Ya había pasado casi el mes después de la transformación de Sofía, quien ahora se encontraba junto al río por el cual pasaban las vías del tren. Estaba sentada sobre una roca jugando con sus poderes. Sin tener que esforzarse mucho en su concentración, del río llamaba a un pez y tan solo con su mente lo sacaba del agua para luego colocarlo sobre una piedra frente a ella. El pez brincaba y se contorsionaba por la falta de agua. Cuando el pez estaba a punto de morir, Sofía lo devolvía al agua para que reviviera, para luego volverlo a sacar del agua.
— Cuál es el punto de haberme liberado de ti, —Le comenzó a decir Sofía a Zikel, quien acababa de llegar al lugar y la observaba con atención— si cada vez que me doy la media vuelta aún estás ahí. Lo peor de todo es que ahora no sólo eres tú, si no también Tao que a cada rato se aparece.
— No te olvides que gracias a nosotros aprendiste a usar tu telequinesis— Le reprochó Zikel.
— No te confundas, — Le advirtió —yo hubiera aprendido a utilizarlo con o sin su ayuda. Ustedes me ayudaron porque así lo quisieron.
— Si fueras cualquier otra persona te diría que estas equivocada, pero siendo tú, sé que tienes la razón.
— ¡Aw! — exclamó Sofía sarcásticamente— ¿ A caso es admiración lo que escucho en tu voz?— Después de decir eso, Sofía río burlonamente.
— ¿Fue en ese puente donde lo hiciste? — Le preguntó de pronto, su mirada se dirigía hacia el puente del tren que cruzaba el río.
— Fue ahí. — Le confirmó Sofía recostándose sobre el césped, mientras cerraba los ojos y con un suspiro recordaba lo que había sucedido.
Había sucedido una semana después de su transformación. El padre de Sofía a punto de perder la cabeza y volverse loco había entrado a la habitación de Sofía. Sin saber por qué, como lo había logrado, su hija ahora se miraba diferente. Su cabello castaño había crecido y cambiado a un color más obscuro, y su piel tenía ahora una complexión más pálida. Pero eran sus ojos los que más lo asustaba, esos ojos que antes habían sido de un color claro y miel ahora eran negros. Un negro profundo que parecían absorber la luz al mirar. De alguna forma, a pesar de todos esos cambios algo tétricos, Sofía ahora se miraba más bella. Tenía una belleza mórbida, vampírica, de alguna forma demoníaca. Con tan sólo entrar a la habitación de su hija, el hombre comenzaba a sentir un miedo incontrolable.
— ¿Hoy tampoco asistirás a la escuela? — Le había preguntado inútilmente a su hija.
— Bien sabes que no. — Le contestó Sofía irritada por la interrupción, había estado practicando sus poderes antes de que su padre entrará a su habitación. De hecho, desde su transformación una semana atrás, Sofía se había encerrado en su cuarto con el único objetivo de aprender a controlar sus poderes lo más rápido que le fuera posible, y lo había logrado.
— Me gustaría que salieras de tu habitación un poco— Le suplicó a su hija— que conviviéramos, por lo menos que...
— Esta bien— Le interrumpió sorprendiéndolo.
—¿Qué?
— ¿Quieres que salgamos a algún lado juntos? — Le dijo impaciente— Pues vamos. Con tal de que dejes de estar amargandome la vida salgamos esta vez y luego me dejaras en paz. ¿Qué te parece?
— Esta bien. — Le contestó a Sofía, arrepintiéndose al instante, la mirada de Sofía le dijo que ella tramaba algo más.
Minutos más tarde los dos se encontraban en el auto del padre de Sofía. Él conducía silenciosamente mientras Sofía observaba el paisaje. Faltaban dos cuadras para que pasarán el cruce del tren, cuando Sofía rompió el silencio.
— No estoy loca. — Le dijo a su padre sorprendiéndolo, él no había dicho nada.
— No sé a qué te re...— Comenzó a decir su padre.
— Se a donde me llevas, — Lo interrumpió, su voz monótona, su expresión como la de una muñeca de porcelana sin vida. — me llevas al hospital, quieres internarme por qué piensas que estoy loca. — Le afirmó a su padre. — Pero yo no estoy loca. -—insistió.
— Sofía, — comenzó a decir su padre desesperado mientras detenía su auto en el alto antes de cruzar las vías del tren— lo único que yo quiero es ayudarte...
— ¡Tú no quieres ayudarme! — Le contestó, su voz un poco más exaltada— Tú lo que quieres es deshacerte de mí porque me tienes miedo. — Aprovechando que el auto estaba en alto, Sofía abrió la puerta y salió de él — Pero yo no voy a permitir que me encierres como a una loca. ¡Primero muerta! — Le gritó antes de salir corriendo hacia el puente a donde se dirigían las vías del tren.
El padre de Sofía, desesperado apagó el motor de su auto y tomando las llaves también salió de él, y corrió hacia donde estaba su hija. Sofía lo esperaba en el puente, su mirada perdida en el río parecía como si estuviera a punto de aventarse al río. Cuando su padre la alcanzó, lo miró y sonrió.
— Es una pena que hayas elegido este lugar para suicidarte. — Le dijo al verlo llegar.
— ¿Qué? — Le preguntó su padre aterrado, inmóvil por el miedo en medio del puente y de las vías del tren.
— Te dije que encontraría la forma de deshacerme de ti. — Le dijo riéndose de una manera desquiciada.
— ¡No te atreverías! — Le gritó desesperado. Por algún terrible motivo, el hombre descubrió que no podía moverse; y aún más aterrado se dio cuenta que la razón por la cual no podía moverse no era por el miedo. Algo le dijo que aquella fuerza extraña que lo mantenía inmóvil de alguna forma provenía de Sofía.
— Ya me atreví. — Le contestó Sofía dulcemente mientras se daba la medio vuelta para alejarse del puente. — El tren está a punto de pasar. — Le gritó riendo— ¿Crees que alcance a detenerse antes de pasar sobre ti?
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Un demonio en mi habitación
FantastiqueDespués de despertar de un coma, Sofía pensó que se volvía loca, ya que ahora podía ver unos misteriosos y tétricos seres caminar entre los humanos. Seres que parecían ser invisibles para las demás personas. Al principio Sofía pensaba que esos monst...