La vida a veces te da una lección en forma de patada y te tira al vacío sin ningún tipo de miramiento. Eso era lo que me había pasado a mí. Hace una semana lo tenía todo, una casa, una familia, una carrera... y ahora todo aquello había desaparecido entre la niebla.
Cruce la puerta de entrada del edificio Kinston, al menos era un edificio común y corriente, parecido a cualquier sede de una empresa cualquiera. El Hospital Kinston era el hospital más renombrado de Fox y tenía su sede principal en el centro de la ciudad, aquel edificio daba muestras de ello. Lo único que le alejaba de otros hospitales de fama mundial es que el Kinston tenía una peculiaridad especial, solo atendían a seres mágicos.
Continuando mi camino miraba todo lo que se encontraba a mi alrededor. Había esperado algo raro, pero al ver la actividad dentro y el espacio cubierto con muebles asépticos y funcionales me dio una impresión familiar y me tranquilizó un poco. Me reí de mí misma ante la imagen mental que me había construido; telarañas en los techos, muebles viejos y oscuros, ataúdes, y demás clichés. ¡Definitivamente tenía que dejar de ver tanto la tele!
Llegué al mostrador de recepción. Cuando la mujer levantó la mirada las palabras que estaban a punto de salir de mis labios se volatilizaron, no era humana, había algo en sus ojos que claramente no era humano, aunque no sabía identificar que podía ser. La mujer volvió a preguntarme e instintivamente reaccioné.
-Vengo a una entrevista con el doctor Sebastian Byron. -Dije sin pensar, tal y como lo había ensayado mil veces durante esa semana ante el espejo.
¡Maldita sea! Se suponía que debía de estar preparada para esto. En mi plácida y recluida existencia no había visto nunca a alguien que no fuera humano y ahora iba a pedir trabajo al único hospital al que asistían todas las criaturas mágicas. Me había preparado para que aquello no me afectara, tenía que ser una mujer adulta y segura de mí misma. ¿Dónde había ido a parar todo aquello?
-¿Cuál es su nombre? -Continuó la mujer con voz modulada y perfecta.
-Alma Louis.
-Coja aquel ascensor y suba a la tercera planta.
La mujer volvió a su trabajo contestando el teléfono profesionalmente. Caminando hacia el ascensor parece que mi cerebro había vuelto a reaccionar y mi capacidad de análisis se había recuperado. Había sido como si los ojos de aquella mujer pudieran leer mis pensamientos sin que yo tuviera que decir nada. ¿Sería esa una habilidad especial de los vampiros o de aquella mujer en particular? Porque aquella mujer tenía que ser vampiro, ¿no? Desde luego si había percibido mi inquietud, o estaba muy acostumbrada a ello o había disimulado muy bien. Cosa que no me vendría mal aprender a mí.
Cuando los vampiros habían empezado a aparecer reclamando sus derechos y hartos de esconderse, yo aún no había nacido, pero todo el mundo sabía lo que había ocurrido. Con la avanzada de los vampiros surgieron el resto de criaturas mágicas reivindicando también su lugar. Después de aquello había habido una gran guerra entre humanos y vampiros. Los vampiros eran más fuertes pero los humanos éramos mayoría, así que, después de varios meses de muertes y penalidades, por fin se alcanzó la paz y junto a un tratado con varias leyes que establecían la convivencia entre ambos bandos llegó un período de tranquilidad. Aun así, había zonas, como mi antiguo hogar, en las que todo lo mágico estaba vetado, y había gente como yo, que en su vida había tenido contacto alguno con todo aquello. Pero ahora ahí estaba, en el pueblo de Fox, buscando una oportunidad de futuro...
Una vez dentro del ascensor, intenté tranquilizarme y volver a recomponer mi coraza de mujer profesional. Había terminado la carrera de medicina, tenía una nota media de 9.8, no me asustaban los fantasmas... El ascensor se abrió sin darme más tiempo a pensar y otra mujer me recibió a sus puertas.
ESTÁS LEYENDO
Hospital Kinston (editando)
Romance«-Dime Alma, ¿por qué quieres trabajar en este hospital? El oírle decir mi nombre de nuevo me descolocó por completo. Todas las respuestas que había ensayado en mi casa se desvanecieron de mi mente. Solo podía mirar a esos ojos dorados y profundos...