Capítulo 19

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Andrea

Por la mañana escucho un portazo proveniente de la entrada y rápidamente me levanto de la cama para ver qué sucede.

Quizá han entrado a robarnos

O puede que a alguna de mis amigas se le haya ido la fuerza, cosa que no me importaría si no fuera porque espero que nos devuelvan la fianza del piso.

Sofía está de brazos cruzados, se nota que está muy cabreada y está mirando a un punto fijo del salón para relajarse un poco.

―¿Qué ha pasado? ―pregunto, aún adormilada y sin entender nada.

La pelirroja sale de su pequeño trance y me mira apenada.

—Perdona, no quería despertarte —suspira—. Sé que ayer llegaste tarde.

Sacudo la cabeza restándole importancia.

—No importa. ¿Y esa cara? ¿Ha pasado algo? —la miro con preocupación.

Sofía tiene su pelo caoba recogido en un moño despeinado y está pálida. Puedo percibir su malestar aunque no a qué se debe.

―No aguanto a Elisa ―espeta con rabia—. Por muy prima de Pablo que sea es que ojalá se ahogue en el agua.

Sofi es la más positiva de las cuatro. Siempre está feliz y nos hace reír a todas con sus gracias y tonterías. Sin embargo, cuando alguien la cabrea, cosa que no suele pasar muy a menudo, se transforma en otra persona y da miedo.

Miro a Val y Paula en busca de una explicación pero ellas parecen igual de confusas que yo.

—Javi y yo hemos salido a correr temprano —nos explica—. Cuando he llegado al punto de encuentro, ¿sabéis quién estaba? Elisa —hace una mueca de desagrado—. La chica está decidida a meterse en nuestra relación a toda costa y lo peor es que Javi no se da cuenta. Insiste en que son amigos, pero amigos mis ovarios sinceramente —añade cabreada.

Sé que, lo que sea que tienen Javi y ella este verano, es algo que solo ellos dos entienden.

―Nosotras sí lo hemos notado ―interviene Val, mirándome―. ¿Cómo es posible que él no se de cuenta? Siempre que Elisa tiene ocasión lo aleja del resto o intenta quedar por encima de ti, Sofi.

La pelirroja gruñe.

―No pienso aguantarla ni un minuto más, no tengo por qué hacerlo ―declara Sofi—. Lo que me cabrea es que el idiota de tu primo no haga nada al respecto.

―No estoy de parte de Javi, pero es más fácil ver las cosas desde fuera que desde dentro ―añade Pau—. Yo soy el claro ejemplo. Estaba ciega con Fer y, a pesar de que me lo dijisteis en varias ocasiones, no aprendí hasta que me llevé la hostia.

―No voy a dejar que mi primo se de la hostia si puedo evitarlo ―les digo—. ¿Qué hacemos al respecto? —pregunto, preparada para idear algún plan de los nuestros.

Paula resopla ante mi comentario.

—Por mucho que te esfuerces si él no quiere verlo no va a hacerlo.

—¿Y tengo que sentarme a esperar a que el señorito se de cuenta? ¿Por cuánto tiempo? Porque no es que nos sobre precisamente ―espeta Sofi, mirándonos furiosa—. Probad a sentiros en mi lugar por un segundo.

Como conocemos a nuestra amiga a la perfección, sabemos que ahora va a soltar toda la mierda para desahogarse. Sin filtros, sin empatizar...No la culpamos porque suele ser una vez al año y ella nos soporta todos los días así que nos limitamos a escuchar.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora