»Tarde 70«

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Martes, 4:45 pm.
Parque, pileta.

–¿Así que esta es nuestra primera cita?

–Perdón si es muy sencillo, quería pasar el rato contigo –el pelinegro bajó la mirada a sus manos entrelazadas–. Casi no nos vemos durante el día, salvo en ciencias y cuando coincidimos en la cafetería. Es algo difícil juntarnos los fines de semana porque uno de los dos debe estudiar o ya tiene compromisos y... no lo sé. Te extraño, supongo.

–Es perfecto –apretó su mano–. Y también lo siento. Debería tener algo de consideración contigo.

–No, no es eso. Ambos somos personas ocupadas. Pero ya veremos cómo va todo –le sonrió.

–Saldremos adelante, te lo prometo. Llevamos unos días saliendo, es normal que aún no nos acostumbremos a nuestros horarios.

–Sí.

Acercaron sus sonrisa al otro, colisionándolas en un beso. Dessmond sujetó su nuca, haciendo sus cuerpos acercarse, pudiendo Max sujetarlo por la cintura. Movieron los labios, profundizando la acción. Se separaron un momento para mirarse a los ojos. 

Negro y gris brillando cual piedras preciosas. Volvieron a unir sus bocas.

–Deberíamos... denominar un... día para nosotros –dijo el más alto entre besos.

–¿Qué? –dejó un último pequeño y se alejó, tomando su mano.

–Uno en que pasemos la tarde juntos. Así, pese a que no nos veamos el resto de los días, tendremos uno especialmente para dedicarnos al otro.

Vio la sonrisa que tanto le gustaba estar de acuerdo, asintiendo. Le dieron ganas de abrazarlo hasta morir.

–Me parece bien.

–Bien –besó el dorso de su mano–, ¿cuál?

–Uno en el que no tengamos cosas que hacer.

–Siempre tenemos cosas que hacer.

–Uno en el que tengamos menos.

–¿Viernes?

–Suelo salir con Leah y Robbie –frunció los labios–. ¿Jueves?

–Tengo práctica con el equipo, no puedo faltar de nuevo. Hoy el entrenador hizo una excepción, ya sabes, se acerca el partido.

–Perdón por eso. ¿Miércoles?

–Puede ser –besó su mejilla–. Es un día liviano.

–Miércoles será –sonrió contento.

Notó la forma en que su pareja miraba tras él por un momento, fruncía el ceño y se levantaba. Lo miró, extrañado.

–¿Pasa algo?

–Mejor nos vamos. Te ayudaré a estudiar. ¿En tu casa? –lo miró. De pronto estaba serio.

–Eh, sí. Está mamá, ¿no te molesta?

–No. De prisa –lo tomó del brazo, rápido pero con delicadeza, y comenzó a caminar a paso veloz.

–Dess, ¿hay algo mal? –preguntó cuando llegaron a su calle. No habían hablado en todo el camino; el contrario parecía estar vigilando. Solo entonces lo soltó.

Dio un suspiro profundo, como si hubiese aguantado la respiración todo el rato que habían tardado. Se detuvo, miró sus ojos con una mezcla de preocupación y pena, y acunó dulcemente su mejilla.

–Lo siento, mi sol. Es solo que... vi a Harry y su novia en el parque –el chico entreabrió la boca, pero no lo dejó intervenir–. No nos vieron, salimos antes de que pudieran hacerlo. 

Hola, JirafaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora