Pasar el día con mi madre en Ciudad del Este no era precisamente lo que yo entendía por unas vacaciones, pero, ya que no me quedaba otro remedio, lo mejor era llevarlo de la manera más tolerable posible.
La noche anterior me había costado dormirme. Tras recibir el mensaje del padre de Sebastian mi mente había comenzado a divagar de todas las maneras posibles. En el mensaje, Alistair Byron me pedía vernos un día para poder hablar sobre mi pasado, tal y como me había advertido Sebastian.
Después de meditarlo bien le contesté que sí y quedamos para dentro de dos días en una dirección que me mandó por mensaje y que suponía que debía de ser la de su casa por la zona en la que estaba. Por un lado estaba deseando encontrarme con él, aparte de la curiosidad que sentía por conocerle y saber más sobre Sebastian, sabía que aquel hombre era la clave para averiguar realmente cual había sido mi pasado. Por otro, no estaba segura de que lo que me fuera a contar fuera a ser agradable. En cualquier caso, la verdad, fuera cual fuera, siempre sería mejor que seguir viviendo una mentira como había hecho hasta ahora.
Cuando llegó la mañana yo apenas había dormido unas horas pensando en ese encuentro. Afortunadamente, Mi tía nos había dejado su coche a mi madre y a mí para poder ir hasta Ciudad del Este, estaba a poco más de una hora de camino, así que llegaríamos pronto.
El volver a su hogar, aunque solo fuera momentáneamente, había hecho que mi madre estuviera de mejor humor que el habitual y no dejaba de hablar y contar anécdotas de su vida y de cuando mi padre estaba vivo. La verdad es que no la veía tan contenta desde hacía mucho tiempo así que, en aras de mantener ese ambiente de paz, dejé de lado todo aquello que tuviera que ver con mi nueva vida y con la parte mágica y me centré en disfrutar del viaje en coche.
Cuando entramos en la ciudad ya casi era mediodía. Comencé a vislumbrar sus calles y sus conocidos sitios y volví a sentirme como una niña pequeña. Allí no había cambiado nada, en realidad nunca cambiaba nada. Las mismas casas, las mismas tiendas, los mismos sitios a los que ir, la misma gente... Aún me seguía asombrando lo ciega que había estado cuando vivía allí y pensaba que todo aquel era mi mundo y que no necesitaba, o ni siquiera me plantaba necesitar, nada más. Estaba claro que a la gente de allí no le iban los cambios.
Mi madre dirigió directamente el coche hacia el centro médico de la ciudad donde habíamos quedado con la directora para verlo y después comer juntas. Más tarde yo quedaría con Lauren y algunos antiguos amigos y mi madre aprovecharía para ver también a sus conocidos, aunque hasta donde yo sabía ninguno de ellos se había molestado mucho en ayudarnos o en querer saber de nosotros tras la muerte de mi padre. Finalmente ella había conseguido que la recibieran, cuando quería, y yo era testigo, mi madre podía ser de lo más persuasiva.
Cuando mi madre estacionó el coche en el parking no pude evitar comparar aquello con el Hospital Kinston. Eran como el día y la noche. El centro médico de Ciudad del Este estaba situado en una buena zona de la ciudad y era una clínica pequeña y tranquila. Mientras esperamos en recepción a que la directora saliera a buscarnos apenas entraron dos personas a consultas.
A los pocos minutos apareció Lina Romano, la directora, y se dirigió directamente a mi madre a la que saludó con dos besos. Yo la recordaba de cuando había hecho las prácticas allí el verano pasado pero la verdad es que apenas habíamos tenido contacto.
Era una mujer de la edad de mi madre, más o menos, con el pelo casi blanco y algo altiva. No era como Sebastian, él también tenía cierta actitud casi arrogante, pero se debía más a su porte y a la forma en la que se movía, con tanta seguridad, que a que realmente lo fuera. A decir verdad, había visto más veces a Sebastian con el uniforme de médico y con manchas de sangre de lo que le había visto con traje y corbata, la ropa de Lina estaba impecable al igual que la bata blanca que llevaba. Ni siquiera se parecía a la doctora Green, que también tenía cierta dosis de soberbia pero que trabajaba y se implicaba como la que más.
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Hospital Kinston (editando)
Romance«-Dime Alma, ¿por qué quieres trabajar en este hospital? El oírle decir mi nombre de nuevo me descolocó por completo. Todas las respuestas que había ensayado en mi casa se desvanecieron de mi mente. Solo podía mirar a esos ojos dorados y profundos...