Paga por tu libertad

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—¿Qué me cobrarías? — Preguntó el demonio con precaución pues conocía a Sofía, y sabía que de ella todo se podía esperar.

— ¿Qué me pasaría exactamente si me inyectará de tu sangre? — El demonio se detuvo, de todas las cosas que imagino que Sofia le pediría, no imagino que la joven llegara a pedirle tanto. Una sonrisa tenebrosa se dibujó en el rostro de ella al ver como el demonio se había quedado inmóvil tras su pregunta. — Hablaste de transformaciones, pero no me explicaste bien de que se trataban esas transformaciones.

— No creo que sea una buena idea lo que estás planeando— Le advirtió el demonio— las transformaciones pueden ser peligrosas, muchos de los humanos morían.

— No estoy pidiendo que me transformes, estoy pidiendo que me cuentes que pasaba con esos humanos. Los que no morían, por supuesto. — Sofía sonrió nuevamente antes de continuar. Había algo en ella que nunca le había agradado a aquel demonio, era por eso que le pesaba aún más estar atado de esa humana. Su prisión había sido insoportable, y en gran parte había sido por culpa de la humana— Los humanos somos egoístas, si aceptaron inyectarse sangre de uno de ustedes, imagino que fue porque sabían que podrían obtener algún beneficio.— Una vez mas, Sofía sorprendió a la criatura con su capacidad de razonamiento, nunca imagino que la joven podría llegar a esa conclusión.

— Los demonios somos más fuertes que ustedes, más rápidos, más grandes, y vivimos por más tiempo. — Le comenzó a explicar el demonio— Además de que tenemos habilidades telequinéticas...

— La mezcla con su sangre les pasaba esos poderes a los humanos...— La sonrisa de Sofía se hizo aún más grande y tétrica. — ¿Aún piensas que no tienes como pagar tu libertad?— está vez fue el demonio quien se incómodo al sostener la mirada, esos ojos cafés tenían una intensidad en ellos que jamás había mirado en ningún otro humano.

— No te creo, — fue la última defensa del demonio— No tienes forma de cómo darme la libertad, no conoces los métodos de cómo deshacer esta atadura. ¡No los conozco ni yo!

— Al contrario de ti, yo no soy una estúpida cerrada de mente. — Le contestó un poco molesta. — Y si te digo que tengo la solución, es porque la tengo. Ahora dime tú si te atreves o no a darme un poco de tu sangre. Me interesa tener esos poderes que mencionas.

— Eso es ilegal. — Le informó mirándola con disgusto, darle la sangre a un humano era considerado como uno de los actos más repugnantes entre los demonios. El demonio había sido un ser despreciable en su mundo, un asesino, pero si algo lo enorgullecía era el considerarse leal a su raza — Podrías morir en el intento.

— Ese es mi problema. — Le contestó mirándolo con determinación— Tú problema será decidir si vas a querer tu libertad o no. Así que elige. — Su voz se mantenía firme y con determinación.

— Dame tiempo para pensarlo. — Le contestó el demonio seriamente después de unos minutos. No se imagina traicionando a su raza de tal forma, pero tampoco se imaginaba atado a Sofía por tanto tiempo. Eso no lo podría soportar.

— Esta bien, — Le dijo extendiendo su mano para estrecharla con el demonio, su último acto de desafío ante el ser que se encontraba frente a ella — pero no te tardes mucho en decidir, recuerda que hay muchos más de los tuyos a los cuales les podría ofrecer yo el mismo trato. Estoy segura de que uno de ellos no lo pensaría ni un segundo en darme lo que yo necesito.

Sin decir nada el demonio extendió su mano y la paso a través de la mano de Sofía. No se pudieron tocar el uno al otro, pero se pudieron sentir. Sofía se levantó de la cama y se dirigió hacia la cocina. La conversación con el demonio le había abierto el apetito.

— Por cierto— Le dijo Sofía casualmente al demonio — ¿Cómo es que te llamas?

—Mi nombre es Zikel

Un demonio en mi habitación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora