»Día 16«

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lunes, 1:10 pm.
Comedor.

Cada uno tomó una bandeja y se dirigieron juntos a la mesa al fondo del comedor. La pareja a un lado y el chico al otro.

–No puedo creer que por segundo día consecutivo sirvan espinaca en la cafetería. ¿Pagamos por esta basura? –dijo Leah, levantando los brazos al cielo.

–No digas eso, las cocineras se esfuerzan para hacerlo –defendió Max.

–La verdad no. ¿Has visto la cara de Gertrude al servir? Esa mujer odia a todo el mundo –la seriedad en la voz de Robbie hizo reír al más alto.

–Dejando de lado la horrible comida –alejó la bandeja con un dedo–. Nuestro pequeño Max hoy hizo un gran progreso.

–Leah...

–¿De qué me perdí?

–El profesor lo eligió como pareja de trabajo de Ryan. Estarán juntos cada clase de ciencias a partir de ahora.

–¿Estás de broma? Tienes que aprovechar, compañero.

–¿Quieren dejar de hablar de eso? –frunció el ceño–. Será solo por este año, además él solo me ve como el alto niño tímido.

Leah torció la boca.

–Podría verte como un amigo, si te esforzaras.

–No quiero hacerlo, y tampoco funcionaría. Tan solo olvídenlo.

Los dos frente a él se dieron una mirada inconforme, antes de seguir comiendo.

Max se puso de pie, sonriéndoles al hablar.

–Realmente sabe mal. ¿Quieren algo de la máquina?

–Un chocolate estaría bien.

–Enseguida vuelvo.

Al salir, fue directo al rincón donde la máquina dispensadora se encontraba, sacando dinero del bolsillo de su jean. Se disponía a elegir algo para sí mismo cuando una voz se escuchó a sus espaldas.

–Creí haberte dicho que no quería volver a verte.

Se quedó estático en el lugar, demasiado asustado para contestar o presionar el botón frente a sus ojos. Sintió una mano sobre su hombro, cuya presión aumentó con rapidez.

–Mi novia tiene vértigo, ¿sabes? Así que no es que no me agrades ni nada de eso, pero prefiero acabar contigo antes de que ella la pase mal gracias a ti. Ya sabes, porque tu asquerosa cara está muy lejos del suelo.

Giró su antebrazo, tirándolo hacia atrás y elevándolo, haciéndolo apretar los dientes. Los acompañantes del sujeto se limitaban a mirar.

–La gente como tú me molesta. Intentan destacar, pero al mismo tiempo fingen ser las personas más desinteresadas que hay. Eres un falso. Un grandísimo falso.

Cerró los ojos al sentir un golpe en la entrepierna. Cayó de rodillas e intentó cubrir su parte baja, pero el agresor lo tomó del cabello, obligándolo a mirarlo.

–No sabes hacer nada. Dejas que te golpeen como un maldito sumiso –lo sujetó por el cuello de la polera, poniéndolo de pie–. ¡Defiéndete, marica!

No hizo nada. Su única reacción fue esconder el rostro entre sus manos.

–Tú te lo buscaste –lanzó un golpe directo a su mejilla izquierda, pero antes del impacto, una mano detuvo su avance.

–¿Qué crees que estás haciendo? –dijo Robbie con voz firme, empujando al tipo hacia atrás.

–No te metas, Jefferson.

–¿Tres contra uno? No me parece una pelea justa.

–Ellos solo están aprendiendo. Además, él es el que no sabe defenderse.

–Ya déjalo, Harry, no te ha hecho nada.

–Exacto –se acercó, amenazante–, no hace nada. Más que molestar.

Le dio un empujón, el cual el rubio devolvió con más fuerza, ignorando las peticiones para marcharse juntos de ahí de su amigo. Rápidamente aumentaron la intensidad y comenzaron a golpearse, manchando con algo de sangre sus rostros.

–¡Ya suéltalo!

–¿Eres igual de débil que él?

–¿A quién le dices débil?

–¡Robbie, ya basta!

–¡Jóvenes!

Las agresiones se detuvieron al escuchar la voz del profesor acercándose a ellos. Max se encontraba justo sobre Harry, jalándolo para que soltara al otro.

–Ustedes tres, a la oficina del director.

Hola, JirafaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora