Regresamos, donde los viejos amores residen,
Arraigando a la memoria sus siluetas y el paisaje de su anatomía,
Acostumbrados a unos labios y su forma de besar,
Nos adaptamos a ellos, a la magnificencia y la virtud del alma,
A la textura de una piel, la dulzura de una voz y el fulgor de una mirada,
Regresamos,
Enganchados a la reminiscencia de un cariño agónico,
Porque quererlos nos duele, pero el vacío de su ausencia nos mata,
Creemos nuevamente en sus promesas, en su amor caótico,
Disipando nuestro orgullo, cediendo a la vehemencia,
Ilusos, ingenuos y obstinados, retomamos el camino errado,
Regresamos,
Buscando la felicidad en quien se ha tornado melancolía,
Corremos, volamos, danzamos, de vuelta al sostén de sus manos,
Por una sonrisa, que resplandece y humilla a la noche estrellada,
Por la belleza de unos ojos abismales e infinitos,
Por esos iris que nunca callan y en sus pupilas el silencio habla,
Regresamos,
A aquellos que nos colman de afecto y también de penas,
Son la gloria, el regocijo, el sustento, el excelso,
Sublimes momentos, tortuosos recuerdos,
Su abrazo cálido entibia al corazón cual verano,
Y sus heridas queman como el frío de un invierno crudo,
Regresamos,
Dónde es insignificante el amor y catastrófico el daño,
Prefiriendo desvivirnos por un viejo latido,
Que arriesgarnos por uno nuevo con un extraño,
Por miedo al abandono, por temor al olvido,
A la angustia de un futuro incierto, y sobretodo a perder a quien nos llena, nos complementa,
Y no ser capaces de encontrar a alguien igual.
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Los versos de un corazón cautivado
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