»Día/Mensaje 18«

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jueves, 5:25 pm
Escuela

-Max, ¿puedes soltar el celular?

-Lo siento, es solo que...

-Ya salimos de la escuela. Si no te mandó un mensaje ya, entonces no lo hará. Ayer tampoco lo hizo, no creo que vaya a hacerlo hoy -dijo Leah.

-En el último dio a entender que piensa que fui yo quien inició la pelea. Que yo golpeé a esos chicos y los dejé llorando durante el resto del día. ¿Cómo quieres que no espere otro diciéndome que ya sabe que es al revés?

-No creí que esperaras tanto de él.

Suspiró, llevándose las manos a la frente.

-No lo hago, ni siquiera sé quién es. Simplemente me gustaba saber que por lo menos una persona me hablaba sin malas intenciones.

-Se burla de tu estatura.

Rio.

-De una forma diferente.

-¿No me digas que te gusta?

-¡No! Dios, por supuesto que no. No puede gustarme sin conocerlo -sonrió.

-De acuerdo. Entonces suelta esa maldita cosa y acompáñame a la salida. Te quedas a estudiar ¿no?

-Sí, me iré en un rato.

Al ver a su amiga caminar a la distancia, se sintió totalmente solo. Volteó para asegurarse de que nadie estuviera a sus espaldas esperando para golpearle. Se encogió en sí mismo y caminó mirando a todos lados. Una vez que entró al edificio, se soltó al ver que nadie se encontraba en los pasillos. Estaba atardeciendo, por lo que supuso que la mayoría de los estudiantes se habían ido, junto con algunos profesores.

Abrió la puerta de la biblioteca y pasó en silencio, viendo que incluso la bibliotecaria se había marchado. Tomó asiento en una mesa del centro y sacó un libro de su mochila. Suspiró.

Estaba cansado. De la preparatoria, de los abusivos, de los golpes, de las burlas. Su madre siempre le había dicho que ignorara los malos comentarios, que hiciera "oídos sordos".

Lo que no podía ignorar eran los moretones en su piel.

Las lágrimas en su rostro por las noches.

Las ganas de saltarse la escuela yendo en la dirección contraria cada mañana.

Dejó caer la cabeza en la superficie, dándose un fuerte golpe. Escuchó una suave risa que lo hizo levantar rápidamente la mirada.

-Perdón, no quise asustarte.

Lo miró de soslayo, temiendo hablarle.

-No eres de muchas palabras, ¿o sí?

Bajó la mirada.

-Está bien.

Vio por el rabillo del ojo cuando el pelinegro chico tomó asiento junto a él, mirándolo.

-Es raro verte aquí. Vengo seguido y no creo haber coincidido contigo alguna vez.

-Vine a estudiar -masculló.

-¿Disculpa?

-Ya me iba -se puso de pie, sorprendiendo al recién aparecido.

-No era mi intención molestarte. Por favor, quédate, no volveré a hacerte sentir incómodo.

Lo miró un segundo. Él le sonrió con dulzura. Caminó hasta la pared más cercana, apoyando ahí la espalda. Oyó una vez más al tipo reír.

-De acuerdo, paso a paso.

Se quedaron un segundo en silencio. El tiempo avanzando en el reloj detrás del escritorio.

Max acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja. El otro se limitó a sonreír.

-¿Cómo te llamas?

Tragó saliva.

-M-Max.

-Yo soy Dessmond. ¿Vas en tercero? Creo haberte visto en alguna clase.

-Sí.

-Genial.

Jugó con sus pies en su lugar. Vio al chico acercársele.

-¿Te parece si me pongo a tu lado? Se me hace raro hablar tan fuerte para que me oigas.

Asintió no muy convencido. Oyó al tal Dessmond suspirar.

-Hoy no ha sido un buen día, ¿sabes?

Lo miró, estaban a unos cuantos metros de distancia, ambos pegados a la pared. Le agradeció mentalmente el que hubiera respetado su espacio.

-Tuve que evitar a un amigo mío por algo que dijo. No lo sé, supongo que no se siente bien estar enfadado con alguien.

Recordó a su anónimo. Hizo un leve puchero, que pasó desapercibido por su acompañante.

-¿Has peleado con alguien alguna vez, Max?

-¿En qué sentido? -miró el suelo.

-El que sea.

-Con mi madre...

Rio a su lado.

-Te oyes muy inocente para lo que pareces.

Se encogió, dejándose caer con lentitud al suelo.

-¿Por qué todos dicen eso? -dijo en voz baja.

-Lo siento, ¿dije algo malo? -trató de acercarse, pero el chico se quejó.

-No porque sea alto significa que esté todo el día metiéndome en problemas. En realidad intento huir de ellos.

Dessmond levantó las cejas.

-¿Por qué me tienes miedo?

-Porque me crees diferente.

Se agachó frente a él.

-Por supuesto que lo eres. No te llamas Dessmond Adams, ¿o me equivoco?

El más alto frunció el ceño. Se veía tan pequeño en esa posición.

-No.

Sonrió.

-Entonces eres diferente a mí.


*


Jueves, 5:50 pm
Salida

-Bueno, Max, fue un gusto conocerte -le sonrió, gesto que devolvió, aun tímido.

-Adiós.

-Hasta mañana.

Le dio la espalda y caminó en dirección a su casa. Sonrió inevitablemente. Había tenido una conversación normal con un desconocido. Un compañero de clase, pero desconocido. Pateó una piedra. El atardecer naranja hacía ver su cabello del mismo color, siendo este de un castaño oscuro. Sus ojos se entrecerraron cuando el sol llegó a ellos. El día no había estado tan mal después de todo.

Su celular vibró en su bolsillo.




"Hola, jirafa:

¿Creíste que te librarías de mí? Lo siento, gigantón, pero soy como una garrapata. Una vez que me sujeto a ti, no me suelto nunca más. A no ser que me arranques a la fuerza.

De un anónimo invencible.

jueves, 5:53 pm".

Hola, JirafaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora