»Día/Mensaje 45«

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Martes, 8:20 am.
Escuela, pasillo.

Sabía que tenían una conversación pendiente, lo tenía muy claro. Pero, ¿cómo explicarle que había escapado por el simple miedo de decepcionarlo? ¿De salir herido? ¿De perderse en sus ojos y terminar con el corazón roto?

Apoyó la cabeza en su casillero. Sus amigos ya debían encontrarse en sus correspondientes salones, faltando apenas diez minutos para entrar a clases.

Frunció los labios al sentir los ojos húmedos nuevamente. El día anterior había llorado tanto que temió realmente deshidratarse. En cuanto el pelinegro se hubo marchado, su madre había corrido a preguntarle quién era el misterioso chico que lo había dejado en la puerta de su casa. Ella no estaba de acuerdo con su sexualidad. Siempre que salía a la luz el tema, aprovechaba la oportunidad de dejarle en claro lo poco que le gustaba imaginar a su único hijo tomado de la mano con un hombre, en vez de una bellísima mujer. Bastaba ver su rostro para notar lo mucho que le desagradaba.

Tragó el nudo formado en su garganta, respiró profundo y comenzó a caminar rumbo a su primera clase. Durante el corto trayecto, alcanzó a divisar a Dessmond al fondo del pasillo, hablando animadamente con un par de personas. Se detuvo y lo miró; cuando éste finalmente correspondió su mirada, se atrevió a hacer un gesto con la mano, acompañado de una tímida sonrisa para llamar su atención. Lo vio despedirse con prisa, antes de acercársele.

–Hey, ¿cómo estás? –le preguntó a un costado del ahora vacío pasillo.

–Supongo que mejor –el más bajo sonrió–. Oye... sé que tengo que hablarte sobre lo que pasó ayer.

–No tienes que hacerlo –tocó su brazo–. No quiero que te sientas presionado, lo único que importa ahora es que te encuentres bien, ¿de acuerdo?

Frunció el ceño como un niño pequeño, desconcertando al otro frente a él.

–Quiero contarte.

Suspiró, dando una sonrisa rendida.

–Está bien, pero no aquí, ni menos ahora. Veme a la salida, ¿sí?

Asintió con una sonrisa. En un movimiento rápido, el ojigris se acercó a su oído poniéndose en puntas de pie y susurró:

–Solo no escapes esta vez. También tengo algo de qué hablarte.

El aire abandonó sus pulmones en cuanto aumentó la distancia entre sus cuerpos, alejándose a paso tranquilo. Esta vez no correría de él, por supuesto que no... ¿verdad?





*





Martes, 11:00 am.
Escuela, cafetería.

–¿Huiste? –las carcajadas de sus amigos sonaban cada vez más fuerte, avergonzándolo por completo y haciéndolo querer desaparecer.

–No fue gracioso en el momento. Dessmond me vio llorar –se tapó el rostro.

–Oh, vamos, si será tu amigo debe saber estar contigo en los momentos difíciles. Te alejaste de él y, pese a eso, volvió a tu lado sin que se lo pidieras –dijo Leah sujetando su mano por sobre la mesa.

Hola, JirafaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora