¿Me puedes ver?

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Aún no se acercaba a la puerta de su casa cuando Sofía comenzó a escuchar su corazón latir fuertemente. Sentía el pulsar de cada latido hasta en el lóbulo de su oído. "Por favor, Dios, que ya no esté aquí, que ya se haya ido. Por favor." Se decía el mantra que había repetido una y otra vez por todo el día. Al acercarse a la puerta respiró profundamente y se quedó un minuto en silencio, paralizada, tratando de escuchar el más inaudible de los ruidos. La casa estaba rodeada de silencio.

Lentamente, después de abrir la puerta, Sofía fue entrando a su casa. Para su alivio la sala y el comedor parecían estar vacíos. Su corazón se aceleró aún más, pero esta vez mezclado con un poco de alegría. "¿Será posible?" Se preguntó a sí misma. Aún no se atrevía a soñar, a esperar el milagro, pero la casa parecía estar vacía. Tratando de no hacer ruido, se dirigió a su habitación, fue al abrir la puerta de su cuarto que su corazón se hizo pequeño.

Él estaba ahí, sentado sobre su cama, inmóvil, como si fuera un bulto de piedras y escamas que ocupaban más de la mitad. Parecía estar más calmado que de costumbre, su mirada se encontraba perdida, tal como si se encontrara perdido en sus recuerdos. Tan profundamente estaba la bestia perdido en sus propios pensamientos que no pareció darse cuenta de que Sofía había llegado. Eso había sido bueno ya que no se dio cuenta de la reacción que tuvo Sofía, quien se había paralizado al verlo. Había sido sólo por un instante, un microsegundo en cuál Sofía se había alegrado que la bestia no la había mirado aún, y pensó que podía seguir todo igual, pero ese microsegundo pasó y Sofía se dio cuenta de que ya no podía seguir igual.

Sofía respiró profundamente de nuevo y tratando de no pensar mucho se dirigió hacia su cama y se sentó junto aquel ser. Nunca había estado tan cercas de él y fue en ese momento que pudo apreciar más su inmensidad.

— Pensé que ya no estarías aquí cuando regresara del colegio — Le dijo a la criatura sin verlo, este por primera vez desde que Sofía había entrado a su habitación pareció percatarse de que ya no estaba solo. La bestia parecía que se había sorprendido, lo cual incomodó a Sofía. Nunca le había cruzado por la mente que la criatura también pudiera sentir emociones. —Sí, —Le dijo, está vez mirándolo a los ojos apenas pudiendo sostener la mirada.— te estoy hablando a ti. — La bestia se paralizó.

— ¿Me puedes ver? — le preguntó a Sofía  después de unos segundos.

— ¿Eso es obvio, no? —Le contestó  con un tono de voz enfadado. Los huecos sin fondo y asimétricos que la bestia tenía por ojos la incomodaba — Si no te pudiera ver no estaría hablando contigo. — Sofía cerró sus ojos y se dejó caer en la cama, de pronto se había sentido exhausta. — ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué tengo que hacer para que dejes de seguirme?

— ¿Desde cuándo puedes verme? — La criatura parecía consternada. Algo en la expresión de la criatura hizo que Sofía se sintiera un poco incómoda, algo no estaba bien.

— No sé, — Le contestó, le parecía extraño que pudiera comunicarse de tal forma con la criatura, como si fueran viejos amigos teniendo una conversación normal. — supongo que desde la primera vez que comenzaste a seguirme.

— ¿Y cuándo piensas que comencé a seguirte? — Le preguntó la criatura riéndose con un tono burlón. Sofía lo miró con desagrado.

— Tú sabes cuándo. — se defendió.

— Yo he estado a tu lado desde tu nacimiento, con tu primer aliento te convertiste en mi prisión. — Esta vez la criatura habló seriamente, la burla se había quedado a un lado. Con su mirada parecía absorber toda la habitación, mientras que atento apoyaba su cara larga y escamosa sobre sus enormes puños.

— Eso no es cierto. — Aun cuando Sofía pronunciaba esas palabras, sabía que la criatura decía la verdad. La primera vez que lo vio a él, también comenzó a ver a los demás. Aunque se había negado admitirlo a sí misma, sabía bien que no todos esos monstruos habían llegado de pronto al mismo tiempo. Sabía que el cambio no había ocurrido a su alrededor, si no en ella misma. Ella era la que había cambiado, la que ahora los podía ver.

— ¿Desde cuándo puedes verme? — Le preguntó la bestia con más firmeza.

— Después del accidente... — Le contestó rápidamente, ya que  odiaba hablar de aquel accidente.

— Lo imaginé, — le dijo la criatura, que parecía hablar más para sí mismo que para Sofía— supongo que por haber muerto por un par de minutos algo dentro de ti cambió. Había escuchado antes de eso, pero no me había tocado conocer a alguien en persona. ¿Qué tanto puedes ver?

— No sé a qué te refieres con eso. — Le contestó enfada, se suponía que ella era la que tenía las preguntas, las dudas, la que no entendía por qué día tras día era acechada por ese ser; pero era él quien la interrogaba. — Veo lo que puedo ver. ¿Cómo diablos voy a saber yo sí puedo ver más o menos de lo que se supone que tendría que estar viendo?

— Siempre me ha desagradado tu carácter. — Le informó la criatura, Sofía lo sabía, lo había escuchado en ocasiones decirlo en voz alta creyendo que ella no lo podía oír. Los horribles insultos que este le decía y gritaba mientras ella tenía que pretender no poder ver ni escuchar nada.  — ¿Me puedes ver sólo a mí?

— No, — Contesto mientras se estremecía, recordando como algunas de las criaturas le habían causado pesadillas por días. — puedo ver a los demás también. Todos siempre siguiendo a una persona. Hay veces que los veo junto a un adulto, hay ocasiones en las que están con niños o bebés. — Sofía se volvió a estremecer recordando una de las ocasiones en las que había visto uno de ellos junto a un bebé, el bebé jugando en el parque mientras la criatura lo observaba sin moverse, el hecho le había parecido aterrador. — ¿Por qué, eh? ¿Por qué hacen esto?

— ¿A caso crees que disfrutamos estar atados a ustedes? ¿Qué nos parece gracioso? ¿Divertido? — Le preguntó a Sofía enfadado. Sofía no contestó inmediatamente, pues eso era lo que precisamente ella pensaba, que de alguna forma está bizarra forma de actuar era algo que ellos disfrutaban. Si no era así, entonces por qué diablos los seguían a todos lados.

— No parece que les desagrada demasiado. — Le respondió con un tono sarcástico, la criatura se movió acercándose a ella, lo que provocó un escalofrío en Sofía y lentamente se alejó un poco más de él. — Digo, si les desagradara en verdad no nos seguirían como perros para todos lados.

— ¡Yo no soy tu perro! — Le gritó la criatura furiosa. Sofia aterrada, se levantó de la cama y se alejó de él. El monstruo se levantó y la siguió, se acercó a ella  e intentó tomarla por el cuello, pero tal como sabía que sucedería  la mano de la criatura sólo la atravesó, tal como si fuera él sólo un espectro. Aún así, lágrimas de pánico brotaron por los ojos cafés de la joven, quien por un momento se había sentido incapacitada — Dale gracias a tu dios que en esta dimensión no puedo tocarte.— La voz gruesa y esposa de la criatura se escuchó por toda la habitación.

— ¿Si te molesta tanto estar aquí, entonces por qué no te vas y me dejas en paz? — Le preguntó Sofía con una voz firme, y escuchándose más valiente de lo que en verdad se sentía.

— Ya te lo dije— Le contestó la criatura quien ahora le daba la espalda a Sofía y dirigiéndose nuevamente a la cama tomo la soga de energía que lo ataba a la cama y la sacudió con fuerza — tu eres mi prisión.

Un demonio en mi habitación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora