[09]

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[09]

Vivo sin lamentar absolutamente nada. No puedo imaginar la vida sin Martina. Ella me mantiene constante. Me motiva. El hecho de saber que hay alguien que depende de mí para literalmente todo, su comida, seguridad y comodidad, es una gran lección. Y en el momento en que puse los ojos en ella después de diecisiete horas de trabajo de parto, le hice una promesa de que nunca iba a fallarle.

Seco mis lágrimas necias y cierro los ojos. Estoy tan cansada. Exhausta en realidad. Ser fuerte todo el tiempo es agotador. Mi cuerpo se siente pesado contra el colchón, y mi respiración se ralentiza. Justo cuando me siento caer, Martina comienza a llorar.

Me levanto de la cama, forzando una sonrisa mientras me preparo para hacer todo de nuevo.

Aquí vamos.

¿Por qué Emilia la magdalena estaba así?

Ni yo misma lo sabía, hoy tuve que salir del Like debido a que mi mamá no iba a poder cuidar de Martina las siguientes noches debido a que tiene una torcedura de tobillo y debe descansar... le pedí ayuda a Soledad y ella sin chistar habló con Victoria y me consiguió los permisos.

Ahora debía medir bien mis tiempos para poder dividirme entre ser mamá embarazada, atender a Martina y terminar mis deberes del Like. Parecía una tarea imposible y, hasta ahora, muy agotadora, pero lo estoy llevando, a cuestas.

Ahora sí, Emilia Ruíz, es decir, yo. Estaba llorando, ¿por?

Culparía a las hormonas pero esto va más allá de eso, culparía mi último aumento de peso –con medio kilito de más, y los que vienen–, pero no. Yo lloraba por una simple y única razón, Claudio Meyer.

Él no tiene la culpa de que yo me haya enamorado y que no me corresponda, pero al menos pudo mostrar un poco de tacto conmigo antes de prácticamente comerse a Antonia en frente de mis narices, pero no se dio cuenta de mi presencia, o eso quiero hacerme creer. Sé que probablemente ella lo hizo para provocarme, pero él en ningún momento se negó, además, no puedo echarle la culpa a Antonia de todas mis desgracias, o si puedo...

La imagen quedó grabada en mi mente, yo a punto de salir por las puertas del Like esperando a un taxi cuando, los dos, en la cima de las escaleras, aparecieron besándose y tocándose sin pudor alguno, la ropa les estorbaba, pero sin embargo rompieron el contacto y dieron media vuelta con dirección a los dormitorios; lo que harían después no quiero ni imaginármelo.

Pinche Claudio culero.

Le doy el biberón a Martina y ella comienza a calmarse, por lo que hago todo lo posible para que se duerma, y yo poder dormir un poco también. Pero hay un problema, soy una estudiante y debo hacer mis tareas y deberes.

Doy un suspiro pesado cuando me siento en la mesa y comienzo a plasmar respuestas a ecuaciones e incógnitas que vaya a saber Dios si son correctas, yo estaba tan cansada que no prestaba atención a lo que escribía. Luego seguía unos ejercicios en inglés, sería fácil pues yo dominaba el idioma, pero fue cuando el lápiz siguió su propio camino y yo desfallecí sobre los cuadernos y apuntes.

Me desperté por el sonido de mi teléfono así que lo busqué para atender la llamada entrante. Para mi mala suerte no pude ver quién era el remitente porque Martina le había manchado la pantalla y a mí se me olvidó limpiarla.

—Sí, ¿diga?

— ¿Alguien llamó al niñero exprés?

— ¿Qué...? —alejé el celular de mi oreja como si él fuera a responderme quien era el dueño de esa voz distorsionada—. ¿Quién es?

Decir Adiós | ClaumiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora