•3•

1.3K 191 37
                                    


Todos corrieron y en menos de unos minutos él ya estaba tranquilo.

Yo miré con interés como todos suspiraba aliviados. En verdad que Bakugou era temido por todos.

Eijiro, su madre y yo continuamos en lo nuestro...
pasamos dos horas hablando de lo maravilloso que es imaginar que mi Quirck tenga control.
¿Qué sería de la vida sin sueños?

Me despido moviendo la mano de un lado al otro, y veo con tristeza la sonrisa hacia abajo de Eijiro y su madre. Lo siento en verdad, pero sí por mí fuera; estaría llenandolos de abrazos.



Hay pacientes VIP, pues necesitan mucho apoyo emocional, como la joven que materializa sus pesadillas y el hombre que degrada lo que toca.

Mire atentamente como un chico de cabello verde pregunta ansioso a los pacientes. Se acerca a mí y disimulo mirando al frente.

—Disculpa ¿Conoces a Katsuki Bakugou?

La pregunta ofende, nos levantamos a los 2 de la madrugada siempre que él despierta entre gritos y explosiones.
No me gusta hablar mucho, así que sólo le señalo el lugar, y él levanta una ceja confundido.
Le hago un gesto para que me siga, y comienza a hacerlo.

Caminar por los pasillos nos cansa a todos de inmediato, y cuando llego al gran comedor con miles de sillones solitarios con un enorme ventanal con luz naranja de tarde filtrada por el vidrio, me detengo.

El ceniza está recostado sobre las piernas de una castaña con lágrimas en los ojos. No hago nada, hasta que veo como Bakugou muerde con fuerza la mano de la mujer. El de cabellos verdes corre a ayudar y acaricia el cabello desordenado de su amigo.
No puedo irme, algo me dice que mire más, y lo hago.

Bakugou gruñe con fuerza, como un gato al que se le intenta quitar su juguete favorito. Entonces es cuando me sorprendo, ella susurra cosas a su oído y acicala su espalda, y entonces él abre la boca y esconde la cabeza entre el estómago de la chica, el de pecas lo acomoda para que también se recueste sobre él. Es tan sorprendente como una simple caricia puede calmar hasta la más fuerte psicosis.

Aveces me gustaría poder estar con alguien piel a piel, pero es una tontería, no mantengo contacto físico desde que tengo 12. No es una prioridad para mí, ni siquiera un método de control, lo mío son las píldoras, miles de píldoras para suprimir el cóctel hormonal que me hace sentir y perder el control. Mi vida es caminar sedado. Sedado del todo, sólo camino.

Decido irme, y regreso a mi habitación forrada de aquél material que mamá compraba para que no dañara a los vecinos en un descuido. Mamá sufrió por mi culpa y eso nunca me deja de lastimar en alma, al menos ya no siente pues está muerta.

¿Estoy muerto? Soy un muerto viviente, camino y no siento.
M

is párpados siempre pesan, y dormir rápido no es muy difícil para mí. Desconectarme del todo es un don mío.

 Desconectarme del todo es un don mío

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Escucho el llanto desconsolado, después de horas de sueño pienso que es un paciente. Pero es diferente, así que sólo abro mi puerta y salgo a echar un vistazo.

La miré curioso, estaba llena de rasguños y mordidas. Era ella, la chica de corte raro.

—No les digas que estoy aquí.

Decido guardar su pequeño secreto, se ve cansada y desvelada.
Parece como si no hubiera pegado el ojo desde hace unas semanas, parece estar a punto de dormir cada que parpadea. Se ve, a punto de morir.

Se ve que le duele, como sí hubieran arrancado por la fuerza uno de sus pulmones. Eso parece, porque ella aprieta su pecho con una mano y jala con fuerza, seguro queriendo sacarse el corazón para no sentir.

Él hizo lo mismo
cuando sintió el frío de su madre.

Sentir es tan cruel.

Chispas de Chocolate | Denki KaminariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora