de semana?

—No.

—Eso está bien.

El ligero indicio de una barba incipiente oscurecía la mandíbula de Minwoo. Donghyun la acarició con un dedo y apretó los labios sobre la sien de Minwoo.

Minwoo levantó el rostro, acercando su boca. Se besaron. Una pesada pata golpeó en el cuerpo de Donghyun. Un momento después, un hocico húmedo asomó entre sus caras.

Minwoo se retiró riendo. —Oye, tú.

La lengua de Tyron le colgaba de la boca. Él embistió la mano de Minwoo con la cabeza, luego lamió a Donghyun en la nariz.

Donghyun se apartó. —Amigo tu respiración mañanera es algo a lo que no estoy preparado. —Echó un vistazo a Minwoo—. ¿Es tu cinturón de castidad o qué?

Minwoo abrazó a su perro. —Sí, —dijo secamente—. No he estado con nadie desde que lo tengo.

Donghyun lo miró un momento, tratando de hacer los cálculos. Tyron que tenía, ¿cinco años? ¿Minwoo había sido célibe todo ese tiempo o le estaba tomando el pelo?

—Bueno, él es el amor de tu vida. Nadie se atrevería a intentar reemplazarlo.

Los ojos grises de Minwoo se volvieron hacia él, brillando con pálidos reflejos azules. —No, —dijo en voz baja. Se deslizó de los brazos de Donghyun y admiró su forma delgada, desnudo ante él se puso una bata y salió de la habitación.

Una puerta se cerró en el pasillo y la casa quedó en silencio. Tyron yacía de espaldas al lado de Donghyun y lo miraba de arriba abajo con esos adorables ojos.

—Vamos entonces, vientre cosquilloso.

Tyron era masilla en sus manos, igual como estuvo su dueño, rodando en la cama con algo que se parecía mucho a una sonrisa en su rostro canino.

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