Tu sangre, mi sangre

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Confundido, y un poco asustado Sergio se fue rápidamente de la casa de Sofía después de que logró despertar lo suficiente como para poder levantarse del sillón. Fingiendo estar confundida y un poco asustada por él, se despidió , para luego soltar una enorme carcajada ya cuando había cerrado la puerta de su casa. Sofía imaginó a Sergio fuera de su casa escuchándola reír maniaticamente, y le dio aún más risa. Desearía ver la cara de terror que estaría ahora dibujada en Sergio, preguntándose qué le había pasado. Sin saber qué es lo que le habían hecho mientras dormía. "Pobre iluso" pensó Sofía.

— Ahora es mi turno. — Le dijo a Zikel sentándose sobre el sillón. — Ven, siéntate aquí. — Le dijo mientras le daba unas palmadas al cojín que estaba a su lado. — Supongo que la aguja si te va a poder tocar, y te va a poder sacar sangre, lo único es que yo soy la que la tiene que mover. ¿No?

— En verdad encontraste la forma de doblar las reglas a tu conveniencia. —Le dijo Zikel maravillado, ya comenzaba a saborear su libertad, y dejaba de importarle las consecuencias de lo que pasaría por romper las leyes.

— Yo siempre encuentro la solución a mis problemas. — Le contestó Sofía mirándolo maléficamente. Zikel le creyó.

Con mucho cuidado, Sofía tomó otra aguja, y comenzó a inyectarla en el lugar justo donde Zikel le indicaba. Extraer la sangre del brazo de Zikel había sido mucho más fácil de lo que había previsto. Sin pensarlo, después de extraer la sangre de Zikel, tomó una tercera aguja y extrajo ahora la sangre de su brazo. Utilizando el mismo procedimiento que ya había hecho una vez antes, pronto Zikel ya se encontraba libre al igual que Tao. Los dos se encontraban ahora atados del recipiente que colgaba de sus cuellos en lugar de estar atados a los humanos.

— ¿Segura que quieres hacer esto? — Le preguntó Zikel tentativamente a Sofía al ver que se preparaba para inyectarse su sangre. — Podrías morir en el intento.

— No voy a morir, — Le respondió firmemente- soy descendiente de un humano que era parte demonio. — Le recordó Sofía a Zikel. — Lo cual quiere decir, que, aunque pequeña, hay una parte en mí que ya tiene ADN de un demonio. Sólo es cosa de ponerle un poco más.

Sin darse a sí misma oportunidad de dudar, inyectó la sangre de Zikel en sus venas. El efecto fue instantáneo. Un frío enorme recorrió las venas de Sofía, quien sentía que su interior se había congelado. Sofía se dejó caer en el sillón y esperó a que el frío pasará.

Pasaron unos minutos, un par de horas, y Sofía sentía que moriría de dolor. Todo en su interior parecía moverse de lugar y retorcerse, como si sus órganos quisieran escapar de su cuerpo para no ser infectados con la sangre del demonio. Por más dolor que sentía, Sofía no se permitió gritar, no le iba dar a Zikel el gusto de verla débil. Aguantó el dolor, y aguantó la transformación que sufrió su cuerpo. Sabía que al final, todo ese dolor valdría la pena.

Un demonio en mi habitación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora