Capítulo 20

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Andrea

Álex escucha atentamente todo el relato sin interrumpir. Veo que pone caras y hace muecas mientras voy contándole todo, pero no me pide que pare en ningún momento.

Cuando termino de hablar me siento liberada.

―Es una tontería ―finalizo, restándole importancia―. Se le pasará, la conozco.

Realmente no lo considero una tontería porque no es muy bonito que mi amiga piense que soy el tipo de persona al que le gusta jugar con los demás.

Es cierto que me gusta saber que gusto, pero ¿a quién no?

Siempre he sido clara con mis intenciones. No me gusta que jueguen conmigo y por eso yo no lo hago con los demás. ¿Qué culpa tengo si la otra persona no quiere entenderlo?

Álex parece darse cuenta de que hay algo que no está bien y me acaricia la espalda lentamente, dándome apoyo.

—Para ser solo una discusión estabas muy alterada, juraría que estabas a punto de echarte a llorar ―puntualiza mirándome con seriedad—. No creo que sea una tontería si te afecta de esa forma.

Suspiro, ¿no puede dejar el tema?

Haberlo pensado antes, ahora no hay marcha atrás

―Soy muy impulsiva —confieso—. No soy capaz de razonar, simplemente dejo que las emociones me invadan y lo vivo todo de manera muy intensa ―le explico, él asiente—. En ese momento sólo quería llorar y gritar.

Álex me da un ligero empujón.

―Ahora que te has desahogado nada te impide sonreír, ¿no? ―esboza una sonrisa.

Ruedo los ojos, pero no puedo ocultar la sonrisa que se plasma en mi cara.

Miro al chico que tengo al lado, Álex puede llegar a ser muy dulce. Él ladea la cabeza y me pilla mirándole.

―Así me gusta ―me sonríe de manera juguetona, niego con la cabeza divertida.

―Gracias Álex, de verdad ―le sonrío con sinceridad.

―Para eso estamos ―me contesta. Le echa un vistazo rápido al móvil y vuelve a mirarme—. Venga, te acompaño a casa.

Al final, con nuestra charla no me he dado cuenta de que se ha hecho de madrugada. Valeria debe estar al borde de la locura sin saber nada de nosotras.

Efectivamente, cuando saco mi móvil me encuentro con diez llamadas perdidas de mi amiga.

Nos levantamos del banco rápidamente y, antes de dar un paso más, el móvil de Álex suena. Se aleja unos metros y le oigo murmurar cosas y quejarse mientras me lanza miradas breves. Cuelga y se acerca nuevamente, no me pasa desapercibido que parece cabreado y preocupado.

―¿Todo bien? ―le pregunto, colocando una mano en su hombro.

―Nada importante ―responde cortante. Evidentemente no le creo, pero decido pasarlo por alto

―Álex no hace falta que me acompañes. Esa llamada parecía importante, no pierdas el tiempo ―le digo, y él me mira con indecisión.

―Estar contigo no es perder el tiempo ―responde, y eso hace que instantáneamente esboce una sonrisa tonta.

¿Puede parar de ser tan encantador?

―Lo digo en serio, no te preocupes por mí ―insisto.

No parece muy convencido, pero accede.

―Avísame cuando llegues —me pide—. Y recuerda, si me necesitas solo tienes que llamarme ―asiento.

Le doy un beso en la mejilla y un abrazo fuerte.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora