Epílogo
— ¡Eso fue todo un éxito! No puedo creer que hubiera tanta gente cantando nuestras canciones —gritó Antonia aturdida por las ovaciones del público.
—No puedo sentir las piernas, eso fue demasiado emocionante —apoyó Machu un poco más calmada que su mejor amiga.
—Keiko, Keiko, Keiko —llamó Ulises a su novia quien fue la última en bajar del escenario. Al llegar a ella la sujetó de la cintura y la levantó del suelo dándole vueltas por el aire, haciendo reír a la japonesa—. Estuviste fantástica —halagó para después robarle un beso en los labios.
—Chicos, eso salió excelente —felicitó León abrazando a Antonia y a Machu, a esta última le dio un sonoro beso en el cachete.
—La rompimos papi, la rompimos —celebró Silverio haciendo un baile de la victoria.
—Grandiosa presentación, chicos —sonrió Claudio. No podía negar que estaba emocionado, la adrenalina había recorrido su cuerpo durante toda la función, estaba feliz, contento de estar cumpliendo un sueño pero triste de no poder compartirlo con la chica dueña de sus suspiros.
Al final la banda se dio un cálido y algo sudoroso abrazo grupal en donde dieron paso a la segunda faceta del músico emocionado, el llanto de la alegría y la nostalgia.
—Felicitaciones chicos... excelente show —alabó una desconocida acompañada de un fortachón, la mujer era de cabello negro, corto, alta, cuerpo de gimnasio, piel pálida, labios gruesos, pestañas largas y ojos marrones. Por su acento deducirían que era británica—. Yo reconozco el talento cuando lo veo, y ustedes muchachos, tienen un gran futuro por delante, eso claro, si alguien los lleva por el buen camino. Mi nombre es Saraya-Jade Bevis, manager, represento a todo aquel quiere ser reconocido en el medio musical o fuera de él. He trabajado con Drake, Ariana Grande, Zhavia Ward, Lil Pump, Dua Lipa, Zara Larrson, y la lista sigue y sigue...
La mujer le entregó una tarjeta a Silverio, guiñándole un ojo coqueta—. Si quieren llegar a la cima, llámenme a mí.
[...]
[Tiempo después]
—Y... ¿dónde está mi graduada con honores? ¡¿Dónde?! —Canturreó Roger entregándole un ramo de rosas a Silvia—. ¿Y cómo está la orgullosa –y hermosa– mamá?
—Ay, está vez te la dejo pasar nada más porque estoy feliz, eh.
—Ay, ya cásense, ¿sí? Sé que tienen un romance en secreto —gritó Emilia desde su cuarto, terminando de arreglarse, justo escuchó a los otros dos adultos acercarse cuando salió sujetando de la mano a Martina—. No me digan nada, Roger se la pasaba risita y risita en el estudio cada vez que le llegaba un mensaje, los caché, eh.
—Los caché —imitó la pequeña sonriendo.
—Así es chiquita, los cachamos —Emilia se agachó a su altura y chocó los puños con su hija—. Ahora, ¿no íbamos a celebrar?
—Ah, sí, claro, renté una limusina para esta ocasión señoritas, el chofer nos espera, así que, hay que partir.
—Espero que esta vez no nos lleves a uno de esos restaurantes raros porque si no perdiste conmigo eh, Parker, la última vez me intoxique y Martina estuvo llorando por su mamá una semana.
—No, hoy iremos a un restaurant mexicano, extrañaba los sabores mijita —respondió su casi padrastro.
— ¿Cuándo es la boda? —preguntó Emilia emocionada, ganándose una mirada severa de su mamá.
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Decir Adiós | Claumilia
Storie breviMe resigné a verte feliz, a observarte de lejos, a sonreír cuando tú lo hacías. Porque aunque no fuese a tu lado, tu felicidad me contagiaba. Te dije adiós, poder decirte adiós, es crecer. · Pero al parecer el destino tenía otros planes para ti y pa...