Capítulo 11

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Décimo Primero Capítulo


Tercera Persona


"¿Hola? ¿Delilah?" la voz del otro ladose escuchaba extraña y Delilah tenía la sensación de que la había escuchado antes. "Delilah, escucha, tienes quesalir de ahí." Delilah estaba segura de que conocía esa voz... "Tienes que huir." El corazónde Delilah casi se dispara a mil cuando reconoció al dueño de aquella voz. "Es M. ¡Huye!"

Delilah, asustada, frunció el ceño. "¿Nick?"

"No hay tiempo, D. Tienes que huir"

"¿Qué pasa?"

"¡NICK!" Una voz femenina se alcanzó a escuchar del otro lado de la línea. "¡NICK!"

"Me tengo que ir"

"No tengo más tiempo. Me tengo que ir, suerte"

Bip bip bip

Delilah estaba alterada, tomó su celular y corrió por las calles, los pulmones le ardían y su garganta dolía. Llegó a su hogar y revisó por debajo del tapete en busca de sus llaves. No encontró nada.

"¿No me explico por qué suceden todas estas mierdas en las situaciones más complicadas y menos indicadas?"

— ¡Joder!— gritó Delilah con coraje mientras golpeaba y forzaba la puerta de la entrada.

La llave se encontraba en su mochila y no se tomó el tiempo de recogerla de la enfermería por las prisas.

De camino a la escuela, Delilah sentía escalofríos pasar por su espalda y muchas ganas de golpearse a sí misma por ser tan descuidada. Pensó que algún día, esta característica suya le costaría mucho.

Llegó al instituto y le extrañó no ver a nadie merodeando por los pasillos. Eran las 5 de la tarde, las clases extracurriculares habían terminado y muy probablemente las tutorías también. Después de pasear con prisa un poco más por los pasillos, Delilah recordó que ya era demasiado tarde como para que estuvieran los alumnos aun tomando clases.

Al llegar a la enfermería, Delilah tuvo que utilizar casi todas sus fuerzas para abrir la puerta ya que esta se encontraba trabada y rota de un lado. Era extraño y sin dudas le heló la sangre.

Ya por fin en la enfermería, Delilah revisó por todas partes en busca de su mochila. Buscó por debajo de la camilla, a los lados, incluso dentro de los gabinetes llenos de medicamentos pero no encontró nada.

Salió de la enfermería muy preocupada, se dirigió de manera automática a su salón de clases. En el pasillo del edificio B, Delilah notó un papel pegado en medio del corredor, decía:

"Aula 3- E"

Aula 3-E fue donde tomó lugar su última clase y una en donde se impartían las tutorías para quienes repetían cursos. A medida que Delilah se acercaba al aula 3-E, los pasillos parecían llenarse más de carteles de color gris; todos con lo mismo escrito.

Delilah se dirigió al aula 3-E como productor de su curiosidad. Al visualizar la puerta de dicho aula, Delilah se abalanzó hacia la manija de la puerta. Entró en el aula y su cuerpo se paralizó por unos largos segundos al encontrarse con la escena más horrorosa que jamás hubiera visto.

El maestro Peterson, quien se encargaba de impartir las tutorías, se encontraba al frente del salón bañado en un río de sangre espesa y oscura. Delilah podía ver su reflejo en aquel enorme charco oscuro. Intentó rodear el cadáver pero casi pierde el equilibrio cuando miró los ojos del maestro, estaban muertos, aquellos ojos verdes oliva dejaron de reflejar su usual brillo alegre y jovial.

Delilah examinó un poco más el cadáver sin siquiera percatarse de que lo hacía y pudo notar como la sangre fresca fluía de un lado del cráneo y cuello. Levantó la mirada y notó una gran cantidad de sangre que se derramaba del pizarrón, más específicamente del lugar en el que se coloca la tiza.


No quería seguir en aquel lugar, pero en el fondo del aula pudo divisar su mochila sobre una silla azul y supo que no tenía ninguna otra opción.

Delilah caminó abriéndose paso entre los escritorios revueltos y desorganizados, hasta llegar a los cadáveres de los alumnos que recibían las tutorías del señor Peterson.

Cuando Delilah analizó aquella escena desde su ubicación actual, pudo llegar a la hipótesis de que el maestro Peterson había intentado detener al agresor, pero éste falló miserablemente; el ahora homicida se acercó a los alumnos que se encontraban dentro del salón y los mató.

"¿Qué demonios sucedió aquí?" se preguntó Delilah.

Phill, uno de los chicos muertos que en vida eran tutorados, yacía recostado sin vida en su escritorio de madera pulida. Su rostro estaba escondido entre sus brazos sangrados y en la parte trasera de su cráneo Delilah podía ver una gran brecha y al cerebro en su interior.

Delilah apartó la mirada como reflejo y se topó con Sally, una chica de primer año llegada de Escocia, ella se encontraba tirada en el suelo con el torso mutilado hasta que lo único que se podía distinguir entre las diferentes tonalidades de carmesí eran sus intestinos rosados colgar desde su estómago hasta varios centímetros en el suelo. Delilah movió su mirada desde los interiores de la chica hasta su rostro pálido y con una mueca de pavor en la cara confirmó que al igual que los otros cuerpos, Sally estaba muerta.

El último chico que Delilah vio fue un chico pelirrojo que jamás había visto antes, pero que por el nombre en su libro de texto su nombre era Connor. Connor estaba recargado en su silla y su cabeza colgaba con audífonos puestos (parece ser que no escuchó nada por los audífonos), tenía la boca abierta sangre la escurría de esta por los lados, sus ojos carecían de brillo como los de un pescado y su mentón había sido atravesado por un lápiz (la punta del lápiz se podía ver en el interior de la boca de Connor) y su mano izquierda corrió la misma suerte, con la excepción de que sus dedos habían sido doblados en ángulos anormales. Se había orinado. Connor se había orinado y la orina se había mezclado con la sangre que fluía.

"¡¿Quién rayos hizo esto?!"

Delilah tomó su mochila y sin esperar a nada salió del aula con el cuerpo tembloroso. Azotó la puerta tras ella y se creó eco por todo los pasillos vacíos. Caminó con prisa mientras rebuscaba apresuradamente en su mochila y como paranoica fue revisando detrás de ella como consecuencia de los pasos que escuchaba tras ella.

Dejabú

Su celular sonó y lo tomó. Había recibido un mensaje de texto de un número desconocido. Desbloqueó su celular mientras ingresaba al baño, tiraba su mochila al suelo y con la mano libre se ponía a rebuscar con más desespero que antes en ella.

Las encontró. y revisó el mensaje de texto.

"El juego está por llegar a su fin."

Apagó el celular y salió del baño sin mirar atrás. No paró, no hasta encontrarse con alguien apoyado en su casillero.

—Hola —saludó—, mi querida Delilah.

Mi Querida DelilahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora