Capítulo 31

7.1K 416 32
                                    

Andrea

―¡No vamos a salir! ―se desespera David, agarrándose a los barrotes de la celda, y apoyando su cabeza sobre estos.

Todos lo miramos con mala cara. 

Al contrario que él, estamos intentando pensar en soluciones para salir de aquí en vez de ponernos a lloriquear y quejarnos como si eso fuese a solucionarnos la vida. Lo único que tenemos que hacer es pensar en quién puede apiadarse de nosotros y pagar la fianza.

Estoy segura de que a mis padres y a los de Valeria no les haría gracia tener que desplazarse hasta aquí. Y menos cuando la explicación es que somos gilipollas.

Estoy segura de que dirían algo como "os viene bien pasar la noche ahí para aprender" y luego procederían a darnos una buena charla y castigarnos una vez saliéramos.

―Que muestres tu cabreo con la vida no va a hacer que salgamos de aquí antes ―le suelta Valeria, que conociéndola como la conocía no podía evitar morderse la lengua.

―Al igual que tu inútil aportación, así que cállate ―le espeta él, sobresaltándonos a todos.

No conozco la faceta de David enfadado y, lejos de enfadarme, reconozco que me llama tremendamente la atención que tenga tanto carácter.

Justo lo que Val necesita para aprender a frenar en ciertas ocasiones.

―Haya paz...―murmura Adri, con los ojos cerrados por el cansancio.

Val le lanza dagas a David con la mirada. Está que echa humo por su contestación, pero se resigna a cruzarse de brazos y sentarse lo más alejada de él posible. Yo intento disimular una sonrisa al verla indignada por su pequeño desencuentro.

―Imbécil...ojalá te atragantes con la barra ―la escucho murmurar a mi lado.

Por suerte para ella soy la única que ha escuchado su contestación. La miro elevando una ceja y ella se limita a poner mala cara y encogerse de hombros en su sitio, eso me arranca una pequeña sonrisa, hay cosas que nunca cambian.

Escucho el sonido de unos pasos acercándose y centro toda mi atención en el policía al que le toca supervisar. Me levanto de un salto e intento interceptarlo como puedo.

―Oye, tenemos derecho a una llamada ―le hago saber.

―¿No la habéis hecho ya? ―pregunta con molestia.

―Si la hubiésemos hecho no seguiríamos aquí, te lo aseguro ―me apoya Pablo, rápidamente, posicionándose a mi lado.

―Iré a confirmarlo, no estoy para tonterías ―nos responde de mala gana mientras se adentra en una sala.

Tras media hora, el policía vuelve a nuestra celda y hace una seña para que salga uno de nosotros.

―Iré yo ―responde David inmediatamente―, mi padre es abogado y arreglará el papeleo rápido ―nosotros asentimos, convencidos de que necesitaba salir de la celda o sino le acabaría dando un ataque.

—¿Y no lo podías haber pensado antes? —Val lo mira con total indignación—. En vez de lloriquear y ponernos la cabeza como un bombo a todos, digo.

David se gira bruscamente y mira a mi amiga.

—¿A que te quedas aquí por pesada?

—Antes te engancho —le contesta Val—. Si yo no salgo, tú tampoco.

No puedo ocultar la gracia que me hace la situación y suelto una sonora carcajada, ganándome dos miradas mortales por parte de ellos.

—Venga coño que no tengo toda la noche —espeta el policía—. ¿Sale alguien o qué? —golpetea el suelo con impaciencia.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora