La mañana siguiente Sofía se despertó con una convicción nueva en su mente. Tenía que encontrar la forma de convencer a Zikel de que le diera de su sangre para transformarla. Con tan sólo imaginar todo lo que podría llegar a hacer con esos poderes, le hervía la sangre de la emoción. "Podría al fin vengarme de todos esos idiotas que me han hecho daño" Se decía a sí misma. Mientras imaginaba y sonreía sin parar, Zikel la seguía silenciosamente.
— Hoy decidiste acompañarme nuevamente— Observó Sofía al ver que Zikel la seguía a la escuela.
— Es arriesgado atarse a un objeto inanimado. — Le contestó simplemente— Ayer lo hice porque necesitaba un respiro y espacio.
— Pues yo también necesito un respiro y espacio
— No es tu elección— Le contestó Zikel irritado— No voy a arriesgar mi libertad por más de un día.
— Lo dices como si esperaras que en cualquier momento fuera yo a caer muerta. — Le reprochó viéndolo.
— No lo espero, — Sonrió Zikel— es lo que más deseo. Si existiera tu dios y me escuchara, ya te hubiera atropellado un tren.
— Parece ser que el verme crecer desde bebé no te suavizó el corazón— Le dijo Sofía riendo sarcásticamente.
Zikel no le contestó, sólo la siguió sin ánimos a la escuela. Al llegar a la escuela, Sofía se dirigió a su clase con Zikel a su lado. Era extraño el saber que ella era la única de la clase que podía ver a esa criatura tan terrible. Sofía recordó como se había sentido los primeros días, cuando comenzó a ver a los demonios por todos lados. Había sido desde que despertó en el hospital después de haber estado en coma por dos días tras el accidente automovilístico en el cual su madre había muerto. En el hospital había visto uno de esos demonios seguir con una sonrisa a una anciana. Sofía entendía ahora el porqué de esa sonrisa. El de demonio sabía que pronto cumpliría su condena en la Tierra y sería libre de volver a su mundo.
Al principio Sofía pensaba que se estaba volviendo loca, y decidió ignorar sus visiones. Para su terror, uno de esos demonios parecía seguirla también a ella. Ignorarlo a él, al que la seguía, era lo más difícil. Sofía sabía que tenía que pretender ser una persona normal, pretender que no se estaba volviendo loca. Pretenderlo aún consigo misma, para así no ser internada en un hospital psiquiátrico. Sofía pensaba que se estaba volviendo loca, pero sabía que no era una estúpida, ella podía pretender ser una persona normal y seguir con su vida.
Fue poco a poco que Sofía se fue dando cuenta de que los demonios no estaban sólo en su cabeza. Varias veces Sofía pudo observar como las personas en ocasiones, si eran atravesadas por accidente por uno de ellos, parecían reaccionar. Sentirlos. Fue en una ocasión, en la cual le tocó mirar como un bebé interactuaba con uno de ellos, que se convenció de que no eran una alucinación. Eran una realidad. Había demonios por todos lados, cientos de ellos, siguiendo a los humanos atados de ellos por una cadena hecha de una extraña energía azul.
Cuando Sofía descubrió que los demonios eran reales, no sabía cómo reaccionar. No sabía que era peor, si pensar que los demonios eran parte de su imaginación, de su trastornada mente o saber con certeza que aquellos terribles seres eran reales.
Sofía se encontraba perdida en sus pensamientos, sentada en su lugar, cuando de pronto lo miro venir. Era uno de sus compañeros de clase, Sergio, acompañado por su demonio. El demonio que seguía a Sergio era un poco más pequeño que Zikel, visualmente era menos tenebroso, pero sus ojos eran también un vacío infinito que parecían penetrarlo todo.
Al verlo entrar al salón, Sofía lo observó detenidamente por primera vez, dejando de fingir el no darse cuenta de que estaba ahí. Al principio el demonio no se dio cuenta de que era observado detenidamente por la humana, pero al percatarse se detuvo por completo. El demonio volteó a ver a Zikel y le dijo unas palabras en aquel idioma que Sofía no entendía e imaginaba que era el idioma de los demonios. Zikel le respondió al demonio en el mismo idioma, el demonio tras escuchar a Zikel se acercó a Sofía cautelosamente.
— Me dice Zikel que puedes vernos— Le dijo el demonio acercando su cara a la de ella. Sofía no respondió, sólo sonrió. No quería arriesgarse a que sus compañeros de clase la escucharán hablando sola. — Me pregunto qué clase de mente tiene un humano que puede fingir tan bien el no poder vernos por más de un año. —Sofía seguía mirándolo fijamente con una sonrisa triunfante. — Después tendremos una oportunidad de hablar. — Le informó el demonio y se alejó de ella dirigiéndose hacia la parte trasera del salón donde se encontraba Zikel observando atentamente el intercambio. En ese momento el profesor llegó a la clase, y los dos demonios comenzaron a hablar rápidamente en su idioma. Sofía tratando de ignorar a los dos demonios parlantes trato de concentrarse en la clase, pero ese día, más que ningún otro, le había sido extremadamente difícil el poder concentrarse.
En la hora del receso Sofía, como acostumbraba, se sentó sola bajo la sombra de su árbol favorito en el patio de la escuela. Le gustaba este árbol porque estaba en una esquina del patio. El árbol estaba un poco alejado de las mesas de picnic en las que los estudiantes se sentaban a comer su lonche, y también de las canchas de fútbol. Sentada ahí, evitaba el tener que interactuar con los demás compañeros.
Zikel se sentó junto a ella. El otro demonio se acercó lo más que pudo y se sentó bajo la sombra de un árbol vecino. Su atadura con Sergio, quien se encontraba jugando fútbol, no le permitió acercarse más.
— Mi nombre es Tao— Le dijo el demonio hablando en voz alta para que Sofía alcanzará a escucharlo. Sofía se levantó de su árbol y se fue a sentar junto a Tao. Zikel la siguió lentamente. — Me dice Zikel que dices tener la forma de liberarnos.
— Así es— Le contestó con certeza, hablando despacio y tratando de no mover mucho su boca para que no pareciera que estaba hablando sola si alguien más la miraba. — Yo les ayudó a liberarse de sus ataduras si ustedes me dan de su sangre.
— La cosa es que dar de nuestra sangre a un humano es ilegal, — Le contestó Tao, quien la miraba con interés. — además de que a Zikel no le conviene darte de su sangre, si lo hiciera tu vivirías por más años, lo cual alargaría su condena.
— Sería libre, — Le contestó Sofía mirándolo firmemente. — No importaría si yo vivo o no.
— ¿Si sobrevivieras la transformación, — continuó Tao con la interrogación- qué harías con esos poderes?
— Ese es mi problema. — Les contestó desafiante. — No creo que a ustedes les afecte lo que haga o deje de hacer una vez que ya tenga esos poderes.
— ¿Como piensas tomar nuestra sangre si no podemos tocarnos? — Esta vez fue Zikel quien hizo la pregunta.
— Ya he pensado en eso, y si mi plan funciona, no habría problema con eso.
Los dos demonios intercambiaron miradas, y luego un par de palabras en el idioma que Sofía desconocía, para después quedar unos segundos en silencio. No le importó que los demonios hablarán de ella y que ella no pudiera entenderlos, tenía la certeza que al final accederían a su trato. Algo le decía Sofía que esos demonios deseaban la libertad mucho más que ella.
— Si accediéramos a tu trato, — continuó Tao — tendrías que liberarnos a los dos, y ya que nos hayas liberado, y sólo entonces, te dejaremos usar nuestra sangre.
— ¿Me crees estúpida? — Le preguntó a Tao con un tono de voz un poco más alto de lo que lo que debía. — Yo los liberó a ustedes, luego ustedes se van y me dejan a mí, sin mis poderes.
— Entonces, — dijo Tao— me liberas a mí. Te transformamos y luego liberas a Zikel.
— Ese trato me parece mejor. — Le contestó Sofía sonriendo.
— ¡Trato hecho, entonces! — le respondió Zikel sonriendo. — ¿Entonces qué es lo primero que tenemos que hacer?
— Lo primero que YO tengo que hacer, — Le contestó Sofía hablando pausadamente entre palabras, mientras en su cara se dibujaba una de esas sonrisas llenas de malicia que Zikel tanto odiaba de ella — es seducir a Sergio.
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Un demonio en mi habitación
ParanormalDespués de despertar de un coma, Sofía pensó que se volvía loca, ya que ahora podía ver unos misteriosos y tétricos seres caminar entre los humanos. Seres que parecían ser invisibles para las demás personas. Al principio Sofía pensaba que esos monst...