Una pastilla para el amor

1.6K 281 20
                                    

— ¿Segura que a tu papá no le importa que estemos aquí solos? — Le preguntó Sergio a Sofía por enésima vez mientras se preparaban para ver la película.

— Ya te dije que no, — Le contestó tiernamente, quien sabía que, si Sergio le volvía a hacer la misma pregunta, la próxima vez le sería más difícil mantener la calma. — No te quería decir esto, — Le comenzó a decir con una voz triste y tierna una vez que retomó control de sus emociones más firmemente. — pero en realidad a mi papá no le importó. Desde que murió mamá...— Su voz se quebró y Sofía fingió ya no poder seguir con la conversación.

— Está bien, — dijo rápidamente Sergio tomándola de las manos para consolarla- no tienes que decir más. Entiendo lo que quieres decir. — Después sonriendo dulcemente, como para animar la situación le dijo: — Anda, vamos. Se que te va a gustar la película que te traje. Es una comedia muy buena.

— Confío en tus gustos. — Le dijo mirándolo de una forma coqueta y luego se levantó del sillón en el que estaban sentados. — Voy a preparar las palomitas, no comiences la película sin mí.

Sofía entró a la cocina y suspiró profundamente, a veces le era un poco más difícil fingir las interacciones con otros como si fuera una persona normal. Desde pequeña se había dado cuenta que su forma de ver al mundo, todo de color gris, no era la forma en la que los demás lo miraban. Gracias a su inteligencia, desde pequeña Sofía había podido pasar como timidez su desinterés por lo demás, su falta de cariño, de amor. "Amor" se dijo a sí misma, para ella el amor era algo alienígeno, una fantasía, una mentira en la que participaban todos menos ella. El amor no existía, al menos no para ella. Nunca lo había sentido hacia nadie, ni hacia su padre, ni hacia su madre.

— ¿Cuál es tu plan? — Le preguntó Tao impaciente al verla. Sofía puso su dedo índice sobre su boca e hizo una señal de silencio. No quería arriesgarse a que Sergio la escuchara hablando sola.

Aún sumergida en sus pensamientos, Sofía tomó las palomitas y comenzó a meterlas en el horno de microondas. Después, del refrigerador tomó el refresco de cola, y comenzó a servirlo en vasos. Finalmente, del gabinete de las medicinas tomo las pastillas para dormir que le habían sido recetadas después del accidente. Con una cuchara hizo las pastillas polvo y las vertió en la soda, haciendo una nota mental que las pastillas se encontraban en el vaso rojo.

— ¿Lo piensas matar de una sobredosis? —Pregunto Tao riendo — ¿Vas a dar tu libertad por la mía?¿Irás a la cárcel por asesina? — Se burló.

Sin decir nada, Sofía sólo miro a los dos demonios que la miraban con anticipación, y torció sus ojos en señal de desesperación. Después de poner todo sobre una charola, volvió a la sala donde Sergio la esperaba con su estúpida sonrisa de adolescente enamorado. Sofía volvió a torcer sus ojos, pero esta vez mentalmente mientras que por fuera su rostro sólo dibujaba alegría.

— El refresco está un poco viejo, — Le comenzó a decir a Sergio mientras colocaba el vaso rojo en sus manos — me parece que a lo mejor ya no tiene gas. Si te sabe un poco extraño me dices y te puedo traer un vaso con agua.

— No te preocupes, — Le dijo Sergio mientras tomaba un enorme trago del refresco y luego tomando un puñado de palomitas se los puso en su boca para quitarse el sabor del refresco— aquí lo importante son las palomitas, y la compañía, por supuesto.

Sofía sonrió, y luego le puso play a la película. Los dos se sentaban silenciosamente, Sergio parecía estar nervioso y sin saber cómo actuar. Ella fingía estar concentrada en la película mientras que de reojo cuidaba a Sergio.

—Ya está cayendo, — exclamó de pronto Tao emocionado mientras que la cabeza de Sergio comenzaba a caerse hacia un lado y sus ojos a cerrarse. — Sólo un par de minutos más y quedará como muerto.

— A lo mejor queda muerto, — decía Zikel enseñando sus enormes dientes puntiagudos al sonreír —a lo mejor ya no despierta.

— Claro que va a despertar, — Lo contradijo Sofía una vez que el torso de Sergio había caído por completo sobre el sofá. — yo se manejar bien la dosis de este medicamento, lo estuve tomando por casi un año. Esto sólo le provocará sueño por un par de horas.

— ¿Entonces no lo vas a matar? — Le preguntó Tao furioso — ¿Si no lo matas como piensas liberarme?

— De la misma forma en la que pienso liberar a Zikel. — Le respondió Sofía enfadada— ¿O qué, acaso pensabas que me iba a matar por él? — Le preguntó señalando a Zikel mientras sonreía sarcásticamente. — No seas imbécil.

— Mide tus palabras...— comenzó a amenazarla Tao

— Si quieres que mida mis palabras entonces no digas estupideces. — Le contestó fríamente

— ¿Entonces qué es lo que planeas hacer? — Fue Zikel quien le preguntó está vez

— Ya estás a punto de verlo. — Le contestó Sofía riendo mientras se acercó a Sergio y comenzó a quitarle el zapato izquierdo.

Un demonio en mi habitación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora